Por Lucía Montenegro (*)
Buenos Aires, 6 septiembre (PR/23) — El homenaje a las víctimas del terrorismo fue obviamente una iniciativa de Victoria Villarruel, que desde hace mucho tiempo, diría que desde siempre, levanta esta bandera.
Bandera trémula de llanto y desesperación, bandera de paz, de amor y de perdón.
Yo solo tuve el honor de acompañarla en este gesto maravilloso. Gesto humano, sensible y patriótico. Un gesto absolutamente revolucionario.
La evaluación que hago del evento es totalmente favorable, pues a pesar de los insultos, amenazas y la violencia dentro y fuera de la Legislatura, el Salón Dorado estuvo colmado de familiares y amigos de las víctimas.
Víctimas en su totalidad inocentes que decididamente merecen ser homenajeadas… como todas las víctimas.
Víctimas que merecen ser honradas y lloradas por sus seres queridos y sus amigos, sin esconder sus lágrimas y sin disimular su dolor.
Víctimas de un terrorismo criminal, víctimas que en muchos casos eran niños o niñas, víctimas de un odio sin comienzo y sin final.
La violencia de los negacionistas de la izquierda es un sin sentido y un absurdo. Una afrenta a la verdad y a la democracia.
Ser negacionista de esa realidad es absurdo, ridículo y fatal. Ser negacionista de algo tan próximo, tan palpable y tan real tira por tierra las columnas que sostienen el templo de la racionalidad.
¿Por qué ese intento de silenciar el dolor de esas familias que le fueron arrebatados sus seres queridos? ¿Por qué tratar de impedirle llorar a sus víctimas de cara al sol? ¿Por qué tratar de tapar con las manos el candente sol de ese dolor?
No hubo una sola palabra de reivindicación al golpe militar y mucho menos a favor de las atrocidades que se denuncian. Hecho que nuestro espacio repudia y condena en forma clara y sin reticencias.
Tampoco hubo mención electoral alguna ni política propia de campaña. Esas argucias propias de la CASTA no tienen lugar en nuestro ideario liberal y popular.
Fue un grito de dolor que derrumbó las tenebrosas murallas de silencio impuestas por décadas de traición. Un grito que escuchará la eternidad.
Para concluir destaco y agradezco la presencia en el evento de los diputados Nahuel Sotelo, Constanza Morales de la provincia de Buenos Aires, Leonardo Saifert de la Ciudad de Buenos Aires, y del diputado Nacional mandato cumplido Alfredo Olmedo de la provincia de Salta.
A las personas que viajaron desde la provincia de Tucumán (que no pudieron entrar por la violencia patoteril de los militantes de izquierda que reivindican al Ejército Revolucionario del Pueblo -ERP- y a los Montoneros, asesinos estos de las víctimas en cuestión, y que les impidieron ingresar), nuestra solidaridad y agradecimiento. Así también a la diputada nacional Carolina Piparo, que sufrió las mismas incomodidades que no le permitieron entrar a la Legislatura.
Y a nuestra querida amiga Lilia Lemoine, que fue rociada con querosene con obvias intenciones de incendiarla, o sea de matarla, nuestro afecto junto al repudio al salvaje intento que pudo terminar con su vida.
(* – Legisladora porteña de La Libertad Avanza).
Escrito por Lucía Montenegro