“Siempre tuve mucha vinculación con el campo y con la naturaleza”, dice el artista Sandro Pereira, que homenajea al paisaje tucumano.

Lola López

“También es un paisaje del recuerdo, de la chacra de mis abuelos en Raco, donde tenían vacas, aves, chanchos y su huerta, donde había de todo. Si bien yo nací en San Miguel, la casa de ellos era mi segundo hogar, por eso siempre tuve mucha vinculación con el campo, siempre me intereso el paisaje, el entorno natural. También lo silvestre, los animales, las plantas y las flores son elementos cotidianos en mi obra”.

Sandro Pereira no solo pinta, sino que trabaja con otras formas de arte, como la escultura. Tal es así que en 2000 su nombre hizo mucho ruido con la obra “Monumento al sánguche de milanesa”, donde se esculpió a sí mismo comiendo el típico sándwich tucumano, como un homenaje a esa comida cotidiana. Y quizás su éxito como artista (ha recibido reconocimiento internacional, sus obras se venden a buen precio y está en constante expansión) tiene que ver, entre otras cosas, con esto: con la vehemencia de su obra y sus múltiples autorretratos, que generan empatía con el público.

“Creo que el autorretrato, eso de conocer a un otro le atrae a la gente porque es un modo de conocerse a uno mismo”, reflexiona este artista que confiesa estar en una constante búsqueda creativa. “Me gusta explorar todo el tempo, hacer performances, sin encasillarme. Por eso también trabajo con materiales no convencionales para las artes plásticas como el carbón y la madera, o uso los soportes de otra manera, como la fotografía que me funciona como materia y no como fotos en sí ya que las perforo y con eso construyo una escultura”.

-Yupanqui decía que el hombre está moldeado por su entorno. ¿Es así?

 

-Totalmente. En mi obra está el paisaje que me rodea porque yo soy parte de eso, Tucumán es como una ciudad dentro de una selva, la naturaleza está muy presente en el verde y las montañas. El entorno hace a la identidad propia. Creo mucho en eso.

-¿Por eso también la saga de esculturas del cosechero de limón?

-Es que junto con el arándano, el limón es una de las producciones más fuertes de la provincia y quería representar justamente eso, cómo se mueve la economía a través del trabajador. Incluso en las calles de Tucumán hay cítricos por todos lados y en verano se siente profundamente el olor a azahar y todo me remite al paisaje, al lugar que siento propio. El limón es muy significativo para mí.

-¿Cómo es la instalación que suele armar con limones?

-Son limones realistas hechos en cerámica, que coloco sobre una pared tal como crecen en la planta. Me gusta el color, la forma, el perfume del limón, que además consumo mucho: lo puse en mi obra porque es parte de mi vida cotidiana. El público reacciona muy bien, le atrae mucho, creo que porque es la síntesis del paisaje en un fruto.

-¿Está atento a la reacción de la gente ante sus propuestas?

-A mí lo que me interesa es la energía que se genera durante la creación en sí de la obra y una vez expuesta. Para mí el público tiene que ser parte de la creación activa, no es simplemente un contemplador pasivo; la mirada de la gente le da continuidad a la obra, que está viva en sí misma. Tal es así que muchas veces, cuando hago pinturas de grandes dimensiones no les pongo bastidor, para que la tela se pueda ver desde distintos ángulos y la gente pueda tocarla.

-Vi en su Instagram la foto de una banana pegada a la pared con una cinta que dice “Sandro Pereira”. Entiendo que es un guiño a la obra “Comedian” de Maurizio Cattelan, que tanta controversia causó sobre todo cuando se vendió en millones de dólares. ¿Por qué lo hizo? ¿Como un juego?

-Fue justo cuando estábamos desmontando una muestra. Vi una cáscara de banana en el piso y se me ocurrió. Es para llevar un poco de humor a todo esto del arte. A veces me siento como un chico que investiga el mundo.

Fuente: Bichos de Campo