Por Juan Manuel Garzón *
Buenos Aires, 10 junio (PR/21) — Según el relevamiento periódico que realiza FAO (Naciones Unidas) el valor internacional de una canasta de alimentos (que contiene un mix de productos que incluyen principales carnes, lácteos, aceites, granos y azúcar) se viene incrementando al 3,2% mensual en los cinco primeros meses del 2021, mostrando los precios una aceleración importante respecto del ritmo que tuvieran en el 2020 (+0,6% mes).
Un interrogante relevante es si esta revalorización global de los alimentos a nivel de comercio de frontera se está trasladando a los consumidores finales de los distintos países, particularmente en nuestra región
En este aspecto se observa que en Argentina la inflación minorista en alimentos y bebidas no alcohólicas pasó del 3,0% mensual en el 2020 al 4,4% mensual en los primeros cuatro meses del 2021 (IPC Nacional, INDEC), es decir, la tasa que ya era elevada subió 1,4 puntos porcentuales.
Ahora bien, en Latinoamérica, y analizando 8 países de la región como para tener una muestra relativamente amplia, la inflación para el mismo rubro de bienes fue de sólo el 0,4% mensual en el 2021 (valor mediano), una tasa considerablemente más baja, pero que además muestra una desaceleración (muy leve) respecto del 2020 (0,5% mensual)
El repaso de las estadísticas indica que los precios a nivel consumidor de los alimentos se muestran bastante estabilizados en la región, habiendo transcurrido ya varios meses del ciclo internacional alcista de commodities y alimentos, e incluso con varias monedas de la zona perdiendo valor (y no poco, entre el 1% y 2% de depreciación mensual en países como Brasil o Uruguay este año).
La realidad de estos países revela que la elevada inflación de Argentina en estos productos (una tasa que es 11 veces la tasa media de la región) y su aceleración en el 2021, no puede estar anclada en el contexto externo y debe encontrarse una mejor explicación de ella, seguramente más asociada a la política monetaria (emisión pasada, actual o esperada en exceso a la que el mercado requiere) y/o la organización económica del país (una economía cada vez más cerrada, dependiente del sector público y con bajos incentivos para la inversión privada).
(*) Economista jefe del IERAL de la Fundación Mediterránea
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