El economista Daniel Artana, partidario de políticas de shock.Foto: NA/Juan Vargas.
En esos términos se expresó durante una entrevista concedida a NA en su oficina del sexto piso de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) en la avenida Córdoba al 600, en la ciudad de Buenos Aires. Allí, Artana remarcó que la actual situación es “insostenible” y agregó: “Hoy tenemos una economía de bajo crecimiento y alta inflación y esa es una economía horrible, con niveles de informalidad y pobreza que son altísimos”.
También sostuvo que para maniatar el persistente aumento del costo de vida que soporta el país se requiere una “política monetaria dura” y si bien valoró la gestión del ministro Sergio Massa al frente al Palacio de Hacienda, consideró que “no tiene hoy un plan o un programa económico con suficiente apoyo político de la coalición de Gobierno como para lograr una meta tan ambiciosa como la que él dijo en material de inflación”.
Durante su charla con Noticias Argentinas, Artana pronosticó que “no va a ser un año fácil” 2023, lamentó la “adicción al populismo” que, según su opinión, suele demostrar “una parte importante de nuestra dirigencia política”, lo que redunda en un “déficit fiscal crónico”, e insistió especialmente en la necesidad de implementar grandes reformas y desarmar el cepo cambiario: “Vos no podés tener un país en donde el tipo que quiere vender al exterior gane mucha plata si contrabandea. Hay algo que está mal”. Además, estimó que es poco probable que la Argentina pueda cumplir con la meta referida a las reservas del Banco Central prevista para este año en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A continuación, un resumen de la entrevista:
NA – ¿Cómo evaluaría la situación económica actual y con qué perspectivas el país afronta este año electoral 2023?
DA – Hoy tenemos una economía que recuperó todo lo que había perdido en la pandemia, pero que desde mediados del año pasado empieza a mostrar una leve caída en la actividad económica, más marcada en construcción y más suave en industria y en el PBI general. En un contexto en donde el año pasado la inflación se aceleró y alcanzó el 95%. Hoy eso está todavía más complicado porque el Gobierno tiene una posición de reservas en el Banco Central muy frágil.
Tenemos una coyuntura complicada y además tenemos la transición electoral. La impresión que tenemos nosotros es que el cóctel de bajas reservas, sequía y transición electoral hacen que la economía este año seguramente tenga una recesión moderada –nosotros proyectamos un 1% de caída– y que la inflación se mantenga en niveles tan altos como los del año pasado o que incluso puedan subir un poco.
Lo que ocurre es que existen distintos desafíos, el Gobierno si bien ha mejorado un poco los números fiscales el año pasado, enero le volvió a dar mal, eso genera alguna presión sobre la renovación de la deuda. Ahí el Gobierno tiene problemas para renovar, monetiza y esa monetización genera problemas en la brecha, en la tasa de inflación. Así que no va a ser un año fácil este año.
NA – ¿Es posible vislumbrar una luz al final del túnel en este contexto?
DA – Argentina tiene hoy una oportunidad única, lo que pasa es que en parte la hemos malgastado. Cuando uno mira la relación entre precios de exportación y precios de importación, Argentina ha tenido el año pasado el mejor año de las últimas cuatro décadas en términos de intercambio. Y eso a pesar del shock energético. Entonces, si no fuera por las trabas autoinfligidas del control de cambios y otras decisiones de política económica que desalientan la inversión privada, Argentina tiene hoy ventajas comparativas en la producción de cosas que el mundo está demandando con desesperación: tiene un potencial en energía fenomenal, un potencial en el litio fenomenal, el potencial que históricamente ha tenido el campo en un mundo que demanda alimentos y después tiene un potencial que lo ha venido desarrollando en los últimos 10, 15 años que es la economía del conocimiento, que es otro sector con un crecimiento fenomenal del empleo, y otra cosa que viene creciendo muy por arriba del promedio mundial es la actividad del turismo, con la excepción de la pandemia.
Entonces teniendo tantas oportunidades, se necesita mucha mala praxis para que a la economía no le vaya bien. Ahora eso estaba disponible en otros momentos de la historia argentina y lo hemos desperdiciado, ya sea por populismo o por poner el foco en el cortísimo plazo. No le hemos podido dar a la inversión señales de respecto a las reglas de juego básicas.
NA – ¿Qué se necesita para que el país pueda aprovechar ahora estas oportunidades que se le presentan? Básicamente, para que la economía empiece a crecer de manera sostenida.
