Por Daniel Pelegrina (*)
Buenos Aires, 9 agosto (Especial para NA) –La pandemia dejó bien en evidencia que los sistemas productivos están profundamente conectados entre sí y, fundamentalmente, sostenidos por el carácter esencial de las actividades de producción y logística, así como de los canales de comercialización de alimentos y productos.
Parte del mundo experimentó problemas de abastecimiento y movimientos de precios de los productos básicos de consumo masivo. Bastaba ver las imágenes de las góndolas vacías en un sinnúmero de supermercados del exterior para darse una idea de lo que estaba ocurriendo.
En Argentina, afortunadamente, esto no sucedió. Y no sólo por mérito del campo. Fue un logro de toda la sociedad, que entendió rápidamente la importancia que reviste la producción de alimentos, y obró en consecuencia.
Durante estos meses en que los argentinos llevamos aislados, el campo no paró: por ejemplo, cosechó el 100% de su área de soja y maíz, unas 100 millones de toneladas entre ambos cultivos. Asimismo, durante el primer semestre del año, la producción de carne bovina aumentó 4,2%, la de leche un 8,7%, la de aves un 4,7% y la de carne porcina un 5,7%.
Pero el esfuerzo no se agotó en sostener la demanda y las exportaciones durante el período de aislamiento. El desafío más grande está en ciernes: lograr la rápida recuperación de nuestra economía y el tránsito hacia el ansiado crecimiento sostenido de la Argentina.
El campo está listo para enfrentar el desafío. Para lograrlo, necesita las condiciones adecuadas. El acuerdo alcanzado con los tenedores de bonos es un paso adelante. Para nuestro sector financiarse y comercializar desde un país que ha llegado a un acuerdo con sus acreedores, no es lo mismo que hacerlo estando en situación de default. Sin duda, el acuerdo es una condición necesaria pero no suficiente.
Necesitamos trabajar simultáneamente en otros pilares que harán posible la reconstrucción de la confianza en el país, como el control de la inflación, la recuperación de la moneda y una macroeconomía ajustada. Debemos repensar también la estructura y las prioridades del gasto público.
A los enormes desafíos que teníamos como país antes de la irrupción de la pandemia, se suman las consecuencias de ésta, que requerirán de un Estado eficiente, que no recurra a la emisión descontrolada para financiarse, al sobreendeudamiento o a cualquier aumento de la presión impositiva, que es ya de por sí asfixiante.
Esto no significa recortar el gasto público esencial y necesario en un momento de alta vulnerabilidad social, pero sí iniciar la transición hacia un presupuesto equilibrado y de mayor calidad. Es hora de hacer foco en lo esencial, con mayor racionalidad y responsabilidad, teniendo como meta generar competitividad para que, por vía de la inversión y del trabajo, alcancemos el desarrollo.
Sólo así lograremos las condiciones para salir del estancamiento estructural en el que los argentinos estamos encallados desde hace décadas.
El mundo nos puede brindar una nueva oportunidad. No la desperdiciemos.
(*) Presidente de la Sociedad Rural Argentina. @DanielPelegrina.