“Había que agarrar la lata de tomates rápido, porque detrás venía el del supermercado y, si no te dabas cuenta, te terminaba remarcando la mano”, bromean los abuelos que sufrieron en carne propia aquellos días de locura. ¿No será que no es una broma y que lo que están viviendo ahora los argentinos es una nueva tragedia que marcará a fuego a una nueva generación con el trauma de las escaladas de precios sin control?
Lo peor no es el 25% de diciembre. Ni el 190 por ciento acumulado en la etapa anterior del año, en el derrumbe final del cuarto gobierno kirchnerista de Alberto Fernández.
Lo más grave es lo que, hasta el propio gobierno admite, ocurrirá en lo que resta del verano, con una escalada de precios que se estima en un 30% para enero y un nivel similar para febrero.
Es decir, cuando los argentinos lleguen a marzo y deban enviar a sus hijos a la escuela, su poder adquisitivo habrá caído a la mitad, y difícilmente les quedará resto para afrontar las demandas que siempre se producen en el tercer mes del año, cuando hay que comprar mochilas, cartucheras, cuadernos, repuestos y todo tipo de útiles escolares.
En ese mes también se termina definiendo si los chicos continuarán o no en un colegio privado, y en muchos casos habrá que enfrentar el trauma que representa para ellos tener que cambiarlos de colegio porque ya no alcanza para pagar la cuota.
“Te puedo decir que quien era de clase media baja en noviembre ahora está en la pobreza, y quien era de clase media media, ahora es media pobre, y así sucesivamente”, graficó ante Noticias Argentinas un consultor que monitorea precios en varias cadenas de supermercados para luego nutrir con esa información a referentes de cámaras de empresas de la alimentación.
Los números del INDEC que asombran
En el caso de las empresas de medicina prepaga, uno de los servicios más valorados por las clase medias, el aumento relevado por el INDEC para todo el año fue del 228%. Sólo fue superado apenas por mantenimiento del hogar (231%) y, sobre todo, por alimentos y gaseosas, que subieron 251%, en especial después del brutal sablazo que aplicaron marcas ahora consideradas casi de lujo, como Coca Cola, Pepsi, las aguas minerales Villavicencio y Villa del Sur, los jugos de fruta Cepita y otros. Ese sector de la cadena de bebidas aplicó un brutal ajuste de precios antes de las fiestas de fin de año.
Como el consumo no respondió en Navidad, Coca Cola se vio obligada a retroceder un 20% sus márgenes de ganancia, a la espera de ver si recupera posiciones durante lo que resta del verano. Un fenómeno similar se vivió en la costa atlántica, donde la suba interanual rondó el 220%, con el agravante de que muchos precios están en dólares, como los de los alquileres y hasta las carpas ubicadas en las playas.
El rubro que menos subió, según el INDEC, fue el vinculado con las tarifas de servicios como luz, gas y agua, que treparon 149%, mientras que también se anotaron entre los que menos subieron los de prensas de vestir y calzado: 169%.
En el año, el costo de vida cerró con una suba del 211,4%. Imposible desarrollar algún plan económico en medio de semejante tragedia que ubica a la Argentina como el país con más inflación de América Latina, y entre los cinco con más suba del costo de vida a nivel mundial.
Alta tensión en el gobierno.
El presidente Javier Milei había sostenido que si el costo de vida de diciembre daba por debajo del 30%, al ministro Luis Caputo había que sacarlo a pasear “en andas”. Se pasó de optimista el Presidente.
El costo de vida finalmente estuvo por debajo de ese nivel, pero arrojó un altísimo 25% en diciembre. Las perspectivas son de 30% en enero, 25% en febrero y otro 25% en marz, según tres consultoras líderes del mercado.
Si ese pronóstico se cumple, en cuatro meses los precios se habrán disparado más del 100%. Un bochorno.
“Ojalá la gente aguante la inflación que se nos viene”, dijo el titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda, José Luis Espert. Sería sólo una anécdota si no fuera porque fue una de las cuestiones claves que se trataron estos días en las prolongadas reuniones que los técnicos del FMI mantuvieron con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y el ministro Caputo. “Ojalá que la gente aguante”, fue una idea fuerza central en mucho de lo que se discutió.
