Buenos Aires, 14 julio (Especial para NA) –Tal vez, lo que resta de julio se constituya en el período de mayor poder que tendrá el sector agroindustrial hasta fines de 2019.
   El hecho, sin embargo, no provendrá de la fuerza o el peso específico del mayor rubro productivo del país o de la fortaleza de sus dirigentes sino, más vale, por la debilidad coyuntural del Gobierno y la complejidad del momento económico-financiero en el que terminó cayendo.
   Y, que este escenario coincida justamente con la más antigua de la muestras rurales de la Argentina y de mayor impacto urbano, como es “la Ganadera” de la Sociedad Rural, que se lleva a cabo en pleno Palermo, en el histórico predio que fuera una de las estancias de Juan Manuel de Rosas, no ayuda demasiado.
   Es que se sabe que los problemas en el campo no son pocos, y muchos de ellos tampoco son nuevos. La mayoría de las economías extrapampeanas, jaqueadas por la distancia (fletes) y los continuos aumentos de los combustibles, se suman al jaque climático que tuvo la Pampa Húmeda (dos años de inundaciones y el último con sequía) que, entre otras cosas, diezmaron las finanzas de los chacareros.
   La incertidumbre, el peor enemigo de los productores, aunque no impide totalmente las inversiones, en general suele acotarlas, y es justamente en estos meses, cuando “el campo” encara los principales gastos de la campaña siguiente -la 2018-2019- que sólo para los granos de cosecha, implican “enterrar” más de U$S 12 mil millones.
   Y esto tampoco es bueno para el Gobierno ya que esta cosecha, y su correspondiente ingreso de divisas por exportaciones, se erigen en la principal fuente “genuina” de recursos con las que contará en la etapa más caliente de la campaña proselitista del año próximo, es decir, a partir de julio en adelante, del año próximo.
   Si los productores invierten menos, la producción (aunque el clima ayude) será menor de la que se podría obtener y, por lo tanto, también los ingresos del país por exportaciones serán menores.
   Pero, para los estrategas de la campaña presidencial, esta verdad de perogrullo , tal vez no sea lo que más los mueve (o conmueve), y sí una realidad mucho más cercana: la tribuna oficial de Palermo, el día de la inauguración de la muestra y la exposición pública a la que se someterá al Presidente durante esas 2-3 horas mínimas, el mediodía del próximo sábado 28 de julio, que incluirán un discurso “en cadena”, además de la transmisión de miles de medios de todo el país y del exterior.
   Tal vez por eso, desde hace unas semanas, el propio Presidente, algunos de sus ministros (Agroindustria, Producción, Interior) y hasta la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, la “niña mimada” política del oficialismo, comenzaron a multiplicar su presencia en establecimientos de campo y agroindustriales y los contactos con cámaras y entidades.
   Están tratando de limar asperezas y aceitar una relación que básicamente es buena (a diferencia de la que había con la Administración Kirchner), pero que sigue sin encontrar las respuestas que necesita el sector.
   Del otro lado, tampoco la dirigencia parece estar tomando debida cuenta de esta situación que pone al sector en una posición casi irrepetible a la hora de negociar.
   Aunque no se podría esperar un “sí” a cualquier reclamo, no es menos cierto que las chances de obtener compromisos oficiales firmes en las próximas 2-3 semanas van a ir creciendo en forma significativa hasta el 29 de julio.
   Sólo se necesitaría que hubiera más convergencia de las entidades en el discurso sectorial; una posición estratégica sobre, al menos, una media docena de temas que son comunes a todas (costo de financiación, información sobre la composición de los precios de los productos a lo largo de la cadena comercial o liberación de ciertas cargas impositivas y laborales, entre otros varios), lo que hoy parece casi tan imposible, como conseguir algún avance de medidas oficiales concretas para sectores en (largas) crisis como la lechería, la fruticultura, los citrus, o los ovinos.
   Aún así, partiendo de una relación “quejosa”, pero todavía amigable, a más de un funcionario del actual equipo le corre cierto frío al recordar otros tiempos, como el agosto del 88 cuando Raúl Alfonsín decidió aumentar las retenciones, justo días antes de Palermo o ante el larguísimo discurso de un titular de Agricultura de Eduardo Duhalde en los tempranos 2000 o cuando la dirigente de la clase pasiva Norma Plá, a pesar de su edad, literalmente tuvo que “saltar” una tranquera de la Pista Central y hasta perdió su peluca, para lograr poner distancia con una tribuna, en general, permisiva, pero absolutamente intransigente cuando desoyen sus reclamos más justos.
  (*) Ingeniera agrónoma. Periodista especializada.
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