Buenos Aires, 4 de junio (PR/22).- Visiblemente deteriorada y asemejada a un pastizal, la joya mexicana quedó sin las múltiples tonalidades de azul y sus aguas cristalinas. Los motivos.
La exótica laguna de Bacalar perdió su color: así quedó uno de los destinos favoritos de los argentinos en el Caribe mexicano
Lejos quedó aquel apodo de “laguna de siete colores”. Hoy, la exótica laguna de Bacalar, uno de los destinos favoritos por los turistas argentinos que visitan el Caribe mexicano, presenta una postal completamente diferente y sorprendente.
Las múltiples tonalidades de azul ya no están. Sus cristalinas aguas tampoco. Asemejada a un pastizal, la laguna ubicada al extremo sur del Caribe mexicano, en el estado de Quintana, se muestra envuelta de colores marrones y verdes que se extienden hasta la zona más turística, que ya sufre de gran cantidad de algas y contaminación.
No es la primera vez que se evidencia un preocupante deterioro, aunque esta vez los motivos son diferentes, según explican miembros de Guardianes de la Laguna.
La triste postal que tiene hoy la laguna de Bacalar.
En junio de 2020, la tormenta Cristobal descargó como pocas veces volúmenes de agua sobre la Península de Yucatán, especialmente sobre Campeche, desde donde las corrientes de agua fueron a dar hasta la laguna de Bacalar, conocida popularmente como la “laguna de siete colores” y ubicada a 40 kilómetros de la frontera con Belice.
Tras el paso del ciclón, el cuerpo de agua quedó con la peor apariencia de su historia, de la que aún no se había recuperado del todo. Sin embargo, lo preocupante de ahora es que ese panorama similar se vio con las primeras lluvias.
“Ahora lo malo es que no está la barrera de formación vegetal que ayudó hace dos años, porque Cristobal terminó con unos 30 kilómetros de manglar. La vez pasada la justificación fue que las lluvias fueron atípicas, pero esta vez es una lluvia normal, ni siquiera es por tormenta o huracán. Y ya vemos la laguna así, de color café. Imagina lo que nos espera”, alertó David Martínez, miembro de Guardianes de la Laguna, organización que nació con la tormenta Cristobal de 2020 para defender el medioambiente en Bacalar.
Las corrientes de agua llegaron cargadas no solo de agua pluvial, sino de tierra suelta producto de la deforestación, materia orgánica, basura, agroquímicos y demás sustancias tóxicas acumuladas con el tiempo.
Así lo reveló a la agencia EFE Alfredo Yáñez, investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), quien expresó su preocupación por el impacto del fenómeno sobre los caracoles chivita y los microbialitos, habitantes de la laguna de Bacalar.
La primera es una especie endémica que sufrió una muerte masiva tras el paso de Cristobal, y los segundos son los organismos vivos más antiguos de los que se tenga registro, los primeros oxigenadores de la Tierra y ahora aliados contra el cambio climático, por ser secuestradores de carbono.
Los microbialitos –más conocidos como estromatolitos– del centro y sur de la laguna de Bacalar están en proceso de fosilización. Los contaminantes como el amonio y nitrato que aporta el turismo masivo, los agroquímicos rociados en los sembradíos aledaños y el vertimiento irregular de aguas negras provocaron su deterioro, explicó Yañez.
Según señaló, las corrientes de agua aportan más contaminantes y nutrientes que empeoran la calidad del agua de la Laguna y, en consecuencia, la salud de los microbialitos.
Si bien dejaron un manto tranquilidad al contar que las corrientes se llevarán las aguas sucias en las próximas semanas y meses, remarcaron que los factores humanos que impactan el ecosistema, persistirán.
“Se ha normalizado que la laguna sola recupera su condición natural, pero en la selva nosotros seguiremos cambiando el paisaje y, por consecuencia, afectando los cuerpos de agua cercanos”, concluyó Yañez.
Las múltiples tonalidades de azul ya no están. Sus cristalinas aguas tampoco.
Teresa Álvarez Legorreta, investigadora del Ecosur, tomó muestras de agua en la Laguna de Bacalar desde 2010 para comprobar su calidad. El comparativo de las tomas de ese año con las de 2020, tras el paso de la tormenta Cristobal, le parecen “preocupantes”.
Además del nitrógeno y fósforo, Álvarez halló en las muestras de la laguna plaguicidas, metales pesados y tóxicos como mercurio y cadmio, y otros como plomo, cobre, zinc, además de agroquímicos e hidrocarburos.
“La causa principal fueron los escurrimientos superficiales extraordinarios ocasionados por la tormenta Cristóbal, que a su paso por suelos agrícolas y deforestados arrastró partículas de suelo y agroquímicos asociados”, indicó.
Estos elementos, los encontró en mayor medida en el centro y sur de la laguna, donde está la ciudad y se concentran las actividades turísticas, cerca también de campos agrícolas.
Bacalar, un lugar paradisíaco
Bacalar, cuyo nombre proviene del maya Sian Ka’an Bakhalal (lugar rodeado de carrizos), es uno de los más atractivos destinos turísticos de la península de Yucatán. Su relativa inaccesibilidad por estar a cuatro horas en auto desde el aeropuerto de Cancún, no dificultó su crecimiento.
Los 42 kilómetros de largo y la belleza de su laguna permiten la práctica de todo tipo de deportes acuáticos, además de que el ritmo lento de sus calles es un gran atractivo para mexicanos y extranjeros. Para los argentinos, es una parada obligatoria.
El primer vistazo de la laguna refleja un espejismo, un flash turquesa a través de una neblina de árboles. Las cambiantes tonalidades, cortesía del fondo de caliza blanca de la laguna, prácticamente exigen ser fotografiadas. Sus cristalinas aguas, además, son el resultado de la combinación de la diversidad coralina y la flora subacuática.
La laguna de Bacalar desde Google Earth.
La laguna es el principal atractivo de Bacalar, un pequeño pueblo del Estado de Quintana Roo que cuenta con poco más de 40.000 habitantes.
En la entrada del pueblo se encuentra otro lugar deslumbrante. Se trata del Cenote Azul, un impresionante ojo de agua que se abre paso en medio de una espesa vegetación que contrasta con el color de sus aguas.
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Fuente: Clarin