Buenos Aires, 15 de junio (PR/21) .– Hace cinco años exactos, la vida de la familia López cambió para siempre. Es que en una noche de junio de 2016, José López saldría de su casa de Tigre en la Chevrolet Meriva que aún conserva, y se dirigiría al convento de General Rodríguez, donde iba a revolear bolsos por encima del tapial. El hecho, inmortalizado por las cámaras de seguridad, se transformaría en la imagen más icónica de la corrupción kirchnerista.

Desde ese 14 de junio, el ingeniero civil que había ocupado el cargo de secretario de Obras Públicas del inicio al final del gobierno K quedó detenido. Y fue viendo cómo sus compañeros de gestión también encarcelados recuperaban la libertad, mientras su suerte no lo acompañaba. Tras la excarcelación de decenas de ex funcionarios, apenas quedaron un puñado de presos. Y López empezó a entender que no tendría el apoyo de nadie para salir. Lo habían abandonado: “Soy el chivo expiatorio”, le aseguró a sus más íntimos.

José López es uno de los dueños de los secretos del entramado de corrupción K. En sus 12 años como mano derecha del ex ministro de Planificación, Julio De Vido, fue acumulando información sobre distintos hechos en los que él mismo ha señalado a la actual vicepresidenta, Cristina Kirchner. Mostró algunas de sus cartas en 2018, cuando declaró como arrepentido en la causa de los cuadernos de las coimas, pero podría contar mucho más.

Es que más allá de la condena por enriquecimiento, de siete años y seis meses, está comprometido como partícipe de una asociación ilícita en la causa por el direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz, junto a Cristina y Lázaro Báez, entre otros imputados.

Su abogada, Pamela Bisserier, ya pidió la excarcelación, pero le impusieron una fianza que dicen, él no puede pagar: 85 millones de pesos. Sin embargo, insistieron en la Justicia.

Más allá de cualquier discusión legal, López espera con ansias que finalmente le den el visto bueno: este lunes 14 de junio se cumplen cinco años de su detención y los dos tercios de la pena. Por eso está ansioso: “Tiene una alta expectativa de que esta vez sí le den la domiciliaria”, cuenta a NOTICIAS una de las últimas personas que habló con él.

Símbolo de la corrupción K, López vio cómo sus ex compañeros de gestión salieron de la prisión e incluso algunos de ellos volvían al poder. Ahora, a cinco años del lanzamiento de los bolsos al convento, cree que puede haber llegado su turno.

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Fuente: Noticias