Liudmila Pavot por Liudmila Pavot

Buenos Aires, 30 julio (PR/24) — En realidad, Carlos, el hijo de Renzo, es tercera generación de viñatero y unos de los productores que en la localidad costera vecina a la ciudad de La Plata, sostiene una tradición heredada de los inmigrantes europeos.

La familia Ruscitti posee apenas 4 hectáreas de viñas ubicado en la rivera del Río de la Plata. Carlos sigue fiel la indicación de Don Renzo, su padre, quien lo invitó a apostar por la actividad “porque el vino de la costa y la producción de uva es algo que está muy valorado” por los vecinos de lugar, la mayoría de ellos descendientes de italianos.

Cuando a principios del milenio los berissenses se propusieron rescatar su particular vino, que estaba en vías de extinguirse, Carlos se sumó a la Cooperativa de la Costa de Berisso, que contaba con apoyo profesional de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de La Plata. La idea era rescatar las viejas variedades e incluso poder mejorar el vino que empezó hacer su abuelo cuando llegó de Italia y se asentó al lado de la isla Paulino.

 “Se  armó un grupo de vinateros en el que estuve participando. Se formó una cooperativa y bueno ahí se volvió como a reaprender lo que era la la elaboración del vino. Cuando se formó la cooperativa fuimos aprendiendo de los mayores de boca en boca, en reuniones, charlas y encuentros”, relató el productor a Bichos de Campo.

Don Renzo y Carlos nunca dejaron de producir el vino de la costa, pero reconocen que cuando se lanzó aquel proyecto quedaban muy pocos productores en la actividad. Carlos cree que esto pasaba porque no es fácil producir bajo las condiciones de extrema humedad en la que se desarrolla la Vitis labrusca, una uva nativa del norte de los Estados Unidos que es la que cultiva los viticultores de Berisso. En Argentina a esa variedad se la conoce más como uva chinche, Isabella o frambua.

Mirá la entrevista a Carlos Ruscitti:

“Acá es mucho más difícil cultivar que en otras zonas. Imagínate que tenemos que lidiar incluso con las crecida del río. Tenemos que hacer zanjeo para drenar el agua. El agua tiene que subir y bajar con el pulso natural de del río. La sanidad también es más difícil de controlar que en otras zonas”, detalló el productor.

-¿Y hacen esto como una actividad económica y no solo como hobby?- le preguntamos.

–Sí, obviamente esa es la idea. Se puede vivir de esto aunque faltan cosas todavía. No está a un 100%, pero se van aprendiendo cosas nuevas, se va innovando en ciertas cuestiones. Le vamos buscando la vuelta.

En este rescate del vino en Berisso, hace casi 20 años la localidad bonaerense cuenta con una fiesta para celebrar dicha tradición y promover a sus productores. Don Renzo estaba allí junto a Carlos, posando en la fotografdía que abre esta nota.

Los productores coinciden en una preocupación puntual: la falta de mano de obra calificada. Por eso incluso sueñan alguna vez con mecanizar el trabajo.

“Falta tecnología, implementos que ayudan a hacer la labor más fácil. Hace falta mecanización en la producción, en el campo y en la bodega también.  La problemática es que se ha perdido la mano de obra calificada. Antiguamente la mayoría de los inmigrantes sabían lo que tenían que hacer y eso se fue transmitiendo hacia los jóvenes, pero ahora los jóvenes se fueron de los lugares de producción, del campo”, explicó Ruscitti.

Por esa falta de brazos, en labores específicas como la poda y las curaciones con fitosanitarios, Carlos tiene que estar siempre porque no encuentra con quien compartir el trabajo. Por eso su anhelo es que alguien se interese por aprender estas tareas que califica como “las más difíciles”.

-¿Imaginás que podría crecer más la actividad? ¿Hay hectáreas disponibles para producir?

–Sí, podría crecer. Pero bueno, ahí está el compromiso de los productores, de la cooperativa, de las instituciones, para tratar de formar nuevos productores, eso es lo que estaría faltando. Tierra hay de sobra, lo que hay que poner es manos a la obra.

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Fuente: BICHOS DE CAMPO