Buenos Aires, 29 junio (PR/20) — “El día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo… Es que ambos eran en realidad una sola cosa aunque fueran martirizados en días diversos”, explicaba el Obispo San Agustín (354-430) en sus sermones a los inicios del cristianismo.
Esta celebración recuerda que San Pedro fue elegido por Cristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, quien con humildad aceptó la misión de ser “la roca” de la Iglesia.
El Papa por su parte, como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, así de los obispos como de la multitud de fieles. Es Pastor de toda la Iglesia y tiene potestad plena, suprema y universal. Por ello se festeja también en esta fecha el día del Sumo Pontífice.
Asimismo se conmemora a San Pablo, el Apóstol de los gentiles, que antes de su conversión era perseguidor de los cristianos y pasó, con su vida, a ser un ardoroso evangelizador para todos los católicos, sin reservas en el anuncio del Evangelio.
Tal como recordó el Papa Benedicto XVI en el 2012, “la tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a San Pedro y a San Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo”.
“Aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos. Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad”, destacó.
El lunes 29 de junio se celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, día en que se reconocen las virtudes cristianas de dos de los más grandes y reconocidos apóstoles que defendieron con su vida el Evangelio.
A continuación, cinco claves para entender por qué se celebran en la misma fecha:
1. Son fundadores de la Iglesia de Roma
Jesús dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Con estas palabras, Simón Pedro pasó a ser “la roca” de la Iglesia y se comprometió a apacentar el rebaño de Dios a pesar de sus debilidades humanas.
Luego de la Resurrección y Ascensión de Cristo, Pedro asumió con humildad ser cabeza de la Iglesia, dirigió a los Apóstoles y se encargó de que los discípulos mantuvieran viva la verdadera fe.
Pablo era conocido como Saulo de Tarso antes de su conversión. Luego del encuentro con Cristo continuó hacia Damasco donde fue bautizado y recobró la vista. Es reconocido como el apóstol de los gentiles y pasó el resto de su vida predicando el Evangelio sin descanso a las naciones del mundo mediterráneo.
“Sintiendo cercana la muerte, escribe a Timoteo: ‘He luchado el noble combate’. No es ciertamente la batalla de un caudillo, sino la de quien anuncia la Palabra de Dios, fiel a Cristo y a su Iglesia, por quien se ha entregado totalmente. Y por eso el Señor le ha dado la corona de la gloria y lo ha puesto, al igual que a Pedro, como columna del edificio espiritual de la Iglesia”, expresó el Papa Emérito Benedicto XVI en 2012.
2. Son columna espiritual de la Iglesia
En 2015, el Papa Francisco manifestó que San Pedro, San Pablo y la Virgen María “son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios; son nuestra guía en el camino de la fe y de la santidad; ellos nos empujan hacia Jesús, para hacer todo aquello que Él nos pide”.
El Santo Padre explicó entonces que “la gloriosa herencia de estos dos Apóstoles es motivo de espiritual orgullo para Roma y, al mismo tiempo, es un reclamo a vivir las virtudes cristianas, en modo particular la fe y la caridad: la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios, que Pedro profesó primero y Pablo anunció a la gente; y en la caridad, que esta Iglesia está llamada a servir con un horizonte universal”.
3. Ambos padecieron en Roma
San Pedro y San Pablo fueron detenidos y martirizados en la prisión Mamertina, también llamada el Tullianum, ubicada en el foro romano en la Antigua Roma.
San Pedro pasó sus últimos años en Roma liderando a la Iglesia durante la persecución, hasta su martirio en el año 64. Fue crucificado con la cabeza abajo a petición propia, por no considerarse digno de morir como su Señor. Fue enterrado en la colina del Vaticano y la Basílica de San Pedro está construida sobre su tumba.
San Pablo fue decapitado en el año 67. Está enterrado en Roma, en la Basílica de San Pablo de Extramuros.
4. Son patronos de Roma y representantes del Evangelio
En la homilía del 2012 por la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, Benedicto XVI llamó a estos dos apóstoles “patronos principales de la Iglesia de Roma”.
“La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a San Pedro y a San Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo”, precisó.
5. Son la versión contraria de Caín y Abel
Benedicto XVI también presentó un paralelismo opuesto con la hermandad presentada en el Antiguo Testamento entre Caín y Abel.
“Mientras que la primera pareja bíblica de hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos”, dijo Benedicto XVI.
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Fuente: ACI Prensa