Buenos Aires, jueves 8 febrero (PR/24) — Por la magnitud de los “déficits gemelos” heredados, es clave la solidez y la coordinación institucional de las medidas de política que se aplican para recuperar la estabilidad y el crecimiento
Para que la economía de 2024 se diferencie en forma sustantiva de la de 2023, se requiere una baja significativa del gasto público medido en dólares. El costo de la estabilización será más tolerable en la medida que el objetivo de reducir el peso del estado pueda lograrse con reordenamiento planificado de partidas presupuestarias y con racionalización de la superposición de erogaciones entre nación, provincias y municipios. Mientras más pueda avanzarse en esa dimensión, menor “tarea sucia” quedará a cargo de la devaluación y, por ende, más tolerable será la inevitable corrección de los desequilibrios heredados. A su vez, para lograr eficacia y sustentabilidad, no debería abandonarse el objetivo de coordinar esa formidable tarea entre Nación y Provincias
Las idas y venidas de los proyectos del Ejecutivo en el Congreso no deberían ser un motivo por abandonar todo intento de reforma, mientras que recurrir a mecanismos como los de las consultas populares no dan garantías, siendo que además se consumiría un tiempo muy valioso en el proceso. El mejor escenario frente a los contratiempos es “volver a empezar”, separando en esta nueva oportunidad aquellos proyectos que son verdaderamente “urgentes e importantes” y tratando de preservar en el frente judicial los principales ítems del DNU de desregulación
La gobernabilidad es, en esencia, avanzar hacia un escenario en el que las reformas de la economía logran consenso y un estatus por el cual habrá de resultar imposible su reversión por parte de gobiernos subsiguientes. El reordenamiento fiscal, tanto por el lado del gasto como de los ingresos, necesita instrumentos legislativos para consolidar y hacer sustentable el objetivo de “déficit cero”, al igual que el afianzamiento de las condiciones para lograr un aumento sostenido de la inversión privada y de la creación de puestos de trabajo formales
El incremento del gasto en dólares del sector público nacional fue muy significativo entre 2019 y 2023, del 27,0 % en divisas constantes, a un ritmo anual acumulativo del 6,2 %. Este indicador hace más nítida la conexión con el simultáneo deterioro fiscal y externo experimentado en esos años, cuando el déficit primario pasó de -0,4 % a -2,9 % del PIB, y la cuenta corriente del balance de pagos acentuó el rojo desde -0,8 % a -3,5 % del PIB. La falta de financiamiento genuino de esos déficits gemelos es lo que explica, a su vez, la simultánea aceleración de la inflación y pérdida recurrente de reservas del Banco Central
Desde el punto de vista de la estabilización futura de la economía, una pauta estricta para el gasto público es el ancla más firme a la que puede aspirarse, mientras que para desatar los nudos que traban el crecimiento no puede faltar una profunda modernización del funcionamiento del mercado laboral
En lo que hace al comportamiento de la inflación, para que se cumpla la proyección punta a punta de 149,4 % en 2024, de acuerdo al Staff del FMI, la variación del IPC entre febrero y junio tendría que ubicarse en torno a 9,2 % mensual, suponiendo para el segundo semestre una inflación promedio de 5,0 % mensual. Como se ve, el período febrero-junio contiene supuestos extremadamente ambiciosos, ya que luego de un enero en el que la inflación se habría ubicado en torno a 21/22 %, por arrastre estadístico es difícil que febrero se ubique por debajo de 15/16 %. Además, en el cortísimo plazo el freno a la inflación proviene de la intensa recesión por la que atravesamos, una medicina contraindicada para el mediano y largo plazo, aun cuando también es cierto que la política monetaria y fiscal está haciendo su tarea, a diferencia del anterior ciclo presidencial
Los datos de nivel de actividad de arranque de 2024 tienden a confirmar la profundidad de la dinámica recesiva. En principio, en enero la merma en la demanda de bienes de consumo masivo habría sido de entre el 7 y el 8 % interanual. A su vez, el índice Construya registró una merma interanual de 28,2 % en enero luego de caer un 17,4 % interanual en diciembr. En el caso de la producción automotriz, se tiene que tras un incremento promedio de 13,7 % en 2023, se ingresara en terreno negativo en diciembre (- 0,4 %), para caer 16,7 % interanual en enero de 2024
