Por: Sergio Marcelo Mammarelli

Abogado laboralista, especialista en negociación colectiva.
Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia.
Autor de varios libros y Publicaciones.
Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut.

Chubut, 2 de agosto (PR/23) .- Ya falta nada para la realización de las PASO, que no es otra cosa que la primer “encuesta nacional” seria, en medio de la ausencia de mediciones creíbles. Es cierto, que varias provincias realizaron sus elecciones, pero sus resultados son muy poco extrapolables en el ámbito nacional, salvo un dato más que objetivo: El Frente de todos o Unión por la Patria, en términos globales en esas elecciones, viene retrocediendo en cantidad de votos en forma más que preocupante, comparándolas con las últimas elecciones anteriores, mientras que Juntos por el Cambio, viene recuperando terreno con la esperanza de un Congreso más equilibrado, tanto en el senado como en diputados.

Las PASO, nos permitirán por primera vez, proyectar hacia dónde va la Argentina con cierta certidumbre, porque su resultado, más que resumir lo que la política le propone a la sociedad, por primera vez podremos indagar, que es lo que estamos pensando los argentinos de la política y de sus ofertas. Es más, ese día veremos cómo se comporta la “abstención” en concurrir a votar, dato que no define las candidaturas, pero nos mostrará lo que piensan aquellos desinteresados con la política, constituyendo un nuevo sector de opinión que precisamente no quiere opinar.

¿Porqué el título de esta editorial? Simplemente, para sembrar esperanza dentro de tanta dualidad: Está todo bien o está todo mal. Tal vez, sea un poco de cada cosa.

Nadie duda, que la economía es el mayor de los problemas que azotan a los argentinos, ¿pero es el único? Claramente no. Si ello es así, pareciera que el verdadero problema de la Argentina es “político” y no simplemente “económico”. Dicho de otro modo, ¿si se arregla la economía, se soluciona todo en la Argentina?.  Creo humildemente que no.

Es la economía, estúpido! Esa famosa frase en la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush, le pertenece a James Carville, estratega de la campaña de Bill Clinton, para recordar la importancia de la situación económica como factor decisivo para los votantes. Sin embargo, ello, no significó que el único problema de EEUU, fuera exclusivamente la economía, sino que simplemente ordenó un “discurso político” a uno de los problemas más importante que padecían los americanos.

Coincido con Andrés Malamud, al decir que “el problema de los argentinos puede ser económico, pero su solución es política”. Sino fuera así, bastaría con un buen equipo económico y no un nuevo gobierno, para solucionar el problema. Y si hay algo que sobran en nuestro país, son economistas –casi tantos como abogados-.  Sin embargo, a diferencia de dicho prestigioso politólogo, pienso que la Argentina, tiene un verdadero problema político, que además tiene como condimento esencial, una malísima administración de los problemas económicos, por casi todos los gobiernos de la democracia iniciada en 1983, que también es reflejo de esos mismos problemas con distintas soluciones desde comienzos del siglo pasado.

Es cierto que la democracia argentina, no ha tenido los problemas de otros países de Latinoamérica. Su sistema es muchísimo más estable y la institucionalidad siempre ha mantenido cierta estabilidad, aún frente a los amantes del helicóptero. En este sentido, está mucho mejor de “lo que dicen”. Sin embargo, cada vez más, se observa un verdadero enfrentamiento entre sectores populares –por denominarlos de algún modo– y las clases medias –por llamarlo de otra forma-, que comienzan a tensar esa estabilidad institucional, con una Argentina casi dividida en mitades, según índices de pobreza e indigencia. En esta discusión, observo también, cierta ingenuidad en los discursos de unos y otros. Mientras los sectores populares, reclaman trabajo digno sin saber cómo, los otros, se vuelcan por la educación y orden, ignorando a los primeros, casi como si no existieran. Está claro, que esa discusión, no pasa por una antinomia entre derecha e izquierda, que jamás prendió en nuestro país. Su permanencia histórica, tal vez, sea mejor explicada como una sucesión en el gobierno, entre ambos sectores, que imponen esos objetivos por cortos períodos de tiempo, sin que el otro acepte el resultado. Precisamente por esta razón, la Argentina es pendular, llevándonos a soluciones muy diferentes según el sector que gobierne. Ello es tan así, que, frente al probable cambio de signo político en el próximo período, ya se está avisando del otro lado, que su resultado no será aceptado y será resistido con toneladas de piedras. Si ello fuera así, ¿qué transformación o cambio, puede ser perdurable o por lo menos percibido como permanente por los agentes económico y sociales de la Argentina -léase empresarios, sindicatos, agentes económicos, inversión extranjera y nacional, etc.?

Ahora bien, en esta tensión entre sectores, la solución es exclusivamente económica.? Según la oferta electoral de algunos, Milei por ejemplo, claramente sí. Todo lo va ordenar el mercado y para ello debemos terminar con la “Casta” –léase la política-, que es el mal de los males. Esta posición, a mi juicio ingenua y que hasta obligó al espacio, ensuciarse en el barro político, extrema posiciones desde eliminar el Banco Central y dolarizar la economía hasta fomentar la libre portación de armas o insinuar la compraventa de órganos. Veremos en la encuesta de las PASO, qué piensan los argentinos y cuántos canalizarán sus frustraciones en un referente teórico sin experiencia de gestión.

Del otro lado, se encuentran las clásicas posturas de siempre –con distintas denominaciones y ahora conformadas en frentes electorales-: La unión por la Patria, que intenta agrupar a esos sectores populares, representados por organizaciones sociales, por sindicatos o por el mundo del subsidio y el mundo del trabajo dependiente, que muchos resumen con el slogan aglutinante, de “el peronismo” o algo parecido, “el populismo”. Del otro, están las clases medias, representadas por Juntos por el Cambio, que rechazan a los otros por su componente popular y autoritario, pero que curiosamente, la mayor parte de sus candidatos provienen en su inmensa mayoría del peronismo –Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta, por ejemplo-, postulan todo lo contrario. Hay que terminar con los planes, los vagos a trabajar, los delincuentes a la cárcel, libertad económica para producir y los chicos a la escuela. Para complicar las cosas, dentro de ésta última alianza, se dividen dos posiciones cada vez más distanciadas entre sí, no tanto en los valores que comparten, pero si en el cómo cumplir sus objetivos.

Lo interesante hasta aquí, es que la economía no pareciera ser el problema definitorio de esta dualidad. Esperemos las PASO, para ver qué pensamos los argentinos de todo esto.

Si gana Milei o Libertad avanza, comenzaría a darles la razón a aquellos que creen que el problema es exclusivamente económico. Si Juntos por el cambio se empareja con Unión por la Patria, nuevamente estaremos en el peligro de un nuevo cambio de signo político, sin aceptación del otro, divididos casi por mitades. Mas aún, si dentro de Juntos por el Cambio, gana Rodríguez Larreta, veremos cómo se intenta ensanchar la famosa avenida del medio y si gana Bullrich, el todo o nada, tendremos una inédita versión y ensayo, de un gobierno de clases medias con impronta por primera vez con tintes autoritarios no proclives a la negociación.

Lo expuesto, con gran pesimismo, me suena al acostumbrado péndulo entre los que gobiernan y los que no lo aceptan, para volver en un período más o menos extenso de tiempo a todo lo contrario. Del mismo modo, los grupos de poder y de presión de toda la sociedad argentina, jamás percibirán el cambio como permanente, sintiéndose más tentados a resistir que a acomodarse a las nuevas reglas.

Mi percepción, es que lo que venga, tendrá la oportunidad de construir un nuevo orden político y económico que comience a borrar la brecha –y a propósito no digo grieta-, donde el sector que quede fuera comience a sentir que participa en la elaboración del nuevo orden y se siente contenido en los valores que expresa el otro. Ese es el profundo desafío del nuevo gobierno. No intentar arrasar con los otros, sino convencerlos de que también los contiene y pueden ser parte de los mismos valores, no solo económicos, sino también culturales, de bienestar y por qué no de justicia social. Esta es la única forma de transformar la grieta en alternancia, donde unos y otros acercan sus posiciones, en una sociedad que siempre se siente contenida en su conjunto por una serie de valores más o menos estables. Para ello, todos deben ceder en su forma de pensar los problemas y también las soluciones.

Lo único cierto, es que, en pocos días, las PASO, romperán nuevamente nuestra apatía política, bajo la ficción de un deber cívico y obligatorio –por más que muchos optarán, por lo contrario-. Por primera vez, tendremos una encuesta en tiempo real, de qué pensamos todos los argentinos, lo que seguramente ordenará los discursos políticos desde ese momento hasta octubre. Mientras tanto, seguiremos con la polémica, si los problemas de los argentinos son esencialmente políticos o económicos o si la Argentina está tan mal o tan bien como parece pero que difiere de lo mal o bien de los que dicen que está.

Fuente: infosurenlinea

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