Escribe Susana Merlo
Buenos Aires, 4 de noviembre (PR/23) .- Los resultados de las recientes elecciones presidenciales sorprendieron a muchos. Sin embargo, solo profundizaron una tendencia que ya se había manifestado con fuerza en 2021 cuando se percibió la participación muy activa de grupos más jóvenes y, también, un resurgimiento de posiciones hacia la derecha (en todas las clases sociales), en detrimento del tipo de progresismo que se había dado durante varias décadas.
Pero esto fue solo una manifestación de cuestiones mucho más profundas, y en las que “ el campo” tiene mucho que ver al haberse erigido en uno de los más modernos, con las últimas tecnologías de avanzada, y el que en forma más consistente está liderando en los temas ambientales “en serio”, y no en meras declaraciones.
Esto, claro está, además de ser la reserva (y en muchos casos también la memoria) de tradiciones, historias, idioma y valores muy vapuleados en la cultura ciudadana de los últimos años y que ahora, con los cambios que se están profundizando, pueden volver a resurgir.
Es que si bien “el campo” hoy es sinónimo de empresa, innovación, e inversión de capital; también es una forma de vida a la que, por ejemplo, muchos países desarrollados están intentando volver (por diferentes razones), y en otros varios, al que se retorna porque el desarraigo siempre causa añoranza. En todo caso, lo cierto es que “volver al pago” permite reencontrarse con la cultura, las tradiciones, la música, los sabores, las costumbres, y los códigos que caracterizaron a diferentes grupos sociales y que, en conjunto, hicieron de la Argentina un lugar singular y distinto.
Es cierto que mucho de eso parece haberse perdido. Sin embargo, no se olvidó. Y esto permite pensar que es posible recuperarlo, rescatarlo de los malos usos y costumbres que se fueron imponiendo, ya que un pueblo sin historia, y tradiciones, no tiene raíces y es mucho más manipulable.
La cultura del trabajo; la dignidad; el orgullo nacional; la meritocracia, no son valores que se encuentren en una oficina de objetos perdidos. Todavía están en la memoria profunda de parte de la sociedad y cuánto más en el interior del país se busque, más a flor de piel se encuentra.
Pero, este movimiento de cambio que se manifestó en estas últimas elecciones con particular contundencia, todavía no termina de generalizarse. Y no solo hay “pasado activo” en la política, donde ahora deberán convivir los del viejo esquema con los nuevos, sino también en casi toda la dirigencia.
No es necesario hablar de los viejos “caudillos” provinciales, ni hacer mención a la enquistada y casi eterna dirigencia sindical, para caer en la cuenta que lo mismo ocurre con la dirigencia empresaria, y hasta comercial.
El campo y la agroindustria no son excepciones. Apenas en forma incipiente se notan movimientos ascendentes de franjas etarias menores, con otra fuerza, otras prioridades, y que hasta pueden convivir sin mayores dramas con el brutal salto tecnológico que corta transversalmente desde las comunicaciones, hasta la maquinaria, y desde los servicios hasta las ciencias aplicadas.
Sin embargo, así como la vieja política resiste dar un paso al costado, también la anterior dirigencia intenta mantener su perpetuidad lo que, aunque tiene un final a término, sigue causando daños que serían evitables…
El “efecto tapón”, que impide el rápido recambio por lo nuevo, provoca costosas pérdidas de tiempo que, en el caso de la producción, la industria o los negocios, implican pérdidas económicas y de oportunidades cada vez más voluminosas…
“Que se vayan todos…!”, “que haya cambios de fondo, estructurales…!”, parece ser la consigna declamada, pero resistida por varios sectores aún, especialmente de la dirigencia.
De todos modos, hay un cambio muy profundo que ya comenzó….
Fuente: Campo2.0
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