La razón: lo que viene para este primer trimestre es motivo de preocupación no sólo en el gobierno, sino también entre los sectores empresariales, el sindicalismo y la Iglesia. El proceso de estanflación que empezó ya a atravesar la Argentina se agudizaría con fuerza a partir de la segunda quincena de enero, deprimiría mucho los ánimos en febrero y prepararía un terreno muy complicado para marzo, cuando los padres tengan que hacer frente a la compra de útiles escolares y viandas para sus hijos, además de pagar las cuentas de las vacaciones, aquellos que pudieron darse ese “lujo”.
Los salarios se evaporan a la velocidad de un rayo. Ya hacen falta 500 mil pesos para no ser pobre por ingresos en la Ciudad de Buenos Aires. Un anticipo reservado elaborado por técnicos cercanos a la Universidad Católica proyectó que a fines del 2023 la pobreza ya afectaba a la mitad de la población argentina, constituyendo un escenario desgarrador. La clase media baja ya estaba instalada entre los niveles de ingresos más bajos.
Ya no sólo hay empleados en relación de dependencia que cayeron a los deciles de pobres. Incluso muchos que tienen dos empleos no pueden sumar lo necesario para hacer frente a gastos cotidianos disparados hasta la estratósfera. Los técnicos del FMI -de quienes se podría decir que habitan una burbuja con sus altísimos salarios en dólares- parecieron tomar conciencia de semejante cuadro social durante los cónclaves mantenidos con funcionarios argentinos. La cuestión social ocupó como nunca largos párrafos en el comunicado oficial difundido este miércoles por la noche desde Washington.
“Las autoridades están consiguiendo apoyo social y político para su plan de estabilización”, dijeron los técnicos del Fondo, quienes destacaron que el plan Milei-Caputo también busca “ampliar la asistencia social para proteger a los más vulnerables”.
Subrayaron también que se reforzó “significativamente la asistencia social a través de programas de subsidios por hijos y cupones de alimentos”. Y hasta ponderaron la intención de acabar con la corrupción en la ayuda social, al señalar que la administración Milei “se aleja de los programas sociales distribuidos a través de costosos intermediarios”. Y hay margen para más: el documento revela que hay una decisión de “preservar el valor real de las pensiones y aumentar la asistencia social según lo justifiquen las condiciones”.
Hay tres sectores del peronismo que creen que este esquema de ajuste con devaluación e inflación no aguanta, y que Milei deberá barajar y dar de nuevo. En el pronóstico coincidirían Sergio Massa, Axel Kicillof y La Cámpora, una de las agrupaciones más desprestigiadas de la política argentina, que mantiene aún poder residual en el hecho de que tiene 10 intendentes alineados. Milei, pero sobre todo Mauricio Macri y Patricia Bullrich, repiten que nunca hay que subestimar la capacidad de daño y las ansias de poder de los peronistas. “Vamos a mostrar que hay un camino distinto al ajuste y la devaluación”, dicen operadores cercanos a Massa y Kicillof.
Para que una opción alternativa de poder crezca o no, será clave cómo el gobierno logre manejar la delicada situación social, sobre todo en el conurbano. Cerca de Milei aseguran estar asombrados porque en lugares de La Matanza profunda, la gente que lo votó sigue dándole crédito al Presidente. Confían en que el deseo de cambio es tal que el verano será más tranquilo de lo esperado. No obstante, un cuadro donde la mitad de la gente es pobre, puede minar la paciencia de las familias postergadas.
Para colmo, en su comunicado, los enviados del FMI escribieron que el camino hacia la estabilidad “será desafiante y las condiciones empeorarán antes de mejorar”. ¿Cuánto empeorarán? Lo dijo Espert: “Vienen tres meses muy complicados, vamos a tener entre 20 y 30 por ciento de inflación, hay que ver si la gente aguanta”.
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Fuente: NA