Escribe Susana Merlo
Buenos Aires, miércoles 5 marzo (PR/25) — En realidad, la mayoría de los productores, como ciudadanos comunes que son, no tienen mayor idea de si el dólar está caro o barato; si se debería devaluar o no; si el peso está sobrevalorado, y toda una serie de cosas por el estilo que, en general, son del mundo de las finanzas, y que demasiadas veces parecen muy alejadas de la producción. Mucho más lejos aún que el “carry trade” que les recomienda algún funcionario, que sabe tanto de campo, como de fusión nuclear.
Pero lo que si pueden calcular o estimar, gracias a los mercados de futuro y alguna calculadora, es a cuanto van a vender lo que logren producir, que monto cobrarían aproximadamente por esas mercaderías, y para que les puede alcanzar ese monto.
Y aquí aparecen los factores confluyentes de esta campaña en particular: cotizaciones agrícolas internacionales más bajas que en los años anteriores, costos de producción (en dólares) más altos que en el pasado, caída de la producción estimada por problemas climáticos (seca), beneficios fiscales “transitorios” (recorte de las retenciones), y gran tembladeral político (Suprema Corte, cripto monedas, etc.), todo con miras a las alecciones legislativas de medio término.
Semejante cóctel, sin duda, inmoviliza a cualquier producción, pero más aún a la agropecuaria, y con independencia de las malas condiciones generales de arrastre que ya traía. Es que la incertidumbre en el campo, suspende inmediatamente las decisiones.
Enterrar dólares hoy, para recuperarlos cuando se coseche dentro de 6 meses, con las variables climáticas y de mercados internacionales, es mucho riesgo, pero si además se le agrega el factor de política local, pasa a ser una especie de ruleta rusa con varias balas en el tambor…
Difícil de entender para los que no están en el rubro, más aún si son macroeconomistas, con muy pocas excepciones.
Y, si bien es cierto que después de muchos años de estancamiento y de sumar escollos a la producción, al comercio, a la industria, y a cualquier tipo de inversión productiva que se planteara, este último Gobierno cambio la tendencia y comenzó a remover frenos y sobrecostos, todavía es mucho lo que falta y en temas clave, tanto en lo que se refiere a la política tributaria, como a la laboral, que deben corregirse cuanto antes, al menos, si se pretende aumentar la producción (como se está haciendo con el sector energético y minero), y las fuentes de mano de obra descentralizando, simultáneamente, los centros de trabajo a lo largo de “todo” el país, algo que muy pocos rubros pueden ofrecer como lo hace el campo y sus industrias derivadas.
Pero la inercia del estancamiento de 25 años es muy pesada. Y si no hay planes claros, va a ser difícil remontar un cuarto de siglo de atraso.
De hecho, y a pesar de los extraordinarios adelantos tecnológicos el área agrícola de cultivos anuales apenas aumentó 10% en las última década (de 38 a 42 millones de hectáreas), mientras que la producción solo se incrementó en 12% (de 123 mill/tn a 138 millones en el 23/24, pero después de haber registrado un “discutido” pico de 146 millones en la campaña 18/19). O sea, una caída de 5% en relación al máximo.
La soja acusó una baja de 21% en la misma década, pasado de 61 millones a apenas 48 millones volumen que, seguramente, se repetirá (si hay suerte) en la actual cosecha.
Y qué decir de la ganadería vacuna, emblema del comercio exterior de la Argentina, que no logra siquiera recuperar el rodeo de más de 60 millones de cabezas que llegó a tener, y ahora, mientras los niveles de faena de hembras siguen en porcentajes de “liquidación”, muy lejos de cualquier idea de aumento, aparece algún funcionario hablando del “récord” de exportaciones, sin darse cuenta que se debe a la muy alta faena de vientres, y no al crecimiento genuino.
Se puede seguir con la fruticultura, o la lechería, que llegó a 10.600 millones de litros en 1998, y ahora se ubica en 11.000 millones. Pasaron 27 años. Y así sucesivamente.
Por supuesto que también hay que reconocer la prolongada sequía que viene afectando a la Argentina, o la caída ahora de los precios internacionales de los granos, aunque también hubo períodos “de oro” en los que las cotizaciones volaron con trigos superando los U$S 400/tn (ahora alrededor de U$S 200), y sojas por arriba de los U$S 600/tn (actualmente alrededor de U$S 370).
De todos modos, y a la luz de los resultados en los países vecinos que, en general, sufren las mismas alternativas climáticas e internacionales, queda claro que con un puñado de medidas aisladas, y a veces, hasta inconexas no alcanza para cambiar el rumbo, ni para dar credibilidad a los inversores, y “el campo” es el principal inversor que tiene el país, con entre U$S 15.000-18.000 millones anuales.
Cualquier presidente, o ministro, le prestaría atención a esto….
Primicias Rurales
Fuente: El Diario de Susana Merlo