Buenos Aires, 28 de setiembre (PR/21).– A partir de la propuesta de un senador norteamericano en 1970, el 22 de abril se celebra internacionalmente el Día de la Tierra, que tiene como objetivo principal comenzar un proceso de concientización acerca de los problemas ambientales. Sin embargo, nuestro planeta tiene ciertos
factores significativos que lo convierten en un lugar habitable y que se encuentra en constante
cambio.
En un principio, la Tierra posee una forma geoide, es decir que cuenta con zonas llanas y otras
curvas, causadas por su rotación y el efecto de la gravedad. A su vez, cuenta con distintas capas
de superficie que se dividen en: Corteza Continental, Corteza Oceánica, Manto y Núcleo tanto
externo como interno; estos últimos están diferenciados por el estado de sus componentes y su
interacción compone al campo magnético. Dicho campo no es constante ya que los polos de
nuestro planeta se movilizan e invierten su polaridad. En consecuencia, este tiene un rol
fundamental en la vida de muchos animales desde ballenas, aves, tortugas hasta roedores, debido
a que en periodos de inversión de los campos magnéticos han ocurrido extinciones masivas.
En cuanto a su pasado geológico, parte central de su historia se basa en la Teoría Tectónica de
Placas, cuya hipótesis hace referencia al movimiento de las masas de los continentes uno respecto
a los otros; también denominado deriva continental. En un inicio, los continentes estaban unidos
en uno solo, llamado Pangea, que con el paso del tiempo fue dividiéndose en los que conocemos
hoy en día.
Esta teoría, se sustenta principalmente en la distribución de los animales y plantas, así como su
extinción y reconstrucción mediante la evidencia fósil. Aunque por otro lado, existe evidencia
geomorfológica que sostiene que los continentes encajan entre sí como si fueran rompecabezas,
sin considerar que los tipos de rocas que los forman coinciden.
Otro de los aspectos fundamentales, es la atmósfera, cuya composición está conformada por una
amplia variedad de gases, principalmente helio e hidrógeno. Parte de ellos, son los gases de efecto
invernadero, el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso; asimismo son los que ayudan a
mantener la vida en la Tierra dado que hacen posible mantener la temperatura óptima para el
desarrollo de la biodiversidad. No obstante, desde hace mucho tiempo se les viene atribuyendo a
las actividades humanas el aumento en la concentración de efecto invernadero de la atmósfera
terrestre; la cual no solo cumple el rol de protección de la Tierra frente a la radiación, sino que
también la protege contra asteroides, facilitando la desintegración en la mesosfera. La conocida
“protección contra la radiación ultravioleta” se presenta en la estratosfera, es decir, la capa de
ozono y esta no es constante a lo largo del año y tampoco igual en todo el planeta.
Por último, la Tierra se encuentra en una posición en el sistema solar adecuada para mantener la
vida. Con esto surgen las preguntas de cómo comenzó la vida y aunque hay explicaciones en cada
cultura y religión, la ciencia tiene una posible respuesta a la incógnita de cómo un planeta con
una atmósfera tóxica, caída de asteroides y erupciones volcánicas paso a ser el hogar de una
rebosante biodiversidad que tenemos el lujo de disfrutar, así como responsabilidad de cuidar.
Julíán Corres, Lic. en Ciencias biológicas y Coordinador del eje de Transformación Social Masiva
del Centro de Desarrollo Sustentable GEO.
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