Buenos Aires, lunes 9 diciembre (PR/24) — La Argentina está retrasada en fertilización de soja, en comparación con la evolución del cultivo.

No se reconoce que la oferta de nutrientes, principalmente fósforo, es un factor que limita la expresión del cultivo y que su limitación cada día es más frecuente.

Así opinó el ingeniero agrónomo Martín Díaz Zorita, premio Fertilizar 2024,  en diálogo con Primicias Rurales  al señalar que “incorporamos mejoras para producir más, pero no siempre estamos acompañando esa mejora con los recursos para que se pueda expresar en forma normal, significativa. Así ocurre por ejemplo con relación al fósforo”.

“Después, en el lado de la nutrición con nitrógeno, Argentina tiene, a diferencia de otras partes del mundo, un reconocimiento muy importante del valor de inocular, es decir, de incorporar microorganismos rizobios que ayudan al aprovechamiento del nitrógeno del aire y acompañamiento del crecimiento”, añadió.

Esa práctica hoy es muy difundida, casi el 80% o un poco más de los lotes de producción de soja son inoculados con una observación y es que para que ese proceso sea eficiente debe ser siempre es acompañado con la nutrición de otros elementos, cosa que ocurre poco.

“O sea, la fijación biológica funciona si el cultivo crece, si el cultivo crece poco, funciona poco” indicó el investigador del Conicet .

Díaz Zorita es titular en el área de Coordinación Académica de Producción Vegetal con orientación en la asignatura Cereales y Oleaginosas de la carrera de Ingeniería Agronómica de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa.

El también premio 2024 Bolsa de Cereales de Buenos Aires considera que “cuando hablamos de soja, es de un cultivo que está adaptado a crecer en condiciones de fertilidad natural limitada”.

“Es decir que tiene una gran adaptación a crecer en ambientes con complejidades en lo que hace a la oferta de nutrientes. En su forma natural, en su centro de origen, en el sudeste asiático”, indicó.

Explicó que la soja desarrolló algunos atributos, entre esos la capacidad de generar una simbiosis es decir, un vínculo con la microbiología, con microorganismos que le confieren la posibilidad de fijar nitrógeno del aire y autoabastecerse mientras crece.

Eso da la versatilidad de poder encontrar soja en grandes partes del país, en la medida que la oferta hídrica lo permita  y que las condiciones de temperatura también le permitan crecer.

Pero yendo en particular a la nutrición, para que el cultivo crezca, necesita abastecerse de algunos elementos.

“Uno de los elementos más importantes es el fósforo que  tiene como rol central generar condiciones de transporte de energía y es lo que hace que un cultivo pueda crecer en sus raíces y en sus estructuras reproductivas”, expresó.

En el caso de soja y de todas las leguminosas con el fósforo pueden crecer en las estructuras que hacen a la fijación de nitrógeno: la formación de nódulos y su funcionamiento.

Consultado sobre ¿dónde está Argentina en cuanto a la oferta de fósforo?, Díaz Zorita explicó que los relevamientos de los análisis de suelo a través de las redes de mapas de suelo, mapas de fertilidad, coordinados por el INTA con la participación de Fertilizar y otras instituciones, muestran que paulatinamente la cantidad de lotes donde se cultiva, donde se hace agricultura en la Argentina, empieza a tener niveles de fósforo limitantes en forma creciente.

“Es más frecuente encontrar lotes  a los que le falta fósforo para producir en forma adecuada cualquier cultivo, siendo soja el más eficiente, pero ya más del 70% de los lotes donde se siembra soja, son los que necesitan contemplar la fertilización con fósforo para que el crecimiento de la planta no se vea limitado”, apreció.

Según su análisis,  en otras regiones, más puntuales, se suman las limitaciones de dos elementos muy importantes  azufre y boro.

“En todo lo que sea la zona núcleo, todo lo que es el cinturón de cultivos de verano, que está haciendo epicentro en el eje Pergamino-Rosario, desde ahí se amplía norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe, los niveles de azufre son limitantes”, aclaró.

Entonces además de tener problemas de fósforo que limitan el crecimiento de la soja, se suma la insuficiencia de azufre para que el cultivo se desarrolle en forma eficiente y por lo tanto se transforme en biomasa es decir en rendimiento.

