Naufragó la idea fundacional de que la política la hacen los políticos. También la comunicación clásica. Y la subestimación del hombre de a pie. Hay una nueva Era en el país.

Buenos Aires, martes 10 diciembre (PR/24) — Se le burlaron. Se le rieron. Lo ningunearon, lo vilipendiaron. Lo subestimaron. Todavía un sector importante de la política analógica, del puente del diálogo y de la mesa del consenso, no acepta que un tipo común haya llegado a La Rosada.

No aceptan el fenómeno. No lo quieren ver. Se niegan, una vez más, a observar la realidad. Piensan que todo funciona según los preceptos de la anacrónica doctrina que fundió a la Argentina.

Los catadores de la realidad fracasaron. Los sabelotodos de la política, también. Son la antítesis al triunfo y posterior asunción de Javier Milei.

Estaba convencido de que Milei no iba a cambiar. Por eso todavía hay gente que se le burla: que como baila, que los perros, que la hermana, que Yuyito, que la campera, que la mar en coche.

Milei en un año prácticamente pulverizó ideas de antaño, verdades reveladas que no conducían a ningún lado. Empequeñeció al PRO, al gobierno de Macri, y dejó en evidencia la ruina construida por Sergio Massa junto a sus socios de ayer nomás.

Cristina Kirchner y Javier Milei, en el traspaso de mando (Maximiliano Luna).Cristina Kirchner y Javier Milei, en el traspaso de mando (Maximiliano Luna).

A Milei todavía (algunos) se le ríen. Es lógico: hay un sector de la ciudadanía que prefiere a un hombre de traje o a una mujer bien vestida, que nunca haya trabajado de nada, salvo de político, en la Casa Rosada. Omitirán si hay inflación del 200% anual, desorden público, alineamiento con Irán o asesinato de un fiscal, porque “lo importante” es que esa persona “sabe de política”.

Este gobierno lleva un año, y los números son mejores que cuando asumió. Es la más absoluta realidad. “Pero los jubilados se mueren de hambre”, se titulará por ahí. Es cierto: pero la noticia es el dato en el contexto. Hace varios gobiernos que se mueren de hambre, porque había vencido la política de entregar en lugar de merecer. Hoy los viejos sufren, no hay dudas. Los niños también.

Milei es el emergente de la catástrofe. Parece que muchos no lo quieren entender. La raíz de su victoria es la destrucción política, cultural, social y económica de la Argentina. El peronismo le exige a este presidente en un año, más de lo que le pidió a su movimiento en 70.

El peronismo se debería hacer cargo, de una vez por todas, del desastre construido en el país. Por algo, hasta sus seguidores ya ocultan las figuras de El General, Evita, del bombo o la marcha. La liturgia peronista no garpa más. Ni Cristina la usa en sus actos. Massa menos. Axel, ni cerca. De hecho, el Gobernador hasta pidió cambiar esa canción con la voz de Hugo del Carril.

La simbología languidece ante nuevos modos, frente a otra narrativa y emergentes impensados. Es lógico: hay un cambio generacional también, que ve a Perón tan lejos o desconocido, como Cristina de la transparencia. Quizás el peronismo comience a transformarse en un oxímoron de buena gestión. Quizás.

La nueva agenda puso en crisis ese pasado y lo interpela hasta las raíces. También al gobierno de Mauricio Macri. Ha quedado en evidencia la falta de coraje de aquellos días. Es cierto, los tiempos eran otros. Y el contexto también. Pero la comparación es recurrente.

El mileísimo no quiere a Macri, salvo Milei. Es raro, pero es así. El macrismo tampoco lo entiende. Hizo del coacheo una doctrina, de la palabra cuidada y ampulosa todo un modo. Industrializó tanto el discurso que perdió frescura. Acaso credibilidad.

El presidente de Argentina, Javier Milei (c), salud al expresidente Mauricio Macri (d) (EFE/ Demian Alday Estevez) El presidente de Argentina, Javier Milei (c), saluda al expresidente Mauricio Macri (d) (EFE/ Demian Alday Estevez)

Los sabelotodos de la política, verdaderos profesionales en la rosca, y amateurs en la gestión, se burlan, y asustan, de los emergentes. Se ríen de los tuiteros o de El Gordo Dan, pero -otra vez- omiten lo central: tienen menos seguidores que ellos.

Hay que observar a El Gordo Dan, Daniel Parisini, a quien jamás vi, ni intercambié medio mensaje. Es médico genetista, habla de corrido, argumenta, provoca y genera audiencia. La comunicación clásica cree que ese grupo de tuiteros son unos improvisados, orgánicos y chapuceros. Serviles. Revisaría fuertemente esas ideas. Habría que escuchar el discurso de Parisini en la CPAC. Después puede gustar mucho, poco o nada, pero la subestimación no parece un buen consejero para esta Era.

Es muy probable que el Gobierno reserve los principales lugares en las listas para los suyos. Los “suyos” son los de la Libertad Avanza, aquellos fundacionales y otros que se fueron sumando. El armado partidario del oficialismo tiene otra característica, que lo diferencia del resto. La política clásica, el territorio, está en el puño de los Menem, mientras que la ofensiva digital, bajo el paraguas de Santiago Caputo. Hay diferencias (varias) entre ellos. Milei habla con ambos, y aplaude a casi todos por igual. Quizás eso sea entender de política.

¿Cómo definiría a Milei?, me preguntan con recurrencia. Siempre respondo lo mismo: “un buen tipo”.

El tiempo dirá si fue un gran presidente. Recién lleva un año. Pero hasta ahora, parece, va bien. Hasta mi amigo empresario creo que hoy ve lo mismo.

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Fuente: INFOBAE