Entre diciembre y lo que va de febrero el Central acumuló compras netas de divisas por 6,6 mil millones de dólares, pero esa dinámica de ningún modo refleja un mercado cambiario normalizado, esencialmente porque se sigue postergando el pago de importaciones a un ritmo estimado de 3,0 mil millones de dólares/mes. Para que la eliminación del “Blend” de exportadores prevista para fin de junio no provoque turbulencias en el mercado, la brecha cambiaria debería ser mínima. De lo contrario, podría afectarse la fluidez de la liquidación de exportaciones en el período previo
Una forma de empalmar la “mezcla” de tipos de cambio a la que acceden los exportadores sería ir modificando por tres meses consecutivos las proporciones del “blend”. En lugar de esperar a fin de junio para cerrar la posibilidad de liquidar el 20 % de las exportaciones por el CCL, podría establecerse un cronograma por el cual en el primer mes se acotan las liquidaciones por el CCL al 13,3 % de las exportaciones, en el siguiente al 6,7 % para llegar a cero en los 30 días posteriores. Para que el dólar de exportaciones no registre cambios significativos en esa transición, el tipo de cambio oficial debería acelerar su deslizamiento para compensar la diferencia, con una política monetaria congruente con ese nuevo esquema. Se estaría dejando de lado la pauta del 2,0 % para el tipo de cambio oficial, pero podrían amortiguarse movimientos bruscos del mercado
Es posible que el gobierno haya sobrestimado el poder estabilizador de los agrodólares para la actual campaña. En realidad, el aporte de la agroindustria a las exportaciones llegaría a 34,7 mil millones de dólares (se incluyen complejos lácteos, ganaderos, maní, entre otros, además de soja, maíz y trigo, y se netea de admisión temporaria de granos de soja), de acuerdo a la última estimación de IERAL. Obsérvese que las exportaciones del sector, medidas en dólares constantes, serían las menores de los últimos seis años, excepto el ciclo contabilizado en 2023. El aporte de la presente campaña quedaría 12,2 mil millones de dólares por debajo de los guarismos de 2022, aun cuando estaría marcando una recomposición cercana a los 10,0 mil millones respecto de 2023
Como se ve, el clima y los términos de intercambio no harán un aporte tan generoso a las cuentas externas de la Argentina como sí ocurriera en 2022 (aunque la política económica ese año dilapidara la posibilidad de acumular reservas de modo genuino). Justamente por eso, cabe resaltar la conexión existente entre el equilibrio interno y externo de la economía, con la evolución del gasto público medido en dólares al tipo de cambio oficial como un indicador por excelencia acerca de cuan lejos o cuan cerca se encuentra el ciclo económico de alcanzar esos equilibrios en simultáneo.
Bueos Aires, martes 30 enero (PR/24) — Suena a verdad de Perogrullo que, para exportar más, la divisa norteamericana debiera ser cara.
En el imaginario popular argentino, tenemos la idea de que el dólar era muy barato durante los 90s, mientras que pasó a ser caro en la primera década de los 2000s.
Así se explica el boom de exportaciones durante ese último periodo. Por ej., fue notorio en vinos, cuyas ventas externas se quintuplicaron en diez años.
Ahora, si recurrimos a los datos, nos llevaremos, no una, sino dos sorpresas.
Comparando esos dos periodos mencionados, se observa que, en sus primeros años, los montos exportados se incrementaron a un ritmo similar en ambos casos. Aunque, luego se estancaron en la segunda etapa de la Convertibilidad, no así en el otro periodo analizado.
La otra sorpresa es que, durante la Convertibilidad, las exportaciones crecieron principalmente por cantidades vendidas, mientras que, en el otro periodo analizado, se incrementaron por precios, y no tanto por cantidad. ¿Y qué es lo importante? Que aumenten los volúmenes exportados. Mejor si vienen acompañados de mayores precios.
