Por Martín Krause*.
Buenos Aires, 16 agosto (Especial para NA) — Estamos viendo la carrera para obtener la vacuna contra el Covid-19 como una versión acelerada de la llegada a la Luna y casi sospechamos que alguna estará lista este año y tal vez llegue al nuestro el que viene.
¿Qué pensarían los argentinos si en el momento que eso ocurra supieran que los medicamentos pagan un arancel de importación promedio de 9,2%, que va desde cero en algunas posiciones hasta 14% en otras? .
¿Qué pensarían si se tomara en cuenta además toda la lista de impuestos, tasas y costos regulatorios que normalmente los afecta? .
Las protestas en tiempo de cuarentena, tipo Vicentin, explotarían por todo el país. Por supuesto, anticipando eso, tal cosa no va a ocurrir, cuando la vacuna llegue la presión será muy grande y estará exenta de gravamen, aunque no de toda la carga regulatoria e impositiva. Así que esto sería, hasta ahora, una “fake news” anticipada.
Un reciente estudio de Philip Stevens y Nilanjan Banik, “Eliminar los aranceles sobre los medicamentos y las vacunas para promover su acceso: un largo camino por recorrer”, (Geneva Network, Julio 2020), muestra que, si bien los aranceles a los medicamentos han estado cayendo en los últimos años de un promedio mundial de 4,9% en 2001 a 3,4% en 2018, en algunos países llegan hasta el 20% en medicamentos y 10% en vacunas.
La paradoja es que todos ellos son países pobres o de medianos ingresos, no los desarrollados.
Esa reducción, además, se ve contrarrestada por una extensión de las posiciones arancelarias sujetas a gravamen; es decir, se bajan los aranceles, pero aumenta la cantidad de medicamentos sujetos a arancel.
Demás está decir a quién perjudican principalmente estos costos que los gobiernos imponen, y en tiempos de pandemia global, su perjuicio no puede ser más evidente.
El proceso de reducción de aranceles se debe, en parte, a la implementación en 1995 del Acuerdo de Supresión de los Aranceles Aduaneros aplicables a los Productos Farmacéuticos, en el marco de la OMC.
Los signatarios son Canadá, los 28 países de la Unión Europea, Japón, Noruega, Suiza, Estados Unidos y Macao. En forma periódica acuerdan actualizar la lista de productos farmacéuticos sobre los que se eliminarán los aranceles.
Los países de medianos y bajos ingresos no son parte de esto, con lo cual castigan a sus ciudadanos de medianos y bajos ingresos a gastar una mayor parte de su ingreso en esos productos.
No obstante, el estudio muestra que India ha sido el país que ha implementado la mayor reducción porcentual de aranceles, de un promedio del 34,4% en 2001 al 10% en 2018.
Nigeria, Ghana, Chile, Mongolia, Israel y Bahréin los han eliminado por completo.
El Acuerdo antes mencionado no ha avanzado a la misma velocidad que la innovación en el campo farmacéutico. Han surgido desde 1995 muchos productos e ingredientes nuevos, por lo que al día de hoy hay unos 1.000 productos acabados y 700 ingredientes que no están en las listas.
Un estudio citado por Stevens y Banik sostiene que si se derogaran los aranceles los pacientes ahorrarían hasta 6.200 millones de dólares en China, 2.800 millones en Rusia, 2.600 millones en Brasil y 737 millones en la India. No menciona Argentina, pero nos podemos hacer una idea.
Entonces, ahora que se viene la vacuna las preguntas que merecen una respuesta son: ¿queremos que cargue con aranceles e impuestos? ¿también para remedios de la enfermedad, o para su tratamiento? ¿también para los elementos y equipos que ayudan a tratar la enfermedad? Y, por último, por qué no, ¿también para todos los demás medicamentos, ingredientes y equipos que ayudan a los pacientes en otro tipo de enfermedades? .
No será fácil argumentar en favor de unos, y no de otros.
(*) Profesor de Economía UBA. Integrante del Consejo Asesor, Fundación Libertad y Progreso.
@martinkrause .
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Fuente: NA