Mario Martiarena es un productor del partido de Ayacucho, en la provincia de Buenos Aires, que en los últimos años está buscando un camino hacia la producción agroecológica, libre de insumos y con intensiva mano de obra. Con una producción de 400 kg. de carne (muy superior a los 100 que promedia el partido), está logrando su objetivo.
Hace 4 años, con la vuelta de su hijo Esteban al establecimiento de 840 hectáreas (110 arrendadas) después de estudiar ingeniería agronómica, Mario Martiarena decidió dar un vuelco en la estrategia de producción. Hubo varios factores que lo llevaron a tomar esta decisión. Entre ellos, estrategias agroecológicas, cuestiones económicas, pero sobretodo, la impronta de Esteban, quizás su mayor innovación. “Esteban tuvo una injerencia importante en el cambio de enfoque que potencia un compromiso social que yo ya traía. Decidimos cambiar el paradigma donde la competitividad deja de tener peso en este nuevo enfoque, para dar valor a lo social y lo ambiental”.
Martiarena siente un compromiso por considerarse en una posición beneficiosa respecto a gran parte de la sociedad y “buscaba una manera de devolver a la sociedad”, dijo el productor.
Plantea entonces, una estrategia basada en tres componentes: lo productivo, lo ambiental y lo social. Desde lo primero, tienen un planteo que les permite alcanzar los 400 kg de carne por hectárea a partir de la recría de vaquillonas que compran al destete y venden preñadas (el promedio del partido es de 100 kg/ha).
A principios de siglo, Martiarena padre llevaba la explotación de una manera tradicional. Pero los vaivenes económico-productivos lo llevaron a plantearse maneras más estables en el tiempo. En este punto es donde toman valor los componentes social y ambiental. Mario decidió, con la influencia de Esteban, cambiar el tipo de costos que encaraba cada año. Comenzó a disminuir la compra de insumos, llegando al año pasado a la no aplicación de químicos; y se fijó como meta reemplazar este costo (económico y ambiental) por la intensificación de mano de obra.
Esto llevó a que, en Don Pedro, trabajaran en 2015 dos empleados rurales, cuyo número se incrementó a 7 en la actualidad. Al respecto, Esteban dijo que “hemos ido generando un cambio. Dentro de esas prácticas concretas, buscamos reemplazar los insumos. Es un proceso largo donde hace 2 años se dejó de utilizar agroquímicos, generamos la producción propia de semillas de maíz y avena; tenemos un complemento de un fertilizante completo que hacemos en el establecimiento y captura de microorganismos eficientes, entre otras cuestiones”.
Mario Martiarena explicó que ha desarrollado un sistema de aportes y retribución al trabajo, distribuyendo los ingresos entre el dueño del campo, los empleados e inversores externos. Más allá de los aportes sociales y el sueldo de los empleados, cuentan con un sistema de retiro a 12 años.
Dice Esteban que el enfoque actual es, “mirar el suelo para abajo y mirarlo para arriba. Todo lo que se ve, toda la microbiología que está debajo del suelo tiene que ver con lo que está arriba y los animales dependen de todo ese sistema. Un sistema donde todo está interrelacionado, inclusive los pájaros, la biodiversidad. Entonces empezamos a trabajar con eso. Con lo que nosotros pensábamos que era una problemática o un residuo de un sistema, lo empezamos a utilizar como un sustrato de nuestro propio insumo”.
En el establecimiento, implementaron una fábrica de biofertilizantes, que denominan “biofábrica”, donde basados en principios de la agricultura regenerativa, la permacultura y la biodinámica, generan sales que les aportan a los pastizales y pasturas, y a los animales en el agua de bebida. “Trabajamos con la parte animal, haciendo limpieza y mezclando con los biofertilizantes, que luego lo aplicamos a los cultivos (tenemos cultivos implantados y pastos naturales). Donde vemos que ese tapiz está receptivo, hacemos la aplicación. Lo que tiene un efecto sobre el animal, sobre la microbiología y sobre el cultivo”, remarcó Esteban Martiarena.
Recientemente, se realizó una visita al establecimiento y un taller en el que participaron, además de Martiarena y su hijo, Esteban Eduardo Ezcurdia, director Regional del CeRBAS, Enrique Viviani Rossi, Jorge Ullé, coordinador Nacional de Agroecología, Marcos Hall, director del IPAF Pampeano, Ernesto Maletti, director de la EEA Cuenca del Salado, e investigadores y extensionistas de las EEAs Cuenca del Salado y Balcarce.
“Este proceso lo iniciamos hace cuatro años. Dejamos de usar químicos hace casi 2 años. Tratamos de observar tomando las decisiones en base a las herramientas que tenemos. Por eso queremos trabajar con el INTA en el desarrollo de esta tecnología, de estas formas. De trabajar con la gente, con los animales y cultivos”, planteó Esteban Martiarena sobre la asociación estratégica con el INTA.
Esteban Ezcurdia dijo que “para el INTA es una oportunidad, a partir de una demanda concreta, para el estudio socio-económico del sistema. Este emprendimiento privado, fortalecido desde lo productivo, lo social y lo ambiental, propone un desafío para acompañarlo desde la investigación social, en el análisis de los procesos socio económicos que acompañaremos desde el CeRBAS en conjunto con el IPAF. Es un espacio para la implementación de la experimentación adaptativa, que caracteriza a la EEA Cuenca del Salado, en un establecimiento con producción sustentable, cuidando el ambiente, y con un enfoque sistémico”.
Martiarena busca, de la mano del INTA, extender su experiencia allende la tranquera, buscando generar pequeños “polos” de desarrollo en el partido de Ayacucho a partir de la intensificación de la mano de obra. “Si buscamos pasar de 100 a 200 kg de carne por hectárea se podrían generar unos 1500 puestos de trabajo en el partido”, estimó Martiarena.
El productor manifestó que con la participación del INTA, con productores proactivos y con infraestructura y servicios adecuados, se pueden dar polos de desarrollo que propicien que los productores vuelvan al campo.