Vamos a los datos. Consideraremos la evolución de las exportaciones durante dos periodos: uno con dólar barato, 1992/2001 (Convertibilidad), y el otro con dólar caro, 2002/2011 (primera década de los 2000s). Para comparar su dinámica, tomaremos como base 100 el primer año de cada periodo, de esa manera, en ambos casos se comienza desde un mismo punto de partida.
Como se mencionó, sorprende que los montos exportados evolucionaran en forma similar en ambos periodos analizados, y que las exportaciones crecieran más en cantidad durante la Convertibilidad.
Desagregando por grandes rubros, se observa un comportamiento similar. Se nota más en combustibles, con caída en cantidades exportadas en la primera década de los 2000s. Compatible con la política petrolera de esa época, en la cual las empresas del sector cobraban un precio muy inferior al internacional (debido a las retenciones). Les convenía invertir y producir en otros países.
Un punto llamativo es que, durante la primera década de los 2000s se destacaron las mayores exportaciones de soja, no sólo en precio, sino también en cantidad. Hubo previamente importantes cambios tecnológicos en ese sector.
Algo similar con los vinos, que también tuvo cambios en la parte comercial. Aún así, con las ventajas en esos productos, los datos muestran que las exportaciones totales crecieron a un ritmo similar en ambos periodos (al menos en los primeros cinco años).
¿Qué puede explicar esas “sorpresas”? Un punto clave está en las “condiciones iniciales” de cada caso.
Previo a la Convertibilidad, nuestro país venía de economía muy mal organizada, terminando en hiper. Señal de que se partía desde muy abajo. En cambio, previo a los 2000s, la economía había avanzado mucho en competitividad, como lo muestran los datos de cantidades exportadas. Entonces, en ese periodo, a la buena base de organización de la economía se le sumó la fuerte mejora de los términos de
intercambio, fenómenos que se potenciaron mutuamente.
En la segunda parte de la Convertibilidad, hubo varias complicaciones, algunas desde el exterior (crisis rusa, asiática, brasilera), que se tradujo en una importante disminución de precios internacionales, que no se vio compensada con un dólar más caro. Y es esta última parte de los noventas de la que se tiene mayor recuerdo.
Otro punto relevante es el “sesgo anti-exportador” en los 2000s, incluyendo retenciones y las restricciones cuantitativas al comercio exterior, lo cual no permitió aprovechar plenamente el contexto favorable que ofrecía el mundo.
Entonces, ¿qué rescatamos? Es claro que un dólar caro contribuye a incrementar las exportaciones, pero la experiencia de los noventa indica que no es el único factor relevante.
Además de los precios internacionales, uno de esos otros factores es la capacidad para producir. Para ampliarla se requiere más equipos y tecnología (algunos importados), y eso se logra con más inversiones. Para incrementarlas, se necesita estabilidad económica (tanto en precios como en actividad) y financiamiento, factores que han estado ausentes desde hace varios años.
Otro factor relevante es la disminución de los costos, tanto para producir como exportar. No sólo trámites internos, sino también externos, los cuales se reducen con los acuerdos comerciales. También se deben reducir las retenciones, un importante costo de exportar.
Por último, el porqué de este planteo. Si en un futuro no muy lejano la economía se llegara a estabilizar, llegando a una inflación muy baja, habrá menor demanda especulativa de dólares (no tendrá sentido atesorar en esa moneda), y mayor oferta si entran capitales para invertir en el país.
Es decir, el dólar podría terminar siendo más barato. Entonces, para mantener o incrementar la competitividad argentina, se requerirá haber trabajado previamente en esos otros factores que favorecen las exportaciones.
Por Jorge Vasconcelos. jvasconcelos@ieral.org
Buenos Aires, martes 23 enero (PR/24) — Con casi todos los frentes abiertos, y a seis semanas de haber asumido, el Gobierno debería comenzar a cerrar los trámites legislativos, negociando con la “oposición responsable” los puntos pendientes y factibles de aprobación, sabiendo que los márgenes de la votación en el Congreso son muy estrechos.
