Por Agustín Barberis, CEO de Agrology

Hoy abundan los emprendimientos o startups que, desde su génesis, apuntan a bajar directa o indirectamente la huella de carbono; es común ver bancos, fondos de inversión, empresas multinacionales y gobiernos, entre otros actores de peso, que ponen a la sustentabilidad en el centro de sus propuestas. Proteger al medioambiente se convirtió en un buen negocio, y eso impulsó un gran círculo virtuoso de innovación que crece sin parar.

El sector agropecuario, lógicamente, no escapa a ese contexto. La conversación en torno a la sustentabilidad en el campo argentino, históricamente marcada por un tono visceral que mezcló argumentos válidos, vicios ideológicos y dardos cruzados, hoy está dando un paso evolutivo. Poco a poco vemos como se instala una cultura verde que aporta beneficios desde lo ecológico y lo económico en partes iguales. El eje de la discusión se va corriendo hacia un paradigma superador: el mercado se inclina por lo sostenible y así florecen cada vez más Agtechs e ideas de valor -créditos sobre captura de carbono, certificaciones de soja sustentable, mejora de genética de los cultivos e incorporación de tecnología para sacar el máximo potencial productivo de cada ambiente, entre otras iniciativas- que promueven la sustentabilidad mirando al futuro y no condenando los errores del pasado.

Aunque falte mucho, vamos en la dirección correcta. Los consumidores marcan la agenda y el sector agropecuario va respondiendo gradualmente a esas nuevas demandas ecológicas. Es un proceso gradual, por supuesto, requiere madurez y tiempo. Lo que sí está claro es que cada vez es más importante medir de forma transparente y segura (vía blockchain, por ejemplo). No basta solamente con tener prácticas sustentables. También es importante medirlas y certificarlas para agregar transparencia a toda la cadena, desde el que presta dinero para estos fines hasta el consumidor final.

Específicamente en la agricultura, los especialistas coinciden en que la mejor forma de incrementar la sustentabilidad es producir más por hectárea, es decir, aumentar la eficiencia. En ese sentido, un amigo y colega, Juan Pablo Monzón, investigador en CONICET y estudioso del tema desde hace muchos años, explica que la incorporación de tecnología es un factor determinante para hacer los procesos más eficientes y no comprometer nuevas tierras, fundamentalmente en lo que respecta a cultivos de trigo, maíz, soja y girasol.

Una innovación en esa línea podría derivar en un aumento del rendimiento de entre 30% y 40%. Así se achicaría la brecha productiva, entendida como la diferencia de rendimiento que existe entre lo que los productores obtienen de sus cultivos y lo que podrían obtener, cuidando siempre al medio ambiente y sin avanzar sobre áreas protegidas.

El buen uso de la tecnología también añade otros beneficios como el análisis de suelos e imágenes, mapeos para hacer recomendaciones concretas para cada ambiente en selección de híbridos, poblaciones, fertilizaciones y otras estrategias en el manejo de cultivos. La toma de decisiones en base a datos es, indudablemente, un gran diferenciador en todos estos procesos productivos, aunque el potencial de esos datos todavía no esté debidamente explotado.

El big data permite, por ejemplo, anticipar problemas de malezas resistentes, empezar a usar dosis variables y hasta pulverizaciones específicas sobre malezas en vez de hacer aplicaciones totales, achicando así el uso de fitosanitarios -priorizando siempre los de banda verde- y el impacto ambiental. A su vez, la rotación de cultivos disminuye resistencias y promueve un menor uso de fitosanitarios y fertilizantes. También brinda la oportunidad de realizar la selección de materiales acorde a la zona con datos de escala y no en base a ensayos. Eso podría extenderse también a otras prácticas agrícolas.

Asimismo, pueden aplicarse cultivos de cobertura para capturar más carbono en el suelo, cubrir el suelo de erosiones hídricas y eólicas, y proteger las tierras para combatir mejor las malezas dificiles.

La lista de acciones es muy larga, pero en todos los casos vemos un denominador común: es necesario transformar los datos en información para tomar decisiones ad hoc en cada lote. Esto brinda beneficios para el productor y reduce la necesidad de seguir aumentando el área agrícola en el mundo, aprovechando al máximo los insumos e impactando menos en el medio ambiente.

En síntesis, la sustentabilidad ​​es un concepto claro y tangible cuando tiene su respaldo en datos, por eso es tan importante registrar la información fiable y trazable, logrando escala. El manejo eficiente de la tecnología es quizás una de las grandes deudas que tenemos como sector para promover la sustentabilidad en todos nuestros procesos productivos. Estamos dando los primeros pasos y debemos seguir en ese camino.

Primicias Rurales

Fuente: Fernández Quiroga