Buenos Aires, 7 febrero (PR/22) — El año 2021 cierra con una recuperación importante de la economía del orden del 10%, lo que permitiría volver a los niveles pre-pandemia. El empleo informal, que había caído fuertemente en 2020, muestra un patrón similar. Por su parte, el empleo privado formal no tuvo grandes cambios por las restricciones y sobrecostos al despido (no cayó ni tampoco rebota) y el empleo público habría aumentado alrededor del 10%. La inflación también sería similar a la de 2019.
A pesar de la recuperación de la actividad económica. el déficit fiscal primario sería muy superior al de 2019, aun computando los ingresos extraordinarios (DEGs y aporte solidario). Esto es consecuencia de un aumento en el gasto, en gran medida explicado por los mayores subsidios asociados a la politización de las tarifas de energía y transporte, y por la expansión de otros gastos para tratar de influir en el resultado de la elección de medio término.
En 2022, la economía enfrenta algunas restricciones. En primer lugar, no parece que vaya a repetirse la mejora notable en los términos del intercambio (precios de exportación aumentando al doble de los de importación) que aportó alrededor de US$ 7500 millones al superávit externo y que explicaría aproximadamente la mitad de la recuperación económica.
En segundo lugar, un acuerdo con el FMI seguramente incluirá una mejora fiscal mayor a la prevista por el gobierno. El desborde de gasto del segundo semestre de 2021 debería ser corregido prontamente si se pretende que las finanzas públicas sean sostenibles. Si a eso se suma el requisito de que la tasa de interés real sea positiva, habrá un efecto algo contractivo sobre la actividad económica que difícilmente pueda ser compensado por una reducción en la incertidumbre por la firma del acuerdo. La Argentina tiene una larga historia de incumplimientos con el FMI y el gobierno carece de la convicción y la credibilidad para poder capitalizar una mejora en las cuentas públicas.
En tercer lugar, aparecen límites a la continuidad de la política de financiar parte del déficit con los depositantes por medio de las operaciones de esterilización del BCRA. Las entidades financieras tienen ya una elevada exposición al “riesgo sector público”.
En cuarto lugar, hay mucha inflación reprimida durante 2021. Tarifas de electricidad y gas natural que aumentaron menos del 10% en un año con inflación del 50%, depreciación del tipo de cambio oficial a un tercio de la inflación desde mediados de año y controles de precios cada vez más intrusivos sólo pueden mantenerse por poco tiempo si el BCRA no tiene muchas reservas internacionales, como es el caso hoy. Si se cumple con el anuncio de finales de diciembre de aumentos de tarifas para gran parte de los usuarios para 2022 muy por debajo de la inflación proyectada, no habrá un ahorro fiscal importante y habrá más presión sobre la emisión monetaria; si, en cambio, se opta por aumentos de tarifas mayores habrá un impacto puntual en el nivel de precios que afectará las mediciones del año 2022.
En ese contexto, el gobierno reveló su intención de aumentar impuestos que logró concretar parcialmente luego del rechazo del presupuesto y la aprobación de los cambios en bienes personales y de la firma de un nuevo pacto fiscal con las provincias. En este último caso, se flexibilizan los topes para las alícuotas de ingreso brutos para la mayoría de las actividades. Además, se propone a las provincias que introduzcan un impuesto a la herencia, a pesar de que muchos países desarrollados lo han abandonado, de que lo propio ha hecho la Provincia de Entre Ríos y de la escasa recaudación que genera en la única jurisdicción que lo mantiene, que es la Provincia de Buenos Aires.
En el mismo sentido van las decisiones de acotar la competencia vía precios en los pasajes aéreos de cabotaje. En otras palabras, no hay intento alguno por reducir ineficiencias en el gasto estatal y se sigue aumentando la presión tributaria, antes, durante y después del Covid-19.
Si no se repite la suerte de 2021, el año 2022 será de bajo crecimiento y alta inflación.
*Daniel Artana es economista de FIEL
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Fuente: NA