Autor: Ing. Agr. Antonella Fiore Prospectiva – Aapresid

Las abejas contribuyen a la seguridad alimentaria mundial y al equilibrio de los ecosistemas.

Buenos Aires, 23 de mayo (PR/24) .- La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 20 de mayo como el día Mundial de las abejas para crear conciencia sobre la importancia de los polinizadores, las amenazas a las que se enfrentan y su contribución al desarrollo sostenible.

Albert Einstein dijo una vez “Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, a la humanidad le quedarían cuatro años de vida”. Si bien la frase puede sonar fatalista, nos da una dimensión del papel fundamental que cumplen las abejas en la polinización, en la agricultura y, por ende, en la alimentación humana.

La seguridad alimentaria está estrechamente ligada al trabajo de las abejas y otros polinizadores. Según la FAO, cerca del 75% de los cultivos mundiales que producen frutas y semillas para consumo humano dependen, al menos en parte, de los polinizadores. Estos insectos contribuyen al 35% de la producción agrícola mundial, al polinizar alrededor de 85 de los 115 principales cultivos alimentarios a nivel mundial. Se estima que 1/3 de los alimentos de nuestras despensas se han producido gracias a la polinización de las abejas.

Pero la polinización no solo beneficia a la agricultura, sino que también tiene un impacto positivo en el ambiente, ya que ayuda a mantener la biodiversidad y la vitalidad de los ecosistemas.

Este enorme “servicio al ecosistema” lo prestan a través de la “polinización”, actividad que asegura “el intercambio de genes” y la reproducción de muchas plantas cultivadas y silvestres. ¿Cómo funciona esto? Muchas especies de plantas se reporducen a través del “polen”, ese polvo amarillo que vuela en primavera y nos saca nuestros mejores estornudos.

El polen viaja a diversas distancias llevando consigo las células (y genes) de unas flores a otras, para fecundarlas y producir nuevos frutos y semillas. Pero para facilitar este proceso que ayuda a perpetuar las especies, la Naturaleza fue sabia: ciertas especies de flores evolucionaron para desarrollar texturas, colores, olores atractivos y “recompensas alimentarias” que promueven que ciertos animales e insectos polinizadores visiten estas flores, y en el camino, se lleven el polen que luego depositan al visitar nuevas flores. En el caso de las abejas, estas pueden recorrer cerca de mil metros a la redonda para la recolección de néctar y polen.

La miel

Las abejas son conocidas como las únicas y grandes productoras de miel, un alimento natural consumido por las personas desde tiempos antiguos. La apicultura, es decir, la crianza y el cuidado de las abejas del género Apis, ha sido practicada durante siglos, proporcionando no solo miel, sino también productos como jalea real, propoleo, cera y polen. Con buenos regímenes de lluvia, una colmena puede producir entre 25 kg y 30 kg de miel.

Argentina se ubica entre los tres principales productores de miel a nivel mundial, siendo el segundo mayor exportador con un volumen promedio superior a las 75.000 toneladas (tn) anuales, mientras que el consumo interno ronda las 6.000 tn promedio, según datos del sitio web oficial del gobierno argentino (www.argentina.gob.ar).

Las condiciones climáticas y los avances tecnológicos permiten obtener miel de alta calidad con diversas características que las distinguen a nivel internacional. Los productores más numerosos provienen de las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe. No obstante, la apicultura argentina es una actividad con marcado perfil federal, desarrollándose en 22 provincias y generando impacto en las economías locales, dado que los productores suelen residir cerca de donde desarrollan sus actividades.

La sociedad de la colmena

Otro distintivo de las abejas es que conviven en sociedades o grupos muy organizados. Los individuos de cada colonia se organizan y dividen para realizar tareas de reproducción, cuidado de las crías, recolección de polen y néctar, mantenimiento de la colmena y defensa de su colonia.

Además, han desarrollado un increíble lenguaje que les permite comunicarse. En el siglo pasado, el biólogo Karl von Frisch logró descifrar el mensaje de su danza comunicativa, trabajo que lo llevó a recibir el premio Nobel de Medicina en 1973.

Estas danzas sirven para informar sobre la presencia de alimento a distintas distancias con una precisión increíble: detrás del tipo de danza, velocidad de los movimientos, duración y trayectoria de cada tramo del “repertorio” se esconde información sobre la distancia de la fuente de alimento, localización respecto de la posición del Sol y duración del recorrido.

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

Lo que en la novela de Philip Dick era ciencia ficción, hoy de alguna forma se hace realidad con las abejas. Desde hace algunos años, un grupo de científicos alemanes de la Universidad de Berlín, vienen llevando a cabo un proyecto revolucionario: el desarrollo de los “RoboBees”, nanorobots que simulan ser abejas.

Estos dispositivos biométricos están programados para imitar los característicos bailes de comunicación de estos insectos, con el fin de atraer abejas desde diferentes regiones para que estas realicen sus tareas de polinización en zonas concretas.

Tomar conciencia del rol de las abejas y otros polinizadores es el primer paso para protegerlos, en un contexto donde la conjunción del cambio climático y prácticas como el monocultivo y el mal uso de fitosanitarios, están provocando una disminución de las poblaciones de polinizadores silvestres.

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Fuente: AGROCULTURA