Buenos Aires, 23 septiembre (Especial para NA, por Virginia Pérez*) — La acuicultura comercial de trucha es una actividad con un importante potencial de desarrollo en nuestro país. Los primeros registros de cultivos en forma artesanal datan de la década del ’70. Luego, los emprendimientos fueron progresando al realizarse la construcción de embalses en el Río Limay, con incorporación de tecnología.
   En la cuenca alta del río, que separa las provincias de Río Negro y Neuquén, durante los años ’90 se colocaron las primeras jaulas flotantes para el cultivo intensivo de trucha arcoiris, debido a que esta cuenca ofrece calidad y temperatura del agua propicias para su cría.
   La trucha arcoiris (de nombre científico Salmo Trutta) es una especie de la familia de los salmones introducida en la Argentina, es decir, no es autóctona aunque se ha adaptado muy bien a estas aguas.
   Los cultivos se encuentran principalmente en las zonas de los embalses Alicurá y Piedra del Águila (donde se hace la fase de engorde), y están abastecidos por hatcheries (criaderos) también patagónicos, que producen peces en los primeros estadíos de crecimiento llamados alevines.
   La producción de truchas se localiza principalmente sobre la margen izquierda del embalse, la orilla de la provincia de Neuquén, por la facilidad del acceso desde la ruta nacional N° 40.
  La provincia de Neuquén es la que otorga las concesiones para el uso del agua y por medio de su Centro de Ecología Aplicada realiza actividades para monitorear el uso sustentable del recurso.
   El embalse Alicurá presenta la mayor cantidad de concesiones y, por lo tanto, es donde más se ha desarrollado la actividad.
   En tanto, el impulso dado desde la Dirección de Acuicultura del Ministerio de Agroindustria produjo entre 2006 y 2008 que el Senasa desarrollara un programa para conocer la situación sanitaria con respecto a las enfermedades más importantes que afectan a esta especie en condiciones de producción.
   Desde entonces, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) aportó el diseño para el muestreo y la operatoria con profesionales entrenados para tomar muestras de peces de criadero y silvestres, y también el desarrollo de tecnología diagnóstica en su laboratorio que garantiza estándares de calidad internacionales para probar la ausencia de enfermedades que limitan los mercados mundiales.
   Con el aval de este estudio basado en fundamentos biológicos y estadísticos, se concluyó sobre la condición sanitaria de esta zona y se emitió la Resolución Nº 375/2013 para declarar a la zona del embalse Alicurá como libre de las siete enfermedades más importantes para el comercio de salmónidos.
   Se trata de necrosis hematopoyética epizoótica (NHE), necrosis hematopoyética infecciosa (NHI), septicemia hemorrágica viral (SHV), necrosis pancreática infecciosa (IPN), anemia infecciosa del salmón (ISA), enfermedad bacteriana renal (BKD) y piscirickettsiosis (SRS).
   Un informe detallado de las acciones había sido presentado con anterioridad en mayo de 2010 en la 78° Asamblea General de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) en París, quien la publicó a fines de ese año en su Boletín Oficial, de distribución mundial.
   La producción promedio de cada empresa productora de trucha es cercana a las 1.200 a 1.400 toneladas anuales en promedio. Este trabajo pone de manifiesto una situación sanitaria muy favorable para la industria acuícola y otorga un valor agregado a la producción argentina, debido a que no es necesario utilizar los antibióticos que sí necesitan agregar los países productores de salmón para combatir estas enfermedades.
   Cabe destacar que esta situación permite a de las empresas concesionarias vender a un mercado muy específico de Estados Unidos que requiere alimentos "naturales".
   La condición de esta zona se mantiene por restricciones a la circulación de animales y productos que pudieran ser de riesgo, y como consecuencia de la vigilancia activa que se realiza todos los años en los productores de ovas y alevines, en los engordadores y también en los animales silvestres que pueden estar en contacto.
   Además, los veterinarios regionales del Senasa inspeccionan los establecimientos asentados en el embalse para observar el cumplimiento de medidas de bioseguridad y de prevención que deben implementarse para mantener la condición sanitaria adquirida.
   El potencial que tiene la actividad en la zona exhibe grandes posibilidades de desarrollo ya que las concesiones están por debajo de su capacidad de producción. Además, por sus características diferenciales de calidad y sanidad, los productores pueden ofrecer el producto a mercados más exigentes.
 
(*) Médica Veterinaria del Programa de Enfermedades de los Animales Acuáticos del Senasa. 
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