Durante el encuentro, según informó la Oficina de Prensa del Vaticano, el Pontífice explicó el motivo simbólico de su visita, vinculada al Jueves Santo y al tradicional gesto del lavatorio de los pies: “Me gusta hacer cada año lo que hizo Jesús el Jueves Santo, el lavatorio de los pies, en la cárcel”, dijo.

A continuación, admitió sus limitaciones físicas, tras pasar 38 días ingresado en el Hospital Policlínico Gemelli de Roma con una infección respiratoria que puso en peligro su vida en dos ocasiones: “Este año no puedo hacerlo, pero sí puedo y quiero estar cerca de vosotros. Rezo por vosotros y por vuestras familias”.
Tras un momento de oración, el Papa Francisco saludó personalmente uno a uno a todos los detenidos. Después se dirigió a los presentes “para rezar juntos el Padrenuestro e impartir su bendición”.
El Pontífice llegó a la prisión, situada cerca del Vaticano y, por tanto, en el corazón de la ciudad, en torno a las 14:54 (hora local) donde fue recibido por la directora, Claudia Clementi, además del personal penitenciario. Fue una visita fugaz que se extendió tan solo durante unos 30 minutos.
“Está entrando en la rotonda principal, donde mantendrá un encuentro con unos 70 reclusos”, informó la Oficina de Prensa del Vaticano en un escueto comunicado a través de Telegram.
El Santo Padre, de 88 años, no participó esta mañana la Misa Crismal celebrada en la basílica se San Pedro en su lugar por el Presidente Emérito de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), el cardenal italiano Domenico Calcagno.
Sin embargo, no quiso perderse su tradicional encuentro con los presos a los que suele visitar cada Jueves Santo. En 2018, también celebró en este centro penitenciario la Misa de la Cena del Señor y, a pesar de la ciática, se arrodilló en el suelo para lavar los pies a doce de ellos.

El Pontífice lleva en el corazón a los presos. En su primera Semana Santa como Pontífice, la de 2013, el Santo Padre sorprendió a los romanos yendo a la cárcel juvenil en lugar de la basílica de San Juan de Letrán, su catedral como obispo de Roma, que visita con frecuencia. En el penitenciario, lavó los pies a diez chicos y dos chicas, una de ellas musulmana.
Después ha repetido el gesto en otras cárceles, lo que confirma que lleva a los presos en corazón.

Tras inaugurar el Jubileo de la Esperanza con la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, el Pontífice se desplazó dos días después, el 26 de diciembre, hasta la cárcel de Rebibbia para hacer lo mismo.
Las puertas santas, como es tradición, están únicamente en las cuatro basílicas papales de Roma —San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros— pero además el Pontífice hizo protagonistas
de este gesto de gracia a las personas privadas de libertad, con la apertura de la puerta de este centro penitenciario de la capital italiana.
En Buenos Aires fuerte gesto social de la Iglesia
El arzobispo Jorge García Cuerva presidió la Misa Crismal y llamó a “darle el dominio político al corazón”. Lavó los pies a jubilados.
En una señal directa al gobierno de Javier Milei y al conjunto de la dirigencia política, la Iglesia Católica argentina dedicó el tradicional lavado de pies del Jueves Santo a los jubilados, en un gesto de denuncia por la crítica situación social que atraviesan. La acción, impulsada por curas villeros y sacerdotes de barrios populares, contó con el respaldo del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, y se replicó en templos de todo el país.
“Queremos reconocer su dignidad, que tengan medicamentos y todo lo que necesitan”, expresaron los organizadores bajo el lema “A los pies de nuestros abuelos”. En la parroquia Virgen Inmaculada de Villa Soldati, García Cuerva encabezó la celebración principal, acompañado por miembros de la Familia Grande Hogar de Cristo. En su mensaje, reclamaron una jubilación que permita “descansar con dignidad tras una vida de trabajo”, y citaron a referentes eclesiásticos como los arzobispos Ángel Sixto Rossi y Marcelo Colombo, y al papa Francisco.
Más temprano, el arzobispo porteño presidió la Misa Crismal en la catedral metropolitana, donde consagró el Santo Crisma, bendijo los óleos santos y encabezó la renovación de las promesas sacerdotales. La celebración estuvo marcada por una peregrinación previa de sacerdotes desde la parroquia San Ignacio de Loyola hasta la Catedral, pasando por la Casa Rosada. “Démosle el dominio político al corazón”, pidió García Cuerva en su homilía, y reclamó mayor unidad frente a la “realidad compleja y desafiante” que atraviesa el país.
Con la catedral colmada y con la presencia de más de 400 personas, entre ellas religiosas, obispos y seminaristas, García Cuerva llamó a no dejar a nadie afuera: “Hoy es la hora de vivir nuestro ministerio sacerdotal anclados en Cristo, sin postergaciones ni excusas”. También agradeció al clero por su entrega y por la cercanía en su misión pastoral. La celebración concluyó con la bendición papal con indulgencia plenaria del Año Santo y un emotivo canto de la Salve Regina.
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Fuente: ACI Prensa / NA