Autor: Francisco Zalles

La economía argentina ya está dolarizada. No hablo solamente del uso consuetudinario del dólar en la calle que crece y seguirá creciendo, sino que su gente prefiere al dólar al peso. La evidencia es simple: pregúntele a cualquiera en que prefiere que le paguen su trabajo: ¿en dólares o pesos? La preferencia de los consumidores de moneda – que somos absolutamente todos – es clara y contundente: el dólar es preferible porque sirve como moneda y guarda su valor. A medida que pase el tiempo y siga la inestabilidad los argentinos seguirán dolarizándose cada vez más. A esta primera etapa se la llama “dolarización espontánea” y es una expresión de libertad y defensa de la propiedad privada sobre los intentos de incautación del valor de los ahorros por parte del gobierno. Los únicos que faltan por dolarizarse en la Argentina son el Gobierno, a quien no le conviene perder el privilegio de imprimir moneda.

El dinero es la representación más democrática de la propiedad privada ya que todos lo usamos. En una dolarización oficial de la economía, el dinero que el gobierno resguarda por nosotros en el Banco Central pasa a nuestros bolsillos. En otras palabras, la dolarización es respetar la propiedad privada de los ciudadanos argentinos. Las reservas liquidas del Banco Central representan los ahorros en dólares de los argentinos que no necesitan un intermediario para poder gozar de ellos. La dolarización no solo es respetar la propiedad privada, sino que respeta la decisión y preferencias del pueblo. Más aún, la dolarización es justicia ya que ayuda más a los que menos tienen.

Si la dolarización defiende la propiedad privada y es la preferencia de los argentinos, ¿Por qué no se dolariza la Argentina? Esta es la pregunta que nos hacemos muchos. Las razones son simples: no existen incentivos para que ningún gobierno deje el privilegio de imprimir moneda y de ganar señoraje. Tampoco hay apoyo académico porque muchos economistas se quedarían sin trabajo al no tener que hacer en cuanto a predecir el futuro del tipo de cambio y los eternos ajustes que predican para mejorar “el modelo económico”. Para otros es una medida extrema, llena de incertidumbres y la discuten mientras se niegan a ver la expansión de la dolarización espontánea alrededor de ellos. La pregunta para los detractores y los que dudan sobre la medida es la misma: ¿En qué prefiere ganar su sueldo y tener sus ahorros – pesos o dólares?

Todos los argumentos académicos en contra de la dolarización ya han sido ventilados en los más de 23 años que lleva el Ecuador dolarizado. Su gran popularidad es prueba fehaciente de lo acertado que fue dolarizar la economía y los resultados que ha logrado son indiscutibles. A pesar de tener un gobierno en contra que ha tratado de socavarla, la Dolarización en el Ecuador sigue siendo abrumadoramente popular y es una institución que empieza a influir en lo político ya que ha desnudado las falacias del populismo del Socialismo del Siglo XXI.

Al igual que en el Ecuador en su momento, los argumentos en contra de la dolarización oficial abundan. Entre los más comunes están que: no hay suficientes dólares y que hay que hacer ajustes en la economía antes de poder dolarizarla. Ambos de estos mitos son trillados. Siempre habrá suficientes dólares para dolarizar la economía. Solo hay que reemplazar los billetes en circulación en pesos por dólares, el resto de la economía se dolariza inmediatamente al cambiar la contabilización a dólares. Es decir, solo se necesita reemplazar el “efectivo” y todas las transacciones sin efectivo – que hoy son muy frecuentes – no se afectan. Hoy circulan suficientes dólares y mañana habrán cada vez más, como ejemplo los depósitos bancarios en el Ecuador no han parado de crecer. Los bancos cambiarán sus pesos por dólares en el Banco Central y el público tendrá más que suficiente tiempo de cambiar sus pesos por dólares en cualquier ventanilla. Dolarizar es fácil, lo difícil es que el gobierno entregue el privilegio de imprimir dinero.

Los argumentos de necesitar “ajustes previos” a la dolarización son artimañas que demoran y confunden. Evidentemente no existieron incentivos para hacer los ajustes antes, y ahora si prometen hacerlos y si los hacen todos, ¿para qué entonces dolarizar? En realidad, la dolarización acelera los ajustes necesarios ya que no permite que el “status quo” de imprimir dinero falso continué. Bajo una dolarización oficial los ajustes necesarios se vuelven transparentes y la fiscalización del pueblo en el gasto público es mayor. Los cambios relevantes son los ajustes posteriores necesarios para cambiar el sistema político-económico socialista que se hereda, pero no se necesita ni requiere ningún ajuste previo antes de dolarizar la economía.

En resumen, dolarizar la economía argentina solo requiere de voluntad política para sacar de circulación a los pesos y reemplazarlos por dólares. Esta medida no es complicada ni requiere de mucho para implementarla. A pesar de lo mucho que dicen sus detractores, ellos también prefieren que se les pague en dólares que en pesos. Si es así los dólares también deberían estar circulando entre los más pobres de la economía que son los que más sufren con la inflación.

La dolarización equipararía el campo de juego para todos. No solo nivela la cancha para todos, sino que inmediatamente alivia a los más pobres. Ellos son los que más sufren el “impuesto de la inflación” ya que lo poco que tenían ahora no alcanza para nada.

No solo estabiliza a los pobres, sino que inmediatamente bajo dolarización los asalariados dejan de perder poder adquisitivo y pueden empezar a ahorrar. Adicionalmente, los empresarios pueden hacer un “cálculo económico” más eficiente debido a la estabilidad. La eliminación de una importante distorsión exógena en el riesgo de cálculo: el tipo de cambio es fundamental para reactivar la economía argentina.

Primicias Rurales

Fuente: Nicolás Cachanosky