A pesar de ser clave para la economía argentina, la cadena de la soja no está alcanzando su máximo potencial. La superficie sembrada creció otra vez este año, pero las inversiones en tecnología son insuficientes para mejorar la eficiencia productiva. La industria aceitera está operando con gran capacidad ociosa.

La soja es uno de los pilares fundamentales de la economía argentina. Con un impacto directo en 350.000 trabajos y exportaciones que superan los 20.000 millones de dólares, la cadena productiva se extiende por 15 provincias y abarca a más de 60.000 productores. Sin embargo, a pesar de esta magnitud, el sector está operando por debajo de su potencial, tal cual alertó Rodolfo Rossi, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (ACSOJA), durante una Jornada realizada en la Sociedad Rural de Tucumán, en la que se compartieron los resultados del proyecto “Soja Sostenible en el Gran Chaco”, impulsado por la asociación y CREA, y financiado por el Land Innovation Fund (LIF).

El directivo realizó una extensa enumeración tanto del aporte de la soja al país como de la secuencia de ítems en los que la cadena sojera debe mejorar, en principio en el sector primario, recuperando niveles de cosecha.

“El rendimiento promedio de la soja en la Argentina ronda los 2.900 a 3.000 kilos por hectárea. El potencial en relación a otros países productores líderes, está limitado entre otros factores por la proporción de soja de segunda de menor potencial de rendimiento”. En este sentido, Rossi puntualizó que esta sucesión de cultivos, sobre cereales invierno, aumentó desde 15% al 38% en pocos años, generando de manera positiva una mayor sustentabilidad del sistema.

Otra cuestión productiva, y vinculada a las inversiones, es la de la baja tasa de fertilización. Con datos de FERTILIZAR AC, Rossi dijo que solo el 44% de la superficie de soja se fertiliza, supliendo solo el 60% de las necesidades de fósforo y 30% del azufre. Este déficit en fertilización tiene un impacto directo en la reposición de nutrientes y no aprovecha la respuesta del cultivo en los rendimientos. Además, el uso de semilla fiscalizada sigue siendo muy bajo en comparación con las mejores prácticas internacionales, lo que limita aún más el potencial de los cultivos y no aprovecha la ganancia genética que sigue generando con esfuerzos la industria de semilla.

Capacidad industrial
Argentina tiene la capacidad de procesar más de 70 millones de toneladas de soja al año a través de sus plantas de “crushing”. Sin embargo, según los datos presentados por el presidente de ACSOJA “se estima que para este año solo se utiliza el 64% de esta capacidad, lo que genera un alto nivel de ociosidad en la industria aceitera, incluyendo la importación temporaria de grano”. Mientras tanto, las plantas de Brasil y Estados Unidos han incrementado su capacidad de molienda en 15% y 16%, respectivamente en los años recientes.

El complejo industrial del Gran Rosario, con sus 20 fábricas de aceite y 19 terminales portuarias, cuenta con una infraestructura que no está siendo utilizada en su totalidad, pudiendo generar mayores ingresos de divisas y menores costos, si además se lograra mejorar la logística y fomentara la inversión en infraestructura.

Rossi resaltó que Argentina es el país con los derechos de exportación más altos en soja, con una tasa de 33%, limitando la rentabilidad de los productores. Esto es especialmente crítico en un escenario global donde la competencia global no tiene este “impuesto al precio”.

Además de los problemas internos, la soja argentina enfrenta “desafíos externos” como los subsidios, las barreras no arancelarias en temas relacionados a los productos fitosanitarios, temas sanitarios, demandas de trazabilidad, que incluyen preocupaciones sociales y ambientales y barreras paraarancelarias como aranceles y cuotas.

Aunque consideró que el país se ve beneficiado ante la oportunidad de que “la demanda global de soja sigue en crecimiento” y en que “toda la cadena hace esfuerzos para promover la soja sustentable, las buenas prácticas agrícolas y poseemos varios sistemas para certificar producciones y procesos a través de toda la cadena”. En este sentido, recordó que Argentina cuenta con la plataforma ViSec, que procura garantizar la trazabilidad del cultivo, tal cual lo exige la normativa 1115/23 de la UE que prohíbe la importación de productos de soja y de carne que provengan de campos deforestados después de 2020. Observó que la reciente prórroga de esta regulación en su aplicación generó “una ventana de tiempo que nos permitiría insistir como país y región en solicitar cambios a la misma”.

Por otra parte, el presidente de ACSOJA volvió a insistir en la necesidad imperiosa de reducir los derechos de exportación (retenciones), actualmente en el nivel de 33%, que afectan la competitividad de la soja y no deja crecer a la toda agricultura en superficie y rendimientos unitarios.

A pesar de estos desafíos, Rossi aseguró que la soja argentina sigue siendo una fuente clave para la economía nacional, y que mantiene la capacidad para producir harina de soja de alta calidad, “con un contenido proteico aceptable, de alto contenido de aminoácidos claves para la producción de carnes, con poca fibra, inocuidad y sin aditivos, que ha sido reconocida globalmente”.

Asimismo, los mercados de alimentos y biocombustibles continúan en expansión. Y el sector también está promoviendo nuevos usos de la soja y tecnologías de proceso en alimentos, y para productos industriales, en el camino de la química verde, lo que abre nuevas oportunidades para agregar valor y desarrollo de PYMES.

Primicias Rurales

Fuente: ACSOJA