Por Esteban “El Colorado” López

Desde su pago, en el campo Los Alazanes de Cortaderas, en la costa de las sierras Comechingones de San Luis, nos envió su poema que incluyera en el prólogo de su libro “Mi alma de caballo”, editado y presentado en diciembre de 2020. Le agradecemos este honor de entregarnos su sabio y bello texto “Carta al domador” para compartir con nuestros lectores.. 

sabía que algún día esta cuestión iba a llegar:

a todos los potrillos nos tienen que ensillar. 

Pueda ser que el que me agarre sea bueno conmigo, 

tenga pacencia a mi miedo y llegue a ser gran amigo; 

chúcaro soy claro está, pero de naides soy enemigo. 

Yo le pido a usté señor, que me tiene que domar, 

que comprienda la importancia que tiene saber enseñar, 

no caiga en la prepotencia ni me quiera doblegar. 

Solo pido yo el favor que me trate como a un niño, 

que me haga entender lo que quiera con cariño 

y yo lo he de acompañar por este largo camino. 

En mi andar soy medio torpe en estos primeros momentos 

con usté sentado en mi lomo, con esos aditamentos; 

me cuesta a mí aprender, tal vez sea medio lento. 

Deme tiempo, domador, para poder aprender 

estos momentos son sagrados pa’ podernos conocer 

sin castigos ni imprudencias nos vamos a comprender. 

Despacito, de a poquito, voy a tomar experiencia, 

cuento con su cariño y su tacto, esa es la verdadera cencia, 

y yo le respondo seguro, si es buena la convivencia.

Necesito confiar en usté, esa es cosa segura, 

con miedo nadie apriende, la enseñanza no se apura: 

cuando una persona doma, debe hacerlo con altura. 

Que me sobra voluntad es por todos muy sabido 

y si hay algo que me gusta es ser bien entendido, 

sensible soy a su trato, y un poquito consentido. 

sáqueme primero el miedo y después la cosquilla 

así, para mí, la doma me resulta bien sencilla. 

La violencia no es cosa buena y queda para los tiranos, 

usté es mi domador, no es cualquier fulano, 

y con el tiempo llegará a ser mi verdadero hermano. 

Haga como hacía el indio, que siempre me comprendió, 

esmerada enseñanza fue la que él me dió 

y en toda ocasión a mí siempre me cuidó. 

Jamás le fallé en un trance, bajo ninguna circunstancia, 

él miraba por mis ojos, eso le daba gran prestancia, 

porque lo nuestro era amistad rodeada de elegancia. 

La historia es testigo de lo que le estoy diciendo; 

ahora que lo recuerdo, es como si lo estuviera viendo, 

siempre me tuvo bien cuidado y espero lo sigan haciendo. 

En esos tiempos éramos el sinónimo de su alma, 

por eso cuando domaba lo hacía siempre con calma, 

su espíritu vive aún, como una poderosa llama. 

No se enoje, domador, si me llego a tropezar; 

si no le entiendo una orden, yo me puedo equivocar, 

en poco tiempo, esté seguro, aprenderé a trabajar. 

La cosa va a ser más fácil cuando yo a usté lo entienda, 

no me canse ni me apure, hasta que al fin aprienda, 

con sus manos cuidadosas enséñeme lo que es rienda. 

No comience con el galope ni atropelle a toda la furia,

ahí es donde comienza mi sufrimiento y mi penuria; 

búsquele otra gueltita pa’ que doma no suene a injuria. 

Después que comienza la doma, mi osamenta duele toda, 

yo le puedo explicar que descansando se acomoda;

póngase en mi lugar: la prudencia no es una moda. 

Pa’ domarme invierta tiempo y nunca esté apurado, 

déme bien de comer y jamás me deje cansado, 

con esas pocas cuestiones siempre tendrá resultado. 

Use bien la inteligencia, para eso no hay que hacer fuerza,

pídame mi voluntad, pero nunca me la venza, 

así va a tener un pingo que jamás tendrá vergüenza. 

Mi alma y mi corazón en sus manos siempre estarán, 

aunque pierda alguna carrera, mi espíritu no vencerán; 

las virtudes que yo aprienda, de usté bien hablarán. 

El cariño bien entendido es cuando uno respeta al otro; 

un sensible domador es lo que siente por su potro,

con ese trato paciente nos conquistan a nosotros. 

 

Soy chúcaro y les tengo miedo, por favor, entiéndanlo; 

este no es un defecto, la naturaleza me enseñó, 

usté quiere domarme, pero poco me estudió. 

Que el “huínca” no se olvide, que el indio fue domador 

de muchas cosas y de nosotros, un gran conocedor, 

aunque jamás lo reconociera quien fuera el conquistador. 

Saber, pacencia y cariño, para el hombre ese es el brillo, 

estas son las virtudes que marcan mi destino; 

no se olvide domador, quien le escribe es un potrillo. 

Primicias Rurales

Fuente: Bichos de campo