24 de febrero de 2022
La invasión total de Rusia a Ucrania marca el regreso del conflicto bélico entre Estados que definió a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial. Una gran potencia militar –la tercera a escala global- irrumpe en un país más pequeño, que, a su vez, cuenta con el respaldo de otras naciones. La historia suena dolorosamente conocida. Son, como la definió una fuente diplomática a la agencia Reuters, “las horas más oscuras de Europa” desde 1945. ¿Está entonces el mundo a las puertas de la Tercera Guerra Mundial? Algunas claves permiten definir algunos escenarios que le esperan al planeta, incluida la Argentina.
1) ¿Es este el inicio de una nueva gran guerra global?
Las dos guerras mundiales involucraron y enfrentaron a las entonces mayores potencias militares y políticas del mundo, Estados Unidos, Rusia y Gran Bretaña, Alemania, Japón. El resto del mundo se dividió hacia un lado –los aliados- o el otro –el eje-. Esta nueva guerra involucra directamente a Rusia y a Estados Unidos, que, hasta este momento, insiste en que no participará militarmente de la contienda en Ucrania.
Para convertirse en una verdadera guerra mundial debería intervenir la otra superpotencia actual, China.
Xi Jinping y Vladimir Putin sellaron, hace tres semanas, una alianza estratégica para contener a Estados Unidos en todos los frentes, desde el económico y político hasta el cultural. Sin embargo, por ahora Pekín parece bastante reticente a participar militarmente del conflicto. Dos datos lo disuaden: las capacidades militares de Rusia y de China crecen con firmeza, pero aún se si juntaran no sobrepasarían el poderío norteamericano, de acuerdo con un informe de la corporación Rand, del año pasado.
Por el otro lado, una guerra global atentaría contra la economía china y contra dos de sus principales socios comerciales, Estados Unidos y la Unión Europea (UE). Xi necesita una economía robusta para mantener la calma dentro de China y afianzar su proyecto de poder.
Más que a las puertas de una tercera guerra mundial, el mundo está entonces frente a la posibilidad de una nueva gran guerra europea. Eso, a su vez, dependerá del panorama que se abra desde hoy.
2) ¿Qué escenarios se abren entonces?
En este momento, Putin tiene la iniciativa por la dimensión y velocidad del escenario que Occidente pensaba menos probable: el de la invasión total. En 12 horas, sus fuerzas entraron por el Norte, el Este y el Sur, una estrategia que estremece a Ucrania y obliga a Estados Unidos y las potencias europeas a repensar su respuesta.
El escenario que más prevén los funcionarios occidentales a esta hora es que Putin instale sus fuerzas en Ucrania, desaloje al presidente Voledymyr Zelensky y designe un “gobierno títere”. Ante semejante demostración de fuerza, las sanciones propuestas por Estados Unidos y la UE suenan a poco, y más si la ocupación deja a un Putin fortalecido, dispuesto a rediseñar la arquitectura de seguridad de Europa, restablecer las esferas de influencia de la era soviética y a alejar a la OTAN de sus fronteras.
En ese caso, ¿qué le impediría avanzar sobre naciones que hoy, a diferencia de Ucrania, sí son miembros de la Alianza Atlántica e incluso de la UE, como Polonia, Estonia, Lituania o Letonia? Si esa fuera el camino de Putin, Europa estaría ante una guerra continental.
¿Podrán las sanciones occidentales destinadas a asfixiar la economía rusa y disuadir a Putin de una larga y dolorosa ocupación evitar ese escenario? ¿O deberán Estados Unidos y la UE involucrarse militarmente? Washington y Bruselas insisten en que sus botas no pisarán de ninguna manera Ucrania; aún pagan los costos del fracaso de su misión en Afganistán.
“Ucrania no es miembro de la OTAN, por lo que esa organización no intervendría directamente. Todo depende ahora de la voluntad de lucha que muestren los ucranianos. Y ahí sí habría varios países dispuestos a ayudar con armas y entrenamiento. Es clave mirar la voluntad de resistencia de los ucranianos”, opina, en diálogo con LA NACION, Gonzalo Paz, profesor de la Universidad de Georgetown, especializado en las relaciones de China y Rusia con América Latina.
La insurgencia armada de los ucranianos podría tornar, entonces, a su país en una suerte de Siria europea, otro de los escenarios más mencionados por los especialistas.
3) ¿Sufrirá más la economía del mundo?
Sí, esa es la mayor certeza que comparten, en ese momento, los especialistas. Varias son las razones, resumidas con precisión en un briefing privado divulgado por la consultora Eurasia hace apenas unas horas: “La invasión rusa tendrá amplios efectos en la economía global, ya que la combinación de sanciones occidentales, disrupciones de guerra, y retaliación rusa conducirá a turbulencias en los mercados de energía, a condiciones financieras más frágiles y a una demanda global debilitada. El crecimiento del mundo industrializado se reducirá en al menos un punto, las cadenas de suministro sufrirán y habrá más proteccionismo”.
Rusia produce hoy el 10% de los 100 millones de barriles de petróleo diario que demanda el mundo hoy para salir del bajón de la pandemia y genera el 40% del gas que consume Europa.
Disrupciones en esos suministros afectarán directamente los precios de la energía y derivarán, entre otras cosas, en mayor inflación global. En ese escenario de vulnerabilidad económica global, los países más frágiles sufrirán más que otros. En ese grupo está la Argentina.
4) ¿Cuál es el impacto en la Argentina?
El efecto de la guerra en Ucrania sobre nuestro país es casi directo por varias razones, sobre todo económicas y políticas. El primer impacto directo ya se siente desde esta mañana: se dispararon los precios de los cereales, una buena noticia ya que son la mayor fuente de ingreso de divisas del país. Ucrania es el quinto productor mundial de maíz y el séptimo de trigo (Rusia es el quinto); la guerra hace temer que esa producción se paralice.
Las buenas noticias llegan hasta ahí. La Argentina sufrirá, y mucho, con el precio del gas, directamente condicionado por la nueva guerra. Putin ya comenzó a cerrar el grifo del gas a Europa hace unos meses; la reducción de suministro fue compensada con la importación de gas natural líquido, fundamentalmente desde Estados Unidos y Qatar, que, a su vez, son los principales proveedores de GNL de la Argentina.
Allí el precio que paga el país se verá impactado, un fenómeno que se sentiría en el invierno e incluso condicionaría el precio de las tarifas, eje central hoy de la discusión de un acuerdo con el FMI.
Es decir que el impacto de corto y mediano plazo de la guerra será directo sobre la vida diaria de los argentinos y sus bolsillos.
A largo plazo el impacto será político. Y será profundo. Hace tres semanas, el presidente Alberto Fernández visitó a Putin y le confió que estaba decidido a cortar la “dependencia argentina” de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI). El timing y el contenido de la reunión fueron cuestionados como escandalosos. Hoy, visto en retrospectiva, esa definición queda corta y ese viaje podría ser considerado como uno de los peores errores de la política exterior de las últimas décadas.
En un momento crítico de las negociaciones con el FMI y en la hora cero de la nueva guerra europea, la Argentina eligió alinearse con Rusia. En Washington el impacto de esa decisión se siente en la falta de acceso a las instancias claves de la administración de Joe Biden. En el mundo, se sentirá con un mayor aislamiento de nuestro país. Un mundo absolutamente imprevisible y, desde hoy, mucho más peligroso.