DA – Si la Argentina hace las reformas estructurales, la economía puede crecer. Más cuando ahora tenés estas oportunidades que te da el mundo. Con reformas estructurales, Argentina tiene la posibilidad de tener un período de alto crecimiento por varios años. Ahora, ¿cuál es el gran problema de la Argentina? ¿Por qué no consolida sus procesos de crecimiento? Por la gran volatilidad macroeconómica. Porque tenemos una fragilidad que nos lleva cada tanto a grandes devaluaciones, a grandes defaults de deuda y eso está asociado a un Estado que ha sido crónicamente insolvente, desde hace muchos años.
NA – ¿En qué deberían consistir esas grandes reformas?
DA – Yo creo que existen dos tipos de reformas estructurales, las que son necesarias para lograr que el fisco sea solvente, y ahí tenés reforma del Estado, reforma previsional, reforma tributaria -porque yo creo que el sistema tributario que tiene Argentina es muy nocivo-, reforma de las empresas públicas, reforma de la relación Nación-provincias. Es decir, tenés una cantidad de cuestiones que son necesarias para que el Estado nacional sea solvente. Porque hoy tenés a las provincias relativamente bien fiscalmente, los municipios casi por definición también y al Estado nacional, con agujero importante. Y después reformas estructurales en todo lo que tiene que ver con la asistencia social, que se maneja con criterio político y no profesional.
Y después tenés reformas estructurales que hacen al crecimiento de largo plazo y al crecimiento del empleo de largo plazo. Y ahí que aggiornar la cuestión laboral. Todas las dimensiones en las que uno mida las regulaciones laborales están mal en Argentina. Acá donde mirás hay problemas. Cuando vos comparás a la Argentina con otros países en índices de competitividad, Argentina está muy mal.
NA – ¿Por qué esas reformas no se han realizado hasta el momento en la Argentina? ¿Quizá porque la política teme pagar un alto costo si avanza con ese tipo de medidas?
DA – ¿Por qué no se hacen estas reformas estructurales? Porque en general detrás de cada una de estas ineficiencias, hay algunos que ganan, a expensas del conjunto. Entonces no es fácil avanzar en estas reformas estructurales, ni acá ni en otros países. Pero, el problema es que cuando vos tenés una decadencia económica de siete u ocho décadas, es bastante claro que así como vamos, la cosa no va. Además, sumarle eso la natural tendencia de buena parte de nuestra dirigencia política a hacer populismo. Entonces se pone toda la energía mirando nada más lo que va a pasar en el corto plazo, exagerando la semana que viene o las elecciones que vienen, y sacrificando el largo plazo. Esa adicción al populismo, que se termina traduciendo en un déficit fiscal crónico, es la que te genera esa volatilidad y ese costo en términos de crecer. Hemos tenido una capacidad de destruir en lugar de generar valor.
Hay una parte importante de nuestra dirigencia política que tiene esa tendencia, ese sesgo al cortoplacismo exagerado. Es una responsabilidad bastante global de la dirigencia política, pero el kirchnerismo se ha destacado por… A veces se enojan conmigo, pero yo digo que para el kirchnerismo dos más dos es cualquier cosa menos cuatro. Si vos negás cosas obvias, ahí es mucho más difícil.
NA – ¿Cómo evalúa la gestión de Massa como ministro de Economía? ¿Es posible alcanzar la meta inflacionaria que se propuso, llegar a abril con un 3 adelante en la variación mensual?
DA – Primero hay que darle el mérito a él y a su equipo económico por haber logrado reducir el gran ruido que se había generado con el recambio del año pasado, cuando tuvimos tres ministros de Economía en un mes. Ahí empezó a tratar de encauzar el programa con el Fondo, que iba a un incumplimiento importante. Hay que darle el mérito ahí, más allá de que hay mucho de instrumento transitorio, pero logró bajar la presión y mejorar bastante la tendencia fiscal. Nosotros veníamos sufriendo las consecuencias del “Plan Platita”. Él tuvo el mérito de empezar a ordenar eso y ha tratado de encauzar la relación con el Fondo Monetario para tratar de sacar un ruido de la economía.
Ahora, no tiene hoy un plan o un programa económico con suficiente apoyo político de la coalición de Gobierno como para lograr una meta tan ambiciosa como la que él dijo en material de inflación. La economía argentina tiene mucha inercia inflacionaria y para romper eso necesitás un programa económico más contundente del que hoy la política permite en la Argentina.
La inflación es un fenómeno monetario cambiario al final del todo, más allá de que pueda tener otros motivos puntuales. Para bajar la inflación se necesita una política monetaria dura. Y en la Argentina a veces se cuelgan de cualquier cosa para justificar el déficit financiado con emisión, yo digo, bueno, queremos desafiar la ley de gravedad… así nos va.
