Jorge Vasconcelos jvasconcelos@ieral.org
Buenos Aires, 8 noviembre (PR/22) — La Argentina necesitó once años para superar el récord de exportaciones de 2011, y lo está logrando en 2022, con un estimado de ventas al exterior de 89,0 mil millones de dólares, pero lo está haciendo no por volumen sino por extraordinarios precios internacionales y, pese a esto, el Banco Central está terminando el año sin haber podido recuperar reservas externas, con un valor neto que a diciembre podría estar en 3,0 mil millones de dólares, equivalente a medio mes de importaciones.
Hace años se había descubierto el potencial de Vaca Muerta, y esto queda en evidencia ahora que retornan las inversiones a Neuquén, por lo que el incremento de la producción de gas y petróleo del país habrá de superar el 10 % interanual este año, pero la falta de reglas de juego apropiadas ha demorado todo el proceso, por lo que en 2022, por la suba de precios internacionales, estaremos batiendo el récord de importaciones energéticas, con una cifra del orden de los 12,0 mil millones de dólares.
En cada pliegue de la economía del país es posible encontrar valiosos ejemplos de todo lo que se podría hacer para progresar y prosperar y, al mismo tiempo, de todo lo que impide que se aprovechen las oportunidades.
De un modo u otro, la economía argentina está atrapada en un statu quo por el que aparece condenada al estancamiento, con exportaciones que no despegan, salvo cuando hay buenos precios internacionales y con un mercado interno que sólo puede crecer de modo vegetativo, al ritmo de la variación de la población.
En la década de estanflación iniciada a fin de 2011, se intentó utilizar el gasto público de las tres jurisdicciones (nación, provincias y municipios) como instrumento de crecimiento, pero el fracaso de este enfoque se percibe en los dos extremos, con una tasa de pobreza que estará terminando el año en torno al 38%, e indigencia en el 10 % y, por el otro lado, con el grueso de las actividades productivas agobiadas por los impuestos y las regulaciones.
Al haberse superado los límites del gasto público financiable en forma genuina, se ha cristalizado una macroeconomía sumamente inestable, ya que el déficit fiscal ha llevado a endeudamiento, pérdida del crédito externo y emisión monetaria. El estado pasó a buscar atajos para financiarse y aparecieron los cepos al cambio y al comercio exterior, que permiten a los gobiernos “cazar en el zoológico” los pesos atrapados e intentar “durar” con trabas a exportaciones e importaciones que intentan disimular la pérdida de competitividad del país.
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Fuente: IERAL Fundación Mediterránea