Buenos Aires, jueves 8 de febrero (PR/24) .- El Ing. Agr. Pedro Landa cuenta con un planteo silvopastoril en el Chaco húmedo, noreste de la provincia homónima, donde produce más de 700 terneros Brangus por año, que se terminan para exportación en un campo familiar en Gral. Villegas, Buenos Aires. La experiencia se inició en el año 2000 cuando -con una amplia trayectoria en producción orgánica- compró “La Reserva”, un establecimiento de 2.500 ha, que incluye un 30% de monte nativo. Desde entonces, más que duplicó la productividad en forma sustentable.
Buscando echar luz sobre el impacto ambiental de este modelo de negocio, el productor contó a Valor Carne cómo está recuperando los suelos y cuánto carbono acumulan en la actualidad con distintos recursos forrajeros. Un caso que cobra mayor relevancia en momentos en que la Unión Europea pone la mira en el origen de la carne importada, prohibiendo la proveniente de áreas deforestadas.
“La Reserva está en uno de los puntos de mayor biodiversidad del país, icónico, con un bosque en galería sobre las costas del Río de Oro; por eso nos interesó. Y algo importante es que no había sido deforestado al menos por 20 años, o sea, unos 40 años al día de hoy”, recordó Landa, detallando que tenía unas 500 y pico de vacas de cría, media sangre, con una selección por mansedumbre de más de 16 años, que se manejaban en forma extensiva. “Nuestro objetivo era hacerlo más productivo y rentable, sin tocar un solo árbol, ni siquiera para postes”, planteó.
“Tenía muy pocos caminos internos, picadas, hubo que armarlos pegando una curva para resguardar un quebracho, un algarrobo. Era una decisión empresarial”, agregó el Lic. en Ad. Agr. Walter Mattio, que gerencia el establecimiento.
“Aquí, los árboles tienen una razón más de ser. Hay suelos casi impermeables, encostrados, ninguna pastura puede atravesar sus horizontes, aunque los algarrobos crecen bien y fructifican, aún en sequía. Uno no puede creer cómo los animales comen las chauchas, es una buena fuente de proteína”, pormenorizó.
En cuanto al bosque en galería, no estaba resguardado, la hacienda pastoreaba libremente y muchas veces volteaba el sotobosque. “Entonces, el viento entraba y tumbaba árboles grandes, laureles. Por eso, en 2005 alambramos toda la costa del río, más de 7 km, dejando el sotobosque como reserva”, rememoró.
En total son unas 700 hectáreas protegidas. “Hay 200 y pico en las que directamente las vacas no entran, ahí abundan monos, yacarés y aves. Además, hay un lote de 500 ha, que está apotrerado y tiene aguadas; y, en casos extremos, como la sequía del año pasado, se abre al pastoreo”, comentó Mattio, presentando las fotos que muestran la belleza y biodiversidad del lugar.
Los suelos, el gran desafío
El campo tiene un mosaico de suelos muy complejo. El pastizal natural aporta buen volumen de forraje para la cría en primavera-verano, pero luego pierde calidad rápidamente. “Ahí subdividimos los potreros con eléctricos e instalamos aguadas individuales y bebederos plásticos que se pueden cambiar de sitio”, apuntó.
En las abras naturales, con pajonales, se implantaron pasturas megatérmicas, Brizantha, Gatton Panic, Grama Rhodes y pasto tangola. “Hay unas 100 hectáreas con estas especies, que se pastorean en parcelas chicas, con cambio diario, a veces por unas horas, como en la región pampeana, contamos con un equipo humano altamente capacitado”, señaló Mattio. “Inclusive logramos hacer alguna avena y sorgo, en rotación, el problema aquí son las leguminosas”, advirtió.
“Son suelos inmaduros, que están en formación, algunos tienen horizonte E, son aluviales, no es fácil hacer pasturas”, opinó Landa. En tal sentido, en La Reserva siguen los criterios del Ing. Agr. Jorge Molina, referente en recuperación de lotes degradados, con problemas de alcalinidad, por medio de una secuencia de plantas.
El desafío era saber qué especie podía replicar el proceso que hacía Molina con maíz de Guinea en zonas templadas, para incorporar materia orgánica, bajar el pH, luego hacer un agropiro y tras cartón, una alfalfa, por cierto, con muy buen rendimiento.