NA – ¿Qué ganó la Argentina con su último acuerdo con el FMI? En medio de un contexto de sequía y guerra en Ucrania, ¿podrá el país cumplir con las metas previstas para este año?
DA – No acordar con el Fondo significaba ir a un default con el Fondo, lo que hubiera agravado la corrida de los activos en pesos y te hubiera generado una brecha cambiaria enorme. Ya cuando se coqueteó con eso en algún momento, yo creo que el ala dura del kirchnerismo terminó entendiendo que si no arreglaban con el Fondo el default iba a ser costoso, o sea no es gratis. Entonces se logró un acuerdo bastante light, en el cual te prestan para pagarles lo que les debes y te dejaban 4.000 millones de dólares adicionales. Este Gobierno se endeudó con el Fondo en 4.000 millones de dólares adicionales. Ese dinero se cobró al principio y ya se lo gastaron.
Esas metas que son relativamente laxas, fiscales, de reservas y de financiamiento monetario del déficit se cumplieron el año pasado, pero este año luce difícil. Sobre todo la meta de reservas, porque vos tenés que acumular reservas por alrededor de 5.000 millones de dólares, en lo que va del año se han perdido creo que 2.000 millones y no tenés muchos más conejos de la galera para ir sacando. Ahora el zapato aprieta por todos lados. Yo creo que no van a cumplir la meta de reservas. El argumento del Gobierno va a ser, “Tengo la sequía, tengo la guerra en Ucrania, mirá lo que me pasó”. Por ese lado puede tener una explicación sobre por qué no va a llegar a cumplir esa meta.
NA – Este es un año electoral y en la Argentina podría producirse un cambio de Gobierno en diciembre próximo. Ya en la campaña se habla sobre cómo torcer el rumbo de la economía y sobre todo de la inflación, qué es más conveniente, el shock o el gradualismo. ¿Usted de qué lado se ubica de ese debate?
DA – Yo prefiero el plan más contundente, prefiero el shock, porque si no este país no tiene el futuro que podría tener, o sea vas a depender siempre de la suerte y a seguir subestimando tu potencial en todas las áreas de las que hablamos antes. Hoy tenemos una economía de bajo crecimiento y alta inflación y esa es una economía horrible, con niveles de informalidad y pobreza que son altísimos. No creo que eso sea sostenible. Lo que te dicen, “¿Cómo armás la sostenibilidad política de un programa de shock?” también me tienen que explicar cómo armamos la sostenibilidad política de largo plazo si no hacemos nada. Argentina ha tenido un crecimiento de la pobreza fenomenal, no se resuelve el problema de fondo y te dicen que quieren generar empleo formal cuando todo lo que hacen desde la política pública es castigar la creación del empleo formal. Entonces, ¿es sostenible socialmente la inacción de reformas? Yo creo que no. Esto no es más viable. Del arte de la política dependerá cómo se arma un programa que tenga un consenso como para avanzar sabiendo que esto no es un camino de rosas, en el medio vas a tener algunas piedras.
NA – Y para concluir, hablando justamente de piedras, ¿qué debería hacer el próximo Gobierno, ya sea peronista o de otro signo político, para que la Argentina no tropiece dos veces con la misma piedra? ¿En dónde debería enfocar sus energías en lo inmediato?
DA – Bueno, es un poco lo que veníamos hablando, la continuidad de lo actual no es sostenible. Lo que tiene que resolver la política es cómo sacamos de la discusión electoral la solvencia fiscal, que no puede estar expuesta a los vaivenes electorales. En la Argentina se tiene que resolver el tema fiscal, eso requiere una solución técnica y política, y lo que no se puede es patear el problema, porque a la larga siempre vuelve.
La presión tributaria argentina sobre el sector formal de la economía es altísima y no hay mucho margen para ir por ahí. Tenés que tener una agenda de productividad y una estrategia para desarmar el cepo. Vos con este cepo cambiario es muy difícil tener inversiones. Te genera una cantidad de distorsiones. Vos no podés tener un país en donde el tipo que quiere vender al exterior gane mucha plata si contrabandea. Hay algo que está mal, las señales tienen que ser para las actividades lícitas, que ganes plata haciendo las cosas dentro de la ley. Hoy dentro de la ley tenés un tipo de cambio artificial oficial y después te cobran retenciones, entonces les das un incentivo fenomenal para que los tipos salten el cerco. Un país con una brecha cambiaria como esta es difícil que funcione bien. Te da una ventaja, sí, tenés todos los pesos atrapados en un gran corralón, pero no se puede vivir en la anormalidad. Esto no se puede sostener durante muchos años.
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Fuente: Noticias Argentinas