Vaticano, domingo 30 marzo (PR/25) — El Papa Francisco agradeció a los sacerdotes misioneros de la misericordia por su labor y les señaló que la conversión y el perdón son dos caricias de Dios para enjugar toda lágrima.

Así lo indicó el Santo Padre en su mensaje a los misioneros de la Misericordia, que celebran su jubileo del 28 al 30 de marzo en el Vaticano.

Mons. Rino Fisichella, Pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, leyó el texto, según refiere Vatican News, al presidir este sábado el rezo del Rosario en la Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos.

“Les agradezco porque con su servicio dan testimonio del rostro paterno de Dios, infinitamente grande en el amor, que llama a todos a la conversión y nos renueva siempre con su perdón”, indicó el Papa Francisco en el texto difundido por la Oficina de Prensa del Vaticano.

“Conversión y perdón son las dos caricias con las que el Señor enjuga toda lágrima de nuestros ojos; son las manos con las que la Iglesia nos abraza a nosotros pecadores; son los pies sobre los que caminamos en nuestra peregrinación terrena. Jesús, el Salvador del mundo, nos abre el camino para recorrerlo juntos, siguiéndolo con la fuerza de su Espíritu de paz”.

Por ello, continuó Francisco, “los aliento en su ministerio de confesores, a estar atentos a escuchar, prontos a acoger y constantes en acompañar a quienes desean renovar la propia vida y retornan al Señor”.

De hecho, con su misericordia, “Dios nos transforma interiormente, cambia nuestro corazón: el perdón del Señor es fuente de esperanza, porque podemos contar siempre con Él, en cualquier situación. ¡Dios se hizo hombre para revelar al mundo que nunca nos abandona!”.

¿Quiénes son los misioneros de la misericordia?

Los misioneros de la misericordia son sacerdotes que tienen la facultad de perdonar ciertos pecados graves que, normalmente, están reservados sólo a la Santa Sede.

El Papa Francisco dispuso su misión en 2016, en el Año de la Misericordia. Entre los pecados que pueden perdonar están la ordenación no autorizada de un obispo (tanto el que ordena como el que es ordenado); profanación de la Eucaristía; violación del secreto de confesión por parte de un confesor; apostasía, herejía o cisma (rechazo o abandono de la fe católica) o conspiración o violencia contra el Papa.

Antes del 2016, para que un sacerdote fuera absuelto de estos pecados graves, debía iniciar un trámite con la Penitenciaría Apostólica, lo que podía tardar meses y comprometía su confidencialidad.

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Fuente: ACI Prensa