“Nuestros suelos son ácidos. En 2015 probamos con vetiver, una planta conocida como aromática. La bibliografía decía que podía desarrollar más de cuatro metros de raíces, fijando carbono. La trajimos, hicimos una hectárea y resultó poco palatable, pero mejoró el perfil notoriamente, se hizo esponjoso, y el pH fue subiendo de a poquito”, reveló Landa.
Para balancear el aporte nutricional sembraron entre líneas melilotus y nabo forrajero, que tienen buena digestibilidad, y la experiencia fue interesante. “Veremos si cuando el pH llega a 6,8, podemos hacer una alfalfa. Regenerar los suelos lleva años”, resaltó el productor.
Otra línea de trabajo fue la mejora genética del plantel que se inició en 2007-2008, inseminando las vaquillonas con Senepol. “Pero al mandar los terneros a Villegas se nos redondeaban a los 400 kg, sobre alfalfas, entonces apelamos al Brangus. Destetamos a los cuatro meses y medio, con 150 kg, para mantener la condición corporal de las madres. Así, logramos preñeces de hasta 98% en vaquillonas, con IATF y repaso con toros. Y en vacas de entre 75% y 85%”, intercedió Mattio, aludiendo al camino recorrido para que los novillos salgan con 450 kg promedio.
Actualmente, La Reserva cuenta con 950 madres, de gran potencial genético, que producen entre 700 y 750 terneros por año, de calidad homogénea. En la zona, habitualmente se utilizan dos o tres hectáreas por vaca y, con este modelo silvopastoril, llegaron a 0,8 ha por vaca, duplicando y hasta triplicado la carga.
“Como empresa, buscamos la sustentabilidad económica y ambiental. Por eso, necesitábamos medir cómo habían evolucionado los suelos con nuestro manejo, o sea, verificar con datos científicos el resultado de las prácticas”, finalizó Landa, presentando el estudio del carbono orgánico, liderado por la Ing. Agr. Julieta Rojas, investigadora del INTA Saénz Peña.
El manejo, bajo la lupa
El stock de carbono orgánico es el indicador más importante de calidad del suelo. El INTA estableció una red de sitios de campo a fin de evaluarlos para determinar la línea de base, monitorearlos periódicamente y así poder mitigar o frenar la degradación de las tierras a largo plazo.
Los sitios se seleccionaron en establecimientos de diferentes ecorregiones, entre ellos La Reserva. Ahí, se hicieron mediciones en suelos con pastizales naturales y pasturas implantadas, en una ubicación cercana a la aguada y en otra alejada, según el protocolo reciente, lo cual permite evaluar los cambios con distinta intensidad de pastoreo.
En el siguiente gráfico se presentan los resultados del último informe de stock de carbono hasta los 30 cm de profundidad, realizado en 2023.
“El Mapa de carbono orgánico de los suelos de la Argentina, publicado también en 2023, señala un promedio de 59,70 t/ha para el Chaco húmedo, con lo cual la mayoría de los valores de La Reserva están por encima”, indica el INTA Sáenz Peña, aclarando que “los lotes con pasturas de Gatton y Grama tienen 45,8 t/ha pero se trata de un tipo de suelo denominado Entisol, cuyo promedio nacional es de 38 t/ha, por lo tanto, lo hallado es un buen nivel”.
“En todos los lotes, el stock de carbono se mantuvo o aumentó respecto de las mediciones de años anteriores”, subraya el documento.
En cuanto al vetiver, el estudio mostró muy buenos resultados. “El suelo, un Molisol, presentó la menor densidad aparente, con lo cual por un lado favorece los procesos microbianos y por el otro genera porosidad, que aumenta la infiltración y la acumulación y mantenimiento de la humedad”, detalla.
“El vetiver es la pastura que mayor carbono acumuló frente a las otras especies, incluso más que el pastizal natural. Es una excelente novedad”, concluyen los técnicos del INTA.
El equipo del INTA: Ing. Agr. Julieta Rojas, Lic. Sist. Yanina Goytía, Ing. Agr. Enzo Caballero, Ing. Agr. Raúl Lértora, Ing. Agr. Astor López, Ing. Agr. María Florencia Roldán (Laboratorio de Suelo y Agua)- Área Agronomía y Recursos Naturales – EEA INTA Sáenz Peña, Ing. Ftal. Sebastián Kees (Estación Ftal. INTA Plaza).
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein
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