Esa tarea de chipeado, a cargo de UNICA, la cámara empresaria de la industria frigorífica que agrupa a las cuatro plantas que se dedican a la carne equina en el país, resultó se más compleja de lo que parecía. Y esto se debería a las particularidades del negocio, ya que los caballos que se envían al matadero (unos 100 mil cada año) en general son recolectados de los campos por “acopiadores” tradicionales en ese negocio.
Por eso, mientras Senasa otorga más tiempo para aplicar la exigencia europea, los empresarios del sector han comenzado a pedir que se modifique el esquema actual y se comience a aplicar una identificación individual electrónica obligatoria a todos los caballos del medio rural (no a los deportivos), tal y como pretende hacer el gobierno a partir del primero de enero de 2025 con los bovinos.
Es opción estuvo seriamente bajo análisis en el Senasa y se iba a imponer modificando la Resolución 471/2015, que fue la que creó el Sistema Nacional de Información de Équidos, pero la reforma para ampliar a todo el rodeo el alcance de la trazabilidad en caballos no pasó por el filtro de las autoridades políticas del Ministerio de Economía, al mando de Luis Caputo y Juan Pazo. Con esta resistencia se vuelve a poner en peligro de una sanción europea a una actividad que genera más de 50 millones de dólares en divisas por la exportación de carne equina desde la Argentina a Europa.
Sobre este tema, el programa radial Colonia Agropecuaria entrevistó a Ernesto Lowenstein, histórico empresario de la carne y dueño de uno de los cuatro frigoríficos que faena caballos en la Argentina. El empresario tiene una vida de novela: su abuelo materno llegó a la Argentina en 1922 desde Polonia y su padre, escapando del nazismo, lo hizo en 1935 desde Frankfurt. Él nació en Basavilbaso y desde los 14 años, su padre lo llevaba al Mercado de Liniers a comprar hacienda aescondidas de su madre, que quería que fuese abogado. En 1960 creó la marca Paty en sociedad con Luis Bameule y José Moché. Luego se metió de lleno en el negocio de exportación de carne de caballo, en el cual es líder con una planta de faena en Río Cuarto.
“Quizás a veces estuvimos con demasiado bajo perfil en la industria equina, porque no es lindo ir a un lado y decir estamos en la faena de equinos. Pero yo digo que el caballo es tan noble que hasta después de muerto es útil a la sociedad”, afirma el empresario.
Durante años la Argentina ha sido la principal exportadora mundial de este tipo de carne y Europa -con Bélgica a la cabeza- la principal importadora. Lowenstein dice que el negocio viene de tiempos remotos y recuerda: “Cuando Napoleón invadió Rusia y retrocedió y tuvo que volver con la cola entre las patas, ¿qué le daba de comer a los soldados? Los caballos. No hay duda de eso”.
El zar de los caballos, de todos modos, reconoce que él no probó nunca la carne que vende a los europeos. Pero aclara que su nieto sí lo ha hecho y se convirtió “en un fanático, la carne de caballo, porque tiene más hierro. El equipo atlético de Kazajatán lo que consume es carne quina por el hierro que tiene…”, agrega.
-La gente se espanta con la idea de que se faene un caballo. ¿De dónde provienen los caballos que en general van a frigorífico a faena?
-Para hacerlo muy simple, imaginemos que un yegüero, al cual le aprecio mucho, es como un gitano. Años atrás iba con un caballo bueno y dos tachos. Antes se llamaba tacho a un caballo en desuso. Y esto en la época de la mecanización tanto en Estados Unidos como en la Argentina, todos los caballos percherones, ¿dónde terminaron? Argentina llegó a faenar 500.000 caballos por año, hoy estamos apenas en 100.000. Si tomamos como cálculo que hay 4 millones de caballos, no hay duda que hay unos 300 mil o 320 mil caballos que mueren por año, de los cuales solamente 100 mil van a frigorífico. La gente tiene derecho de mandar el caballo al frigorífico y si tiene mucho cariño, mucho afecto, lo puede dejar morir en el campo, es más que natural eso.
