Desde el altar de la Plaza de San Pedro y tras saludar a los fieles, el Santo Padre deseó un buen Domingo de Ramos y buena Semana Santa.
El Papa Francisco este 13 de abril. Crédito: EWTN News
El Papa Francisco este 13 de abril. Crédito: EWTN News

Debido a su convalecencia y delicado estado de salud, el Papa Francisco no participó en la Misa del Domingo de Ramos, que estuvo presidida por el Cardenal argentino Leonardo Sandri, Vicedecano del Colegio Cardenalicio.

La Misa fue precedida por la procesión de las palmas de Domingo de Ramos, llevadas por obispos, sacerdotes, religiosos y laicos alrededor del obelisco de la plaza para recordar el ingreso de Jesús a Jerusalén.

Tras la ceremonia de bendición de las palmas, el purpurado argentino se dirigió al atrio de la basílica vaticana para celebrar la Eucaristía, con la que se dio inicio a la Semana Santa.

El Papa Francisco reaparece en la Plaza de San Pedro al término de la Misa. Crédito: EWTN News
El Papa Francisco reaparece en la Plaza de San Pedro al término de la Misa. Crédito: EWTN News

En su homilía, preparada previamente, el Santo Padre recordó que “el Mesías atraviesa la puerta de la ciudad santa, abierta de par en par para recibir a Aquél que, pocos días después, saldrá de allí proscrito y condenado, cargado con  la cruz”.

El Papa Francisco centró su atención en Simón de Cirene, quien ayudó a Cristo a cargar con la Cruz. “La cruz de Jesús se convierte en la  cruz de Simón”, subrayó tras recordar que fue forzado por los soldados a ayudar a Jesús.

“Mientras el corazón de Dios  está a punto de abrirse, traspasado por un dolor que revela su misericordia, el corazón del hombre  permanece cerrado”, señaló a continuación.

El Pontífice animó a los fieles a ponerse en el lugar de Simón: “¿Sentiríamos rabia o piedad, tristeza o fastidio?”, preguntó.

Procesión de las palmas de Domingo de Ramos. Crédito: Bénédicte Cedergren/ EWTN News
Procesión de las palmas de Domingo de Ramos. Crédito: Bénédicte Cedergren/ EWTN News

En este contexto, remarcó que Jesús redimió al mundo, enfatizando que Cristo “carga  con el pecado de todos los hombres”, sufriendo con nosotros y por nosotros: “Este es precisamente el modo, inesperado y desconcertante, en el que el Cireneo se ve involucrado en la historia de la salvación, donde ninguno es extranjero, ninguno es ajeno”.

Por ello, el Santo Padre invitó a seguir los pasos de Simón, quien nos “enseña que Jesús sale al encuentro de todos,  en cualquier situación”.

Señaló asimismo que Dios transforma el camino del Calvario en lugar de redención, porque “lo recorrió dando su vida por nosotros”.

“¡Cuántos cireneos llevan la cruz de Cristo! ¿Los reconocemos? ¿Vemos al Señor en sus rostros, desgarrados por la guerra y la miseria? Frente a  la atroz injusticia del mal, llevar la cruz nunca es en vano, más aún, es la manera más concreta de  compartir su amor salvífico”, afirmó.

Para el Santo Padre, “la pasión de Jesús se vuelve compasión cuando tendemos la mano al que ya no puede más,  cuando levantamos al que está caído, cuando abrazamos al que está desconsolado”.

Por ello, animó a los fieles a decidir durante la Semana  Santa “cómo llevar la cruz; no al cuello, sino en el corazón”.

“No sólo la nuestra, sino también la de  aquellos que sufren a nuestro alrededor; quizá la de aquella persona desconocida que una casualidad  —pero, ¿es justo una casualidad?— hizo que nos encontráramos. Preparémonos a la Pascua del Señor  convirtiéndonos en cireneos los unos para los otros”, concluyó el Papa Francisco.

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Fuente: ACI Prensa