En el plano de la macro, sería necesario contemplar un “Plan B” en caso que la inflación se siga revelando ante las pautas cambiarias y monetarias de cortísimo plazo. Si el deslizamiento del dólar oficial al 2,0 % mensual no logra anclar las expectativas, claramente no es una opción acelerar la devaluación y dejar el resto del programa tal cual está. En ese momento, partiendo de la base de éxitos (aunque sean parciales) en el Congreso y ante la Corte, habría que salir del régimen del “blend”, en
dirección a una menor dispersión de los tipos de cambio de comercio exterior y hacer explícita una pauta para la evolución nominal del gasto público. Sería una forma de reconocer que, bajo las condiciones actuales, no se puede confiar todavía en una única ancla cambiaria y/o monetaria para hacer aterrizar las expectativas de inflación, debiendo recurrirse a un esquema de “anclas múltiples” que se refuercen entre sí.
En este primer trimestre, la recesión, con una caída del PIB que podrían alcanzar al 5,0 % interanual, junto con un ajuste fiscal basado en factores transitorios, están ayudando al control de las variables macro, pero es necesario ampliar el horizonte.
Pasar en limpio el presupuesto 2024 del sector público nacional con guarismos creíbles sobre cómo habrá de eliminarse el déficit, podría constituirse en una de las anclas más firmes, pero depende también de apoyo del Congreso, dónde se juega 1/3 del ajuste fiscal. Existe terreno de convergencia entre legisladores del oficialismo y los representantes de gobiernos provinciales junto con otras bancadas. La parte fiscal de la ley ómnibus y la restitución del impuesto a las ganancias podrían ser prenda de negociación y, al reforzarse los recursos de coparticipación por esta vía, los gobernadores tendrían menos incentivos para sumarse a La Rioja.
La herencia del 10 de diciembre obligaba a una devaluación del peso como la registrada en el arranque de la actual gestión, pero no había que engañarse respecto a las consecuencias: la economía del presente está en las antípodas de 2001/2002, cuando un salto del tipo de cambio de 1 a 4 pesos por dólar (después se estabilizó en torno a 3.0) tuvo mínimo impacto sobre la inflación. La variación del IPC a diciembre de 2002 terminó siendo de 41,0 % interanual, con un pico en abril de ese año de 10,4
% mensual. En 2001/02 se conjugaron una altísima tasa de desempleo y muy elevada capacidad ociosa en las empresas (con inversiones previas que la habían modernizado), la ausencia de mecanismos de indexación y un gasto público que, en términos del PIB, era la mitad del actual, contando las tres jurisdicciones.
No contemplar las diferencias entre 2001 y 2024 puede llevar a diagnósticos y recetas equivocadas. Es el caso de las cuasimonedas. Al lanzar el BOCADE, el gobierno de La Rioja invocó la experiencia de veinte años atrás, pero la situación actual no tiene punto de comparación con el 2001, cuando las cuasimonedas se emitieron en un contexto deflacionario y de extrema iliquidez. En las provincias en las que eventualmente se vuelvan a aprobar este tipo de bonos, habrá un impacto inflacionario adicional al del devaluado peso y, para el sector privado, habrá un deterioro de rentabilidad ya que los impuestos nacionales y el pago a proveedores “transfronterizos” no podrá hacerse con el bono local. O sea, a mayor emisión de títulos como el de La Rioja, menores incentivos habrá para empleos del sector privado.
La devaluación de mediados de diciembre pasado fue acompañada de una política fiscal y monetaria más estricta, para acotar el impacto inflacionario. Sin embargo, subsisten generadores de emisión monetaria; los números fiscales se pueden cuadrar al instante pero no sostenerse en el tiempo; los mecanismos indexatorios aportan inercia. Tampoco el Central tenía reservas como para aspirar a un ancla cambiaria creíble, en un partido de ajedrez en el que “las negras también juegan”, por lo que los
resultados no necesariamente reflejan las intenciones del gobierno.