-Pero hay un negocio que aporta buena cantidad de divisas, unos 50 o 60 millones de dólares al año que ingresan al país.
-Todos preguntan por qué tenemos tanta necesidad de exportar a la Unión Europea. Se exporta un poco a Rusia, ahora está muy parado, Japón es mínimo, y Kazajastán lleva algo. Pero los cortes nobles van a Europa y si no vendemos los 6 cortes más la paleta, ¿con todo el resto qué hacemos?
-¿Entonces se mandan los mejores cortes para el consumo en una serie de centros gastronómicos que existen en Europa?
-Hay gastronomías especiales para este tipo de carne. Per cápita, donde más carne de caballo se consume es en Bélgica. Pero en volumen, ¿sabe qué país es el que más consume carne de caballo? Italia. En Italia, si usted va a Verona, hay restaurantes que su especialidad es carne de caballo, por ejemplo.
-Ese negocio le da trabajo a muchos argentinos en cuatro frigoríficos en total en el país… Ese negocio está en peligro desde hace un par de años porque Europa se ha puesto firme con una exigencia de trazabilidad. Quiere saber de dónde salen los caballos que se envían. La Argentina le había prometido que iba a establecer un sistema de chipeado y de identificación individual. Y ahora el Senasa patea la fecha de entrada en vigencia de esta norma del primero de julio de 2024 al primero de julio de 2025. ¿Qué sucedió?
-Ya hace años que la Unión Europea está poniendo como siempre condiciones sanitarias, entre comillas proteccionismo, claramente lo digo. Ellos hoy día todavía no están chipeando sus propios caballos. La razón de chipear los caballos es por un tema sanitario, para descartar que en los últimos seis meses no hayan tomado ningún medicamento, etcétera. Entonces, lo que ha hecho Senasa ahora fue algo con sentido común, porque cuando se comprometieron a fin del año pasado era un compromiso de cumplimiento imposible.
En este punto, los empresarios de esta industria creen que lo que hay que hacer es desestimar la obligación de chipear solo los caballos que van a la faena para avanzar hacia un sistema semejante al que se intenta imponer a los bovinos, que sea de aplicación paulatina y general para todo el stock equino de uso rural.
“Si se chipea un potrillo hoy, ese potrillo chipeado posiblemente nunca vaya a faena. O sea, para terminar esto tendríamos que chipear los casi 4 millones de caballos que hay en el país. Pero el chipeo no es útil solamente para la carne. Si los productores hoy registran sus equinos y los chipean, les dan más valor. Está el tema de sanidad y más que nada el tema de los robos. Antes, cuando había un robo, el dueño venía a ver los cueros en el frigorífico. Hoy en día, si hay un robo, el animal está inyectado con un chip, inclusive se ha llegado a evitar su faena.
-¿O sea que ustedes están proponiendo desde la industria frigorífica que se haga trazabilidad universal a todos los caballos?
-Estamos hablando de caballos rurales. Porque el caballo deportivo es otra cosa. El chip es georreferencial, muy útil. Y esto serviría para seguridad, para sanidad, para un montón de cosas, más allá de que el caballo termine o no en el frigorífico. Como le digo, no necesariamente va a terminar en el frigorífico. Se va a combatir el robo, especialmente en las zonas urbanas, tanto en el Gran Buenos Aires, el Gran Rosario, el Gran Córdoba.
Lowenstein insiste en que la industria frigorífica de equinos hizo un gran esfuerzo, pero “hasta el momento los frigoríficos hemos aportado los microchips, e inclusive estuvimos ayudando a colocarlos. Yo lo que considero es que todo lo que está en el campo debe ser trazado. Y bueno, eso les va a dar más valor, porque si un caballo no está chipeado y dentro de dos años los quieren vender, no se los va a comprar nadie. Estamos insistiendo en ayudar y que la gente lo tome como una necesidad cierta para el futuro”.
Primicias Rurales
Fuente: Bichos de Campo