Escribe Susana Merlo
Siempre se dice, y es cierto, que los tiempos de la producción no son los mismos de la política. Sin embargo, en este caso, parecen haberse igualado.
Tanto el campo como el Gobierno están ahora en tiempo de descuento, cuando inesperadamente apareció un hecho que provocó una distensión (objetiva) de la situación crítica en la que se hundía el país…
Tal vez no es un gran respeto, ni una admiración especial. Tal vez tampoco es una gran confianza pero, sin duda, el nuevo ministro de economía logró ganar un poquito de tiempo, magro, pero un extra al fin.
El campo, por su parte, está contra las cuerdas, con muy pocas semanas para poder hacer un esfuerzo adicional que le permita sembrar algo más (si llueve), y de esa forma mejorar un poco las expectativas productivas del país.
Así las cosas, todo dependerá de que las necesidades de las dos partes coincidan en estos pocos días (horas) que vienen por delante.
Sin duda el ministro se ocupó rápidamente de acumular suficiente poder para imponer algunas políticas. Absorbió Agricultura, y también Industria. Un área que requiere de ayuda, esta última, y la otra que sigue adelante a pesar de las medidas antiproductivas que se suceden, pero que es de muy alto impacto en la canasta familiar por el precio de los alimentos.
La conmoción en la que estaba sumido el país, permitieron la jugada. “No los une el amor, sino el espanto”.
La sociedad, a su vez, necesita un poco de paz y, aunque no crea demasiado en los personajes, prefiere algún respiro.
Por el lado del campo, la vocación productiva está impecable.
¿Qué hace falta entonces, y que se puede dar solo en los próximos días?. Nada más y nada menos que “señales”, medidas que en gran medida vayan en contra de las que se estuvieron aplicando.
La pregunta es: ¿por qué lo haría el ahora hombre fuerte del Gobierno, cuando las urgencias son casi tantas como los problemas?.
Para los que lo conocen, lo que lo movilizaría no sería el sentido de justicia, ni mucho menos la empatía, aunque se trate de uno de los sectores que hace los mayores aportes. En este caso, sería simplemente por interés.
El hombre quiere ser presidente, es público; lo dijo de frente. Sabe, además, que del resultado de su gestión va a depender en buen grado la posibilidad de fortalecerse y ascender a la pole position, al menos, dentro del actual oficialismo. Pero para llegar a eso, entre otras muchas cosas, necesita fuerza, determinación, y bastante suerte. No puede perder un minuto. Requiere, además, que el campo le ofrezca todo lo que puede, y que haga su máximo esfuerzo, ya que las estratégicas divisas que comenzarán a entrar a la Argentina a partir de diciembre, provendrán de lo que cada chacarero decida en estas próximas semanas. Es decir, que en el año de elecciones presidenciales, el ´23, con el país en un piso inédito de recursos, las chances presidenciales del super ministro, aparecen atadas, en gran medida, a la única área capaz de gastar poco (importar), y ofrecer mucho (exportar).
Pero, ¿este multifacético y controvertido personaje de la política vernácula está en condiciones de especular con esta cuestión y, por ende, de poner en marcha semejante estrategia?. Es muy difícil de saber, habrá que esperar, pero no mucho porque el tiempo es de descuento para ambas partes, (aunque por distintas razones).
Y para los que sostienen que la “suerte” no es un factor en estas cuestiones, solo hay que recordar los bajísimos precios internacionales del fin de la Era De la Rua, que aceleraron su caída, o también los estupendos del primer mandato de Néstor Kirchner, que llevaron a llamarlo “el Presidente de la soja”.
Fuente: Campo 2 .0
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