Por: Ing. Agr. María Beatriz, “Pilu” Giraudo (Red Mujeres Rurales y Aapresid) y Ing. Agr. Pablo “Patuco” Méndez (Casafe) –

Buenos Aires, 9 de julio (PR/23).- Desde hace casi 60 años el Día Internacional de la Conservación del Suelo se celebra cada 7 de julio. Se eligió este día en honor al científico estadounidense Hugh Hammond Bennett, quién dedicó su vida a demostrar que el cuidado del suelo influye directamente en su capacidad productiva. Como él decía: “La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos comienza y se mantiene con la sostenibilidad productiva de nuestras tierras agrícolas”. Ya es sabido que el suelo es el lugar donde todo comienza, el lugar donde se cumplen funciones vitales para el planeta y la humanidad. Cada cosa que suceda en el suelo repercute posteriormente en este engranaje cuasi perfecto que es la producción. Por ejemplo, durante estos últimos años el suelo ha sufrido por la deficiencia de agua, estos periodos de intensas sequías están impactando en la producción de alimentos.

Este día es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de preservar nuestro suelo agrícola. De la misma manera, es necesario destacar la vida y la estructura que hay en él y cómo impactan en su salud y productividad.

Más que un simple soporte

El suelo puede ser visto sólo como un soporte para el desarrollo de las plantas, pero es mucho más que eso. Es un ecosistema vivo y dinámico. Su estructura, compuesta por partículas minerales (arena, arcilla y limo), materia orgánica, agua y aire, es esencial para el crecimiento de las plantas y la sostenibilidad de nuestros sistemas agrícolas. La estructura del suelo proporciona espacios porosos y canales para que el agua y el aire circulen. Esto permite que las raíces de las plantas accedan a los nutrientes y respiren. A su vez, influye en su capacidad para retener el agua. De esta manera se apaciguan los periodos de sequías e inundaciones, evitando la erosión y promoviendo un uso eficiente del agua en la agricultura.

Desde lejos no se ve

Desde lejos o a simple vista no se ve, pero en el suelo hay algo más: los microorganismos. En una cucharada de suelo hay más microorganismos que habitantes en nuestro planeta. Son organismos diminutos, tales como bacterias, hongos, actinomicetos y otros. A pesar de ser ínfimos, desempeñan un papel crítico en la salud y la fertilidad del suelo. Por ejemplo, una de sus tareas es la descomposición de materia orgánica para reciclar nutrientes claves para el crecimiento de las plantas y mantener el equilibrio del suelo.

En la misma línea, algunas de las bacterias del suelo tienen la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico y convertirlo en formas utilizables por las plantas. Esto reduce la dependencia de fertilizantes químicos, las emisiones GEI y contribuye a la salud del suelo y el ambiente. Mientras que, por su parte, otros microorganismos actúan como agentes de control biológico. Es decir, combaten patógenos y protegen las plantas de enfermedades. También se comportan como silenciosos promotores de crecimiento.

Por último, y muy importante, los microorganismos son claves en la salud de la estructura del suelo. A través de su actividad biológica, ayudan a mejorar la agregación de las partículas y su capacidad para retener agua y nutrientes. Contribuyen a la formación de un ambiente favorable para el desarrollo de las raíces, convirtiéndose en poderosos promotores de crecimiento.

Sí, el suelo es donde todo comienza, y hacen falta muchos años para que se forme, pero muy poco tiempo para destruirlo. Nuestro país hace más de 30 años que eligió interrumpir un paradigma milenario de deterioro y dirigirse en el camino inverso: el de la recuperación y regeneración de los suelos. Con la naturaleza como guía, manejando los suelos sin remoción, con cobertura permanente -preferentemente viva a lo largo de todo el año- y con alternancia de cultivos. También con el uso y manejo de nuevas y mejores tecnologías que combinan biología, química y la ciencia en su más amplio espectro para la evolución y mejora continua.

Los suelos son fundamentales para la seguridad alimentaria, para el manejo eficiente del agua, como sumidero de carbono y reservorio de biodiversidad. Los sistemas basados en la siembra directa y en una agricultura siempre verde son la base de producción de biomasa para alimentos, bioenergías, biofármacos, materiales para la construcción y mucho más. Nos ayudan a combatir y adaptarnos al cambio climático, desarrollando resiliencia e incrementando producción en cantidad y calidad con menor huella ambiental. ¡Una mejor vida para todos!

Hoy podemos ser parte de un hito en la historia de la humanidad “¡entregar suelos a las próximas generaciones, en mejores condiciones de las que lo recibimos!”.

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