Por Jorge Vasconcelos

Coordinador General de Revista Novedades Económicas

Buenos Aires, lunes 2 diciembre (PR/24) –El llamado impuesto inflacionario no es sólo una fuente no legislada de financiamiento del déficit fiscal, es también una especie de “marea alta” que no deja ver con claridad el resto de las deficiencias de la economía.

Por el lado de la oferta, cuando la marea baja pasa a ser urgente avanzar en productividad y abatir el “costo argentino”, en el contexto de una economía más abierta al mundo; mientras que, del lado de la demanda, una vez conseguida, la estabilidad pasa a ser “un bien adquirido”, y la agenda se desplaza hacia nuevos requerimientos, vinculados con la calidad y disponibilidad de servicios públicos, la eficacia de las agencias regulatorias, la competencia existente entre los oferentes de bienes y servicios privados, entre otros. 

Además, para el caso de países bimonetarios como la Argentina, la transición en marcha debe contemplar la profundización de la operatoria del sistema financiero y del mercado de capitales, tanto en pesos como en dólares, ya que la “competencia de monedas” no debería limitarse al plano transaccional.

A su vez, para que depósitos y préstamos en dólares mantengan su dinámica, se requieren “sujetos” de crédito operando en actividades con sesgo exportador. De lo contrario, el bimonetarismo seguirá con una base de sustentación muy angosta del lado real de la economía, con el riesgo de una futura alteración de las reglas para que, demandantes de crédito en pesos (que podrían encarecerse relativo a los en dólares) accedan a préstamos en moneda extranjera.

Es el descalce de monedas que ya se experimentó en la última etapa de la convertibilidad. El gobierno se resiste a anular el blend (por el cual las exportaciones se liquidan hasta un 20% a través del CCL) y uno de los motivos podría ser evitar la emisión monetaria derivada de las compras de dólares del BCRA en el mercado oficial.

Esta política de astringencia monetaria empuja en dirección a la “dolarización endógena”, en una economía en la que los sectores que producen bienes exportables representan apenas el 27,6% del PIB. Si el rumbo fuera distinto, conviene que sea explicitado.

Así, se tiene que, sin haberse completado la tarea de la estabilización, en la agenda comienzan a asomar con fuerza los ítems que tienen que ver con definir de modo más nítido el esquema monetario-cambiario “permanente” al que se apunta, junto con la necesidad de una economía más competitiva y nuevos motores que empujen el crecimiento.

Es cierto que el consumo seguirá recuperándose, en la medida en que pueda mantenerse a raya la inflación; y que las inversiones ya están comenzando a dar resultados visibles en sectores como hidrocarburos y minería, pero se necesita encender motores adicionales para empujar el PIB de un país con 46 millones de habitantes.

En un principio de resumen, acercándonos a fin de año, no deberían faltar los siguientes puntos: 

  • En 2024 apenas si se ha iniciado una compleja transición, dejando atrás un “modelo” basado en el cierre de la economía y el gasto público como supuestas “locomotoras”, pero con un nuevo régimen que sólo puede desplegar su potencial en el mediano plazo, haciendo que los “resabios” del viejo modelo perduren en sectores y regiones.
  • Esto explica la heterogeneidad de los datos de salida de la recesión. Con estimaciones de Jorge Day, y focalizando en la evolución de la masa salarial privada: de marzo a setiembre de 2024 (desestacionalizado) entre las provincias que lograron más rápida recuperación en términos reales, habiendo caído menos hasta marzo, se cuentan Neuquén, Río Negro y Chubut. Del otro lado, con merma significativa de poder adquisitivo de la masa salarial privada hasta marzo, y descensos adicionales entre marzo y setiembre, se tiene a Formosa, La Rioja y Catamarca. Con rebote importante, pero sin compensar la caída previa, se encuentran Mendoza y CABA. Y las provincias intensivas en industria y actividad agropecuaria, caso de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, se encuentran ubicadas “al medio del pelotón”.
  • El 2024 estará terminando con una caída del PIB del 3,0% y expectativas de una variación del orden del 4,7% para 2025, con un superávit comercial que se estaría achicando de 17,7 a 11,5 mil millones de dólares de un año para el otro. Lo que hace consistente ambas proyecciones es la reaparición de la liquidez en dólares de la economía, de la mano del blanqueo, la mayor oferta de créditos en argendólares, el auge de las suscripciones de Obligaciones Negociables emitidas por compañías que operan en el ámbito local, y también la normalización de la oferta de crédito de importaciones.
  • En lo que hace a las restricciones cambiarias derivadas del cepo, sus efectos más negativos en términos de entrada de capitales y distorsiones en el mercado de cambios se han atemperado de forma muy significativa, de la mano de la mayor liquidez en dólares y de los efectos de la política fiscal, monetaria y cambiaria sobre la marcha de la inflación, que conlleva un aplacamiento de las expectativas de devaluación. Pese a que estas tendencias forman parte de los requisitos a cumplir para salir del cepo, paradójicamente el gobierno parece menos urgido por dar ese paso. El riesgo de mayor volatilidad en el período preelectoral no se evita esperando a quitar las restricciones cambiarias después de octubre de 2025, pero también es cierto que han aparecido mejores condiciones para “estirar la vida útil del cepo”, como se analizara en el informe de noviembre. Seguramente también influye el hecho que el riesgo país, actualmente en 752 puntos, no ha bajado lo suficiente como para realizar emisiones de deuda, en un contexto en el que los vencimientos de pasivos estatales en manos de privados siguen siendo significativos, del orden de los 7,0 puntos del PIB para 2025, en el caso de la deuda doméstica. Hasta mediados de año, el sistema bancario venía cumpliendo un rol fundamental para el éxito de las licitaciones del Tesoro en procura de refinanciar vencimientos de deuda. Pero esa dinámica ha cambiado (en buena hora) ya que las entidades financieras encuentran más atractivo aplicar la liquidez a favor del crédito al sector privado.

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Fuente: Revista Novedades Económicas. IERAL. Fundación Mediterránea