La fluidez del escenario obliga a un monitoreo permanente de la coyuntura, no sólo por la suerte de leyes y decretos en el Congreso y la Justicia. Hay una tensión permanente entre el objetivo de licuar pasivos en pesos y recuperar reservas del Banco Central, que se contiene por las restricciones que subsisten para que las empresas accedan a dólares financieros y comerciales (pago de importaciones). Sin embargo, es un delicado equilibrio asediado por múltiples amenazas, por caso, si el guarismo de
inflación de enero queda más cerca de 25 % que de 20 %.
Reservas del BCRA: el Central acumula compras de divisas por USD 1.734 millones en 2024 y USD 4.630 millones desde el cambio de gobierno. El dato es alentador, pero hay que tener en cuenta que la demanda de dólares de importadores sigue cuotificada; en las primeras semanas se agolparon los incentivos a la liquidación de los exportadores, porque el deslizamiento del tipo de cambio oficial al 2,0 % mensual no se habrá de modificar en los inmediato; mientras, la ampliación de la brecha cambiaria
aparece como el mal sustituto de esa modesta pauta.
En lo que va del 2024, el “blend” de tipo de cambio de exportación pasó de 841,5 pesos por dólar a 897,9 en el último dato. Se trata de una variación de 6,7 %, conseguida por una ampliación de la brecha cambiaria de 20,4% a 48,4% (el 20 % de las exportaciones se liquidan por el CCL).
Obviamente, esta trayectoria abre interrogantes acerca del ritmo al que se seguirán recuperando reservas y cómo habrá de llegar el esquema cambiario a abril, el mes enel que el gobierno espera que ingresen a raudales los agrodólares. En este sentido, la brecha cambiaria opera como el “canario de la mina”, que pone en alerta al campamento cuando falta el oxígeno.
Emisión y esterilización: En lo que va de la nueva gestión, la emisión bruta de pesos por parte del BCRA alcanzó a $6.6 billones, por lo que la expansión de la base monetaria se pudo contener en torno al 2,0 % mensual sólo por un incremento sostenido de los Pasivos Remunerados, que desde el 7 de diciembre pasado se han incrementado en 32,1 %. Esto porque de cada 100 pesos que se emiten, todavía 77 pesos son retirados por la emisión de títulos del Central (antes Leliq, ahora pases).
¿Exceso de pesos?. Existen distintos indicadores para medir hasta qué punto el “exceso de pesos” puede complicar el manejo de la macro. Una de las formas más simples de seguir este fenómeno es valuar los plazos fijos en pesos del sistema en dólares a la paridad del mercado libre, y este indicador muestra un achicamiento significativo del “exceso de pesos”, ya que a la cotización del CCL, estos depósitos equivalen ahora a 11,7 mil millones de dólares, una merma de 25 % respecto de fin de
noviembre.
Primicias RuralesFuente: IERAL de la Fundación Mediterránea
Buenos Aires, martes 16 enero, PR/24 (Especial de NA, por Mayra García) — El reclamo por el silencio de los líderes de Unión por la Patria que lideró esta semana el camionero Pablo Moyano visibilizó la pregunta que muchos se hacen puertas adentro del ex oficialismo.
La ex presidenta Cristina Kirchner, armadora de la alianza que hizo ganar a Alberto Fernández en 2019, y el protagonista de la campaña 2023 Sergio Massa se han mantenido al margen del “combate” parlamentario y judicial que sectores opositores llevan adelante contra el mega DNU y la ley ómnibus del presidente Javier Milei.
Tímidamente, el ex presidente Fernández salió a desmentir informaciones sobre su persona y su gobierno en los últimos días, pero sin cuestionar a fondo las medidas oficiales.
La “resistencia” al gobierno libertario que muchos esperaban que encabezaran esos líderes -en menor medida Fernández- no se materializó en estas primeras semanas tras el desembarco del libertario en Olivos y la pregunta central es por qué no lo hacen.
Por lo bajo, los antiguos voceros esbozan dos explicaciones posibles: esperan en silencio hasta que se haga evidente que las medidas de Milei van a fracasar y, además, no quieren quedar pegados a un rechazo furibundo y que se los señale como quienes colocan los palos en la rueda que impiden el desenvolvimiento natural del gobierno.
Esa idea que sobrevuela desde hace años sobre que el PