Alguna vez, San Juan Bosco se expresó de Don Rúa con estas palabras: “Si Dios me pidiera una lista de las mejores cualidades que quiere para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me atrevería a decir que ya no las tenga Miguel Rúa”.

“Haremos las cosas a medias”

Miguel Rúa nació en Turín (Italia) en 1837. A los ocho años murió su padre, y estando bajo los cuidados de su madre, alcanzó a terminar la primaria en la escuela local y con eso aprender el catecismo. Posteriormente, pasó a las Escuelas Cristianas, a cargo de los hermanos salesianos, donde entabló una amistad con el sacerdote que confesaba a los niños todas las semanas: Don Bosco.

En una de las ocasiones en las que los muchachos se juntaban alrededor de Don Bosco para jugar con él o para pedirle una estampa o medalla, Miguel se puso de pie frente al santo tímidamente. Miguel se quedó mudo y Don Bosco no le dio nada, solo le extendió la mano izquierda, mientras que con la derecha hacía como que cortaba algo: “Toma, Miguelín, toma: nosotros dos haremos las cosas a medias” [i.e. juntos, cada uno su parte].

Miguel no entendió a qué se refería Don Bosco con el inusual gesto. Tampoco entendió sus palabras. No obstante, lo comprendería más tarde, cuando Dios lo puso al frente de la Orden que Juan Bosco fundó. Las palabras del santo fundador acabarían teniendo carácter profético.

Los miembros de la familia salesiana suelen recordar otro episodio en el que San Juan Bosco hizo una votación entre sus chicos. Los muchachos eligieron a Santo Domingo Savio como el más simpático y buen compañero, mientras que Miguel Rúa sería elegido el más santo y piadoso entre los oratorianos.

Años más tarde, Miguel ingresaría como interno en el Oratorio y, poco a poco, se ganó  la confianza del fundador, hasta convertirse en su asistente. Posteriormente, ya hecho un hombre joven, empeñoso y alegre, se convertiría en uno de los primeros hermanos salesianos. De hecho, fue el primero en hacer los votos el 25 de marzo de 1855. Un año más tarde, sería elegido el primer presidente de la Sociedad de María Inmaculada, fundada por Santo Domingo Savio.

Por su piedad y madurez, fue elegido también director espiritual de la futura Orden y se convirtió en el primer hijo espiritual de Don Bosco en ser ordenado sacerdote aunque como diocesano, el 29 de julio de 1860. La Pía Sociedad de San Francisco de Sales había sido fundada en 1859, en Valdocco, Turín, Italia, pero no recibiría la aprobación pontificia hasta el 1 de marzo de 1869.

Un ‘brazo derecho’ muy fuerte

San Juan Bosco empezó a darle al Padre Miguel cargos cada vez más importantes. Los cercanos empezaron a llamarlo “Don Rúa”, muy al estilo salesiano. Miguel sería designado director del Colegio de Mirabello, después prefecto de la casa de Turín, encargado de los asuntos administrativos y de los talleres, inspector provincial de los colegios salesianos  (periodo 1870-1872) y se le encomendó la construcción del Santuario de María Auxiliadora.

Miguel además colaboró de cerca en la fundación y organización de las Hijas de María Auxiliadora y de los Salesianos Cooperadores.

Con el correr del tiempo, el “haremos todo a medias” se había convertido en una sólida realidad. Y, entre otras cosas, Don Bosco ya no tomaba decisiones sin el visto bueno de Don Rúa. Se habían repartido ambos, de excelente manera, las grandes responsabilidades de la obra que Dios había puesto en sus manos.

En la etapa final de su vida, Don Bosco, agradecido por la ayuda inmensa que le había dado Don Rúa a lo largo de los años, dijo: “Si el Padre Rúa quisiera hacer milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para conseguirlos”.

‘Otro Don Bosco’

A la muerte de Don Bosco en 1888, el Beato Miguel Rúa le sucedió en el cargo de superior general de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. Bajo su mando se incrementó la presencia de los salesianos fuera de Italia y la Orden se extendió por el mundo.

El Beato Miguel siempre vivió austeramente. Pidió mucho, pero no para sí mismo. Se mantuvo lejos de las posiciones de privilegio y se hizo hombre “de la última sotana, del último pan, del último lugar”. Se caracterizó por su ternura y bondad, así como por su intenso amor a la Santísima Virgen María, María Auxiliadora. Quienes lo conocieron personalmente solían decir que era ‘otro Don Bosco’.

Don Miguel Rúa partió a la Casa del Padre el 6 de abril de 1910 y fue beatificado por el hoy Papa San Pablo VI en 1972.

Don Bosco y Don Rúa hicieron todo “a medias”, es decir, trabajaron, compartieron responsabilidades, sufrimientos y alegrías. Los dos hicieron muchas cosas “hombro con hombro”, como un equipo, apoyándose como buenos hermanos y discípulos de Cristo, siempre al servicio de los jóvenes.