Por Alejandro Maglione
Buenos Aires, 19 de septiembre (PR/19) -El tema de la calidad de los pollos que comemos ya se ha puesto serio. Luego que Soledad Barruti escribiera su libro “Malcomidos”, donde dedica a los criaderos de pollos varias páginas que muestran una realidad tremenda, en líneas generales, sobre las prácticas de crianza, se impone informar lo más sencilla y adecuadamente posible a los consumidores sobre algunas denominaciones.
En mi caso me interioricé sobre un proyecto en marcha de pollos orgánicos y pastoriles en la localidad de Carlos Keen en la provincia de Buenos Aires, que tiene un nombre comercial que me pareció muy entrador: Cocorokeen.
Realmente Argentina padece un problema de etiquetados, porque uno encuentra todo un poco mezclado, pero si se analiza cuidadosamente las diferencias son muy claras.
Partamos de la base que todo lo que amerite ser certificado orgánico debe tener una trazabilidad orgánica en todo el proceso, comenzando porque se usan pollos de los que se denominan de “crecimiento lento”. Esto expresa que el tiempo de crianza es de 81 días. Aquí aparece una primera diferencia que impacta en su costo, hay que esperar más días para su faena y el tiempo es dinero. En el caso de este establecimiento se usan los pollos de la línea “Campero” que se obtienen en el INTA de Pergamino
Se usa para la crianza alimentos certificados orgánicos, todavía difíciles de conseguir en nuestro país. En el pollo orgánico, entonces, el costo de este rubro en el producto final impacta en un 80% del precio, que a su vez tiene un costo 50% más caro que el alimento normal que se usa con los pollos comunes. Entre otras cosas, el alimento que se utiliza no puede contener productos genéticamente modificados. Otro dato poco conocido.
Los animales tienen, cuando el clima lo permite, 6 horas diarias de “pastoreo”, que consiste en liberarlos en terrenos con pastos, protegidos por enormes jaulas móviles, que se colocan porque no deben tener contacto con aves silvestres que pueden contagiarlos con, por ejemplo, la dramática “gripe aviar”.
Siempre en la crianza orgánica, no está permitido el uso de antibióticos, en caso de ser necesarios pasan a ser considerados animales convencionales a pesar de todos los cuidados anteriores y no serán certificados como tales.
Existen 4 certificadoras de calidad orgánica en el país. En el caso de Cocorokeen tienen contratada a “Food Safety”. Aquí aparece otro costo: la certificación impacta un 1% más en el precio final del producto.
El pastoril tiene de diferente que admite ser alimentado con productos genéticamente modificados. Tiene también su período diario de “pastoreo”. El tiempo de crianza baja de 56 a 63 días. Se usa una genética denominada “Cobb” que permite una ganancia de peso más rápida. Comparte sí con el orgánico ese tratamiento de mayor espacio de crianza.
Hay algo que también impacta a la hora de comparar un pollo orgánico de uno pastoril: en el primer caso el sabor es intenso y en el segundo es más suave. En ambos casos las genéticas que se utilizan dan como resultado final un producto con menos grasa.
No nos detenemos demasiado en comparaciones con el pollo industrial porque realmente las diferencias con este tipo de crianzas son enormes. El bienestar de los animales es incomparable. Su contacto con la naturaleza. Su tiempo de crianza. En la industria se utilizan promotores de crecimiento, que si bien están permitidos, es uno de los puntos claves para los críticos de la crianza industrial. En toda la cadena alimentaria, la presencia de hormonas de crecimiento ha sido objeto de interminables e interesados debates.
También habrá que seguir trabajando con algunas cadenas de comercialización que pareciera que no son totalmente controladas y esos “pollos de campo” que aparecen en las “carnicerías amigas” suelen no tener la más mínima trazabilidad. Un tema seguramente para otra nota.
Conclusión: lea bien las etiquetas de los pollos que compre. Sepa que lo que le indican es que se trata de productos diferenciados por distintos motivos, entre los que va desde la utilización de más o menos metros cuadrados para la crianza de un animal, a su libre acceso o no a la naturaleza; con un tipo de alimentación que impacta tanto en la calidad como el sabor resultante.
Y ahora sí, no hable de pollos más o menos caros, hable de pollos más o menos costosos, sabiendo que como en tantas otras cosas de la vida, lo caro es aquello cuyo precio no se justifica con lo que se recibe finalmente, costoso termina significando que a pesar de que pague un poco más estoy recibiendo una calidad muy superior al supuestamente “más barato”.
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