Por Daniel Pelegrina*.
Buenos Aires, 8 diciembre (Especial para NA) — La política agropecuaria de la Administración Macri, que empezó sin gradualismos, se tradujo en un fuerte impulso para el campo en los años siguientes.
También se comenzaron a sentar las bases para que la agroindustria recupere su competitividad y comenzó a revertirse la tendencia declinante que traían la mayoría de sus producciones y actividades.
Estos resultados se lograron básicamente a través de la eliminación para todos los productos y el esquema de reducción (para el complejo soja) de los derechos de exportación, de la desaparición de las trabas al comercio y a las exportaciones con la eliminación de los ROE y otros instrumentos distorsivos.
El otro gran motivo de las mejoras, fue la apertura, reactivación y ampliación de mercados y la firma de acuerdos comerciales, que tuvieron su punto cúlmine con la firma del tratado Mercosur–Unión Europea.
Ampliar y mejorar los protocolos sanitarios, trabajar en la promoción externa y visitar a los compradores fueron también determinantes para el apuntalamiento de las exportaciones y la exitosa reinserción de la Argentina en el mundo a la que asistimos en los últimos años.
Como consecuencia de esta política agropecuaria acertada, siempre trabajada en consulta y sinergia con el sector privado, pudimos lograr los productores y el país tres cosechas récord y un crecimiento sin precedentes en la exportación de carne vacuna y muchos otros productos.
Lamentablemente, la feroz sequía que asoló a nuestro país en 2018 quebró esa tendencia positiva con consecuencias graves para todos en el país. Sin embargo, pudimos recuperarnos rápidamente en 2019 gracias a la excelencia de la tecnología aplicada, a la permanente inversión que los productores hacemos aquí, en nuestra tierra, todos los días del año y a la bendición de un clima favorable en amplias regiones de la geografía argentina.
En el plano macroeconómico, las cosas no fueron bien. A pesar de los esfuerzos, el gobierno saliente no pudo moderar el impacto de malas políticas aplicadas durante muchos años previos a su administración y cometió errores.
La inflación, sin duda el flagelo más importante que enfrenta nuestra economía desde demasiado tiempo ya, que afecta en forma directa a los sectores más desprotegidos y vulnerables de nuestra sociedad, no se pudo controlar.
Se pensó que el gasto público desproporcionado y de mala calidad iba a diluirse con el crecimiento de la economía, cosa que no sucedió. El Estado en todos sus niveles continuó con sus gastos excesivos y muchas veces superfluos. Entonces la altísima presión tributaria, récord, castigó fuertemente al sector privado.
Las dificultades para acceder al crédito y al financiamiento a tasas y plazos acordes con las necesidades del campo, con un nivel de tasas actualmente desbordado, restringió fuertemente la capacidad de inversión y de ahorro, limitando sus posibilidades de expansión.
Frente a este panorama, los desafíos para el próximo gobierno serán, por un lado, corregir estos desequilibrios macroeconómicos.
Ojalá se transforme en una política de Estado un plan de control de la inflación, volviendo al equilibrio fiscal a través de una reducción del gasto público y generando condiciones para que vuelva a aparecer el crédito a tasas razonables que apuntalen la inversión.
Deben continuarse y encararse más obras de infraestructura que faciliten la logística y el transporte de nuestra producción.
Necesitamos más y mejores rutas y caminos rurales, más ferrocarriles y vías férreas, obras hidráulicas, más puertos y vías navegables que nos generen mejor competitividad, pero también que hagan posible que la gente quiera y pueda quedarse a vivir en sus lugares de origen.
Necesitamos conectividad, escuelas y hospitales, viviendas y cloacas, todos verdaderos vectores de un desarrollo armónico de todas las regiones de nuestra Nación.
El campo está en marcha. La política agropecuaria debe acompañarlo.
Las propuestas que se encuentran un documento de 14 puntos elaborado por los equipos técnicos de la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias y que fue entregado oportunamente al presidente electo y a sus colaboradores, son el camino que proponemos.
Allí figura nuestra visión sobre las cuestiones fundamentales que atañen a la producción, que van desde asuntos institucionales y normativos hasta medidas concretas para cada una de las producciones y actividades que conforman la agroindustria argentina.
Continuar en la línea de la reducción de la burocracia y de las trabas a la producción, una disminución de la presión impositiva al sector, incluyendo la eliminación de los derechos de exportación, el apuntalamiento de las exportaciones con la apertura de mercados y la firma de nuevos acuerdos para comerciar con el mundo, serán principal incentivo para el aumento de los volúmenes producidos.
En la medida, en que el nuevo gobierno entienda la importancia del campo para el crecimiento económico y como motor del desarrollo federal del país, va a encontrar en nuestro sector una solución para lograr la generación de divisas, la creación de empleo de calidad, la reactivación de economías asociadas y de agregado de valor en todo en territorio nacional y el abastecimiento pleno de los mercados internos con alimentos a precios accesibles para todos los segmentos de la población.
(*) – Presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA).

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