Salta, lunes 16 septiembre (PR/24) — El arzobispo de Salta llamó a renovar el pacto de fidelidad con el Señor del Milagro. “Necesitamos conocerte y dejarnos iluminar por la luz de tu mirada y la fuerza de tu corazón”, expresó.

Miles de peregrinos llegados de todos los rincones de Salta, además de otras provincias y también de países vecinos, participaron este domingo 15 de septiembre de la tradicional fiesta del Señor y la Virgen del Milagro.

Cada año, la procesión del Milagro recorre las calles principales del centro de Salta. Los actos centrales incluyeron la salida de las imágenes desde la catedral, la bendición a los peregrinos y la renovación del Pacto de Fidelidad, presidido por el arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello.

Monseñor Cargnello, y los custodios de la catedral, acompañaron el recorrido de las sagradas imágenes del Señor y la Virgen del Milagro en la tradicional procesión que partió desde la catedral hasta el monumento 20 de febrero, donde se realizó una vez más el pacto de fidelidad.

De la ceremonia participaron el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, y el vicegobernador, Antonio Marocco, acompañando al Señor del Milagro.

“¡Señor del Milagro, gracias por atraernos hacia ti para renovar, también este año, el Pacto de amor contigo!”, expresó el arzobispo de Salta: y dijo: “Traemos en el corazón el dolor y la alegría, las esperanzas y las angustias de nuestros hermanos en esta hora de nuestra historia”.

“¡Aquí nos tienes, Señor! Traemos nuestros dolores, nuestras preocupaciones, la pobreza de muchos argentinos. Con nosotros vienen nuestros pecados, nuestras infidelidades, pero también nuestras esperanzas que se apoyan en tu fidelidad constante y siempre renovada”, dijo el prelado.

“Una profunda crisis moral atraviesa nuestra historia y su impacto destructor golpea a todos, especialmente a los más pobres, a los más necesitados. ¡Muéstranos tu Rostro, Señor! Necesitamos conocerte y dejarnos iluminar por la luz de tu mirada y la fuerza de tu corazón”.

Monseñor Cargnello explicó que en el Evangelio contemplamos a Jesús “un hombre marcado por una autoridad única, superior, un hombre profundamente libre” y destacó que esa autoridad “era la manifestación de una profunda libertad interior” y cómo esa libertad de Jesús impresionó a sus contemporáneos y se consumó en la Cruz en la “entrega total de su ser al Padre y del don de su vida por cada uno de nosotros, el momento en el que resplandecerá la fuente de su libertad y de su autoridad”.

“Con Él vamos a establecer, también este año, el pacto de amor y de fidelidad”, dijo el arzobispo y señaló que “establecer un pacto es ser interpelado en lo profundo de nuestro ser para crecer como hijos de Dios. Un pacto se da entre iguales o, en este caso, entre un Dios que nos pone a su altura y nosotros que, siendo tan pequeños, abrimos nuestro corazón a su Espíritu para que Él nos haga capaces de ser libres como Jesús”.

La libertad de los hijos de Dios
¿Qué quiere decir “ser libres como Jesús”? El arzobispo salteño señaló que “la libertad es una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. Podemos elegir, podemos decidir. Elegir el bien nos hace más humanos, elegir el mal nos hace menos humanos. Somos verdaderamente libres en la medida en que hacemos el bien. El mal nos esclaviza y nos hace dañinos para los demás y para nosotros mismos”.

De ahí que Jesús sea “el modelo supremo del hombre libre”, que decidió y dirigió su vida “la voluntad del Padre y hacia el don de Sí mismo a los hermanos, hasta dar la vida” y subrayó: “Ese es el camino de la libertad cristiana. Ese es el estilo que un cristiano está llamado a vivir en todas sus relaciones. Ese es el norte de nuestra existencia. Superar el pecado, el vicio, dejar que Cristo libere nuestra libertad de toda atadura, es nuestra lucha. En esa lucha Cristo es nuestro maestro y nuestra fuerza”.

“¿Cómo vivir esa libertad en este mundo? ¿Cómo hacerlo en medio de la sociedad a la que pertenecemos, nuestra familia, nuestros pueblos y ciudades, nuestra patria?”, se preguntó monseñor Cargnello, recordando que “la persona humana no es un individuo encerrado en sí mismo” y la vida social “es una dimensión esencial e ineludible para el hombre”. Por eso “la convivencia civil y política no surge del elenco de los derechos y deberes de la persona, sino que adquiere todo su significado si está basada en la amistad civil y en la fraternidad”.

Al respecto añadió: “La convivencia entre ciudadanos, cuando se basa en la amistad, se construye por el desinterés, el desapego a los bienes materiales, por la disponibilidad interior a ayudar al otro. Para nosotros, cristianos, las justas relaciones, sean entre patronos y empleados, entre gobernantes y ciudadanos, entre ricos y pobres, suponen querer el bien del otro, como corresponde a la dignidad de personas humanas deseosas de justicia y fraternidad”.

Superar el clima de enfrentamientos
El arzobispo de Salta precisó luego que “en esta hora de la patria, constituye un compromiso especial de los cristianos apostar a transformar el clima de enfrentamientos que duele y traba la marcha hacia un futuro mejor, apostar por cultivar relaciones sanas, respetuosas, que permitan un diálogo constructivo, mirando el presente y el futuro, sin ideologías reductivas, sin negar las propias equivocaciones y responsabilidades, con capacidad de autocrítica, con respeto al lugar que la Providencia ha asignado a los otros, con magnanimidad para reconocer los aciertos del opositor, con paciencia, con capacidad de mirar al largo plazo. Los argentinos tenemos derecho a un futuro mejor”.

Y agregó: “Es necesario focalizar los esfuerzos para luchar no contra nuestros hermanos sino contra aquello que nos destruye: la violencia, el flagelo de la droga, la inequidad social con su secuela de una pobreza creciente, la cultura de la muerte, la pérdida de la calidad educativa”.

El arzobispo instó a “hacer lo posible por detener este sunami destructor. Luchar contra la inequidad social es también tarea de cada ciudadano”, y subrayó que “al Estado le corresponde crear y sostener las condiciones para que las personas y las instituciones desarrollen toda su capacidad para realizarse con los demás, pero también a cada ciudadano se le pide aportar lo suyo”.

El alimento eucarístico
El arzobispo invitó luego a buscar en la Eucaristía el “alimento del caminante, prenda de esperanza y fuente de reconciliación y fraternidad”.

“La Eucaristía es alimento del caminante, en primer lugar, porque te marca la justa dirección del camino de la vida. Te indica y te da la meta: es Cristo. Es prenda de vida eterna, pero, quien se alimenta de Cristo en la Eucaristía no tiene que esperar el más allá, posee aquí la vida eterna. Por eso el cristiano está llamado a dedicarse cada día a su trabajo, a su responsabilidad respecto a esta vida”.

“Estamos delante de su Cruz del Milagro, al pie está María, nuestra Señora del Milagro. Ser cristianos eucarísticos implica recibir el don que Jesús vuelve a darnos desde la Cruz: su Madre. Significa comprometernos a vivir como Cristo en esta hora, aprendiendo de María y dejándonos guiar por Ella”.

“En esta sociedad que sufre la corrupción y la falta de un compromiso sólido, ofrezcamos el propósito de crecer en laboriosidad, honradez y honestidad. Escuchemos la plegaria de los devotos y peregrinos que claman al Señor y a su Madre pidiendo que podamos superar las dificultades de esta hora de la patria. No hay odio en sus plegarias, no hay revanchas, es una oración que nos interpela a todos. Escuchémosla”.

“En esta hora en la que vemos crecer la pobreza y nos abofetea la inequidad, propongámonos ser austeros y muy solidarios con los que nos necesitan. No temamos perder algo de nuestra comodidad en favor de los más pobres. No hagamos ostentación provocando mas dolor a los agobiados por la pobreza.

“El Milagro es el testimonio más elocuente del poder transformador de la fe. Reconozcámoslo”.

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Fuente: AICA