Y especificó que “en los ambientes más hacia el oeste que son los más arenosos, profundos, drenados, ( es decir que tienen capacidad de movimiento del agua en vertical muy rápido),  encontramos que ante condiciones de estrés hídrico, situación frecuente en todos los veranos, en forma moderada o más intensa, la oferta de un micro elemento que se llama boro tiene el mismo comportamiento, es decir es insuficiente para que el cultivo pueda fijar el número de granos y dar origen a la formación del rendimiento”.

“¿Esto es nuevo ahora?”, se preguntó: “No, eso es natural, lo que tenemos es una adaptación por mejoramiento genético de materiales que tienen mayor potencial de crecimiento, por lo tanto las deficiencias son más evidentes. Necesitan un abastecimiento continuo”, evaluó.

Para el profesional: La nutrición no es sólo cantidad, sino  que es más una  oportunidad.

“Los cultivos necesitan elementos que hacen la formación de la estructura de la planta, son los ladrillos para que las células construyan la estructura que va a dar origen a lo que queremos cosechar, que es el grano, y cuando las posibilidades de crecer, es decir, tolerar el estrés hídrico, diferencias de golpe de calor, de temperatura, muestran adaptación a las distintas regiones, la nutrición empieza a ser cada vez más relevante”, consignó.

El porqué de este comportamiento es porque el cultivo se adapta a factores de estrés del ambiente y por lo cual pequeñas diferencias o deficiencias en la oferta temporal oportuna de los nutrientes empiezan a tener un peso relativo y más importante que lo que pasaba en el pasado, cuando ese crecimiento no era tan continuo.

La agricultura se adapta a las condiciones ambientales,  esa adaptación no es acompañada con las condiciones naturales de los suelos, por lo cual la tasa, la velocidad, la oportunidad de necesidades de nutrientes, comienza a ser creciente.

“En soja en particular, fósforo es clave, lamentablemente sabemos que más del 70% de los lotes que se siembran de soja necesitan fertilización con fósforo, pero ese nivel de fertilización es inferior ¿Cuán inferior? En algunas regiones es entre un 10 y un 15%, y en otras es más del 50”, consideró Díaz Zorita, quien también es productor agropecuario.

En regiones de los bordes de la región pampeana, todo lo que  constituye la zona semiárea subhúmeda, el uso de fertilizantes fosfatados no alcanza a cubrir más del 50% de los lotes que necesitarían ser corregidos.

“Hay una costumbre que es no reconocer la importancia de la nutrición como un pilar a la construcción del rendimiento y sólo verlo como una cuestión financiera de oportunidad”, estimó.

El costo de aprovechamiento del agua es muy sensible.

“En regiones semiáridas o regiones subhúmedas, la variabilidad de rendimientos asociados a la variabilidad de lluvias genera incertidumbre y  la reducción de costos es una práctica frecuente y lo más sencillo de recortar o de obviar en un cultivo es la nutrición”, sostuvo.

El investigador considera que si no hay una concepción integral, de nutrición balanceada no puede haber prácticas efectivas del mejoramiento del cultivo.

Según su análisis, hoy el manejo de la fertilización, parte de un pilar que es el análisis de suelo que permite reconocer el problema de un lote.

“Muy poca proporción de los lotes de soja tienen esa evaluación, algo que nosotros insistimos, que pedimos, que pregonamos. Las redes de ensayos de fertilización que tenemos de estrategia nos muestran que aquéllos que diagnostican el análisis de suelo en condición limitante, y corrigen en consecuencia esa limitación, están aumentando su nivel de entre un 15 y un 20% por sobre lo que hacen naturalmente que es no fertilizar o hacerlo en dosis subóptimas”, manifestó.

Considera que esa mejora, prácticamente en forma independiente del nivel de productividad alcanzado, está dentro de una relación insumo-producto favorable.

“Ese es el punto de partida, reconocer que la nutrición desde el inicio es importante”, precisó.

En diciembre se siembra soja de segunda implantación generalmente sobre su antecesor trigo y según el especialista es necesario incorporar un fertilizante con fósforo porque si no va a transitar su crecimiento en una condición de limitación.

Primicias Rurales