Buenos Aires, 4 de agosto (PR/23) .- El estrato herbáceo de bosques nativos y pastizales es el principal recurso forrajero de los sistemas ganaderos de Entre Ríos. En un contexto de variabilidad climática, mantener el equilibrio entre la oferta forrajera y la demanda animal, es clave. Desde el INTA Paraná, brindaron recomendaciones para planificar la oferta forrajera, mejorar la productividad y evitar la degradación de los campos naturales.

Lucrecia Lezana -profesional del INTA Paraná, Entre Ríos- explicó: “La productividad del campo natural es muy variable entre sitios, pero se estima que el 70 % se acumula en primavera y verano porque el campo natural está dominado por gramíneas de ciclo primavero-estivo-otoñal. Esto significa que vegetan en primavera y verano y florecen en otoño”.

En cuanto a las especies de ciclo otoño-inverno primaveral, “son escasas pero muy importantes por su aporte de forraje en una época crítica para los sistemas ganaderos”, agregó la especialista y explicó: “La productividad del pastizal depende directamente de las lluvias de primavera y verano. Así, en años secos, el crecimiento del pastizal puede reducirse drásticamente, afectando su capacidad de carga”.

En un contexto de variabilidad climática, desde el INTA Paraná, brindaron recomendaciones para planificar la oferta forrajera en campo natural.

Por un lado, la presupuestación forrajera forma parte de los programas de planificación forrajera para conocer qué requerimientos se deben cubrir antes del servicio de primavera.

“La presupuestación forrajera es clave en cualquier sistema de base pastoril, dado que permite compatibilizar la oferta forrajera y la demanda animal, asegurando un nivel de alimentación acorde con los objetivos productivos y con la preservación de los recursos naturales”, detalló Lezana.

Y agregó: “Un punto crítico para elaborar una presupuestación forrajera es definir la biomasa forrajera disponible y el crecimiento estimado. La biomasa forrajera puede determinarse mediante métodos directos o indirectos”.

En cuanto al método directo, Lezana explicó que “se realiza mediante cortes de biomasa de una superficie conocida, procurando lograr una buena distribución de la muestra -se utilizan marcos de 0,25 m2– y se seca en estufa hasta peso constante. El peso seco promedio obtenido se expresa en kg MS ha-1 y es la disponibilidad forrajera del lote”.

Por otro lado, para determinar la disponibilidad forrajera de manera indirecta, existen diferentes métodos a partir de la evaluación de algún atributo que se correlacione con la disponibilidad, como, por ejemplo, la altura, ya que se considera un buen predictor de la biomasa forrajera y permite una evaluación rápida.

“La altura promedio de la biomasa forrajera en un lote se evalúa recorriendo un trayecto de 100 metros, ubicada en un sector representativo, registrando la altura del tapiz evitando inflorescencias. Al finalizar, se multiplica la altura promedio por la pendiente de la curva de regresión, en este caso, por 70”, especificó Lezana.

Así como la presupuestación forrajera, la planificación del pastoreo forma parte de los programas de corto plazo de la planificación forrajea e implica conocer la biomasa forrajera disponible, la biomasa que se acumularía en función del crecimiento en el periodo de pastoreo, los requerimientos del animal y la duración del periodo de pastoreo.

“La principal diferencia con la presupuestación es el plazo para el que se planifica, habitualmente, de 1 a 4 semanas, dependiendo del esquema de rotación disponible”, sintetizó la especialista.

En relación con el diseño del esquema de rotación, Lezana comentó que dependerá de la infraestructura -alambrados, aguadas- y de la mano de obra disponible, así como de la tasa de crecimiento del recurso forrajero.

“En un esquema simple, de 4 potreros y 30 días de pastoreo, la frecuencia de pastoreo será de 90 días. Dada la relación entre el número de parcelas y el tiempo de pastoreo, si se quisiera reducir el tiempo de pastoreo a 15 días, manteniendo la frecuencia de 90 días, sería necesario duplicar el número de parcelas en la rotación”, puntualizó Lezama.

“Aunque la variabilidad climática no pueda controlarse, es posible manejar el uso de los recursos para reducir su impacto. En este sentido es fundamental la planificación forrajera a mediano y corto plazo, valiéndose de herramientas como las evaluaciones a campo para determinar la disponibilidad forrajera, complementadas con información provista por sensores remotos”, concluyó Lezana.

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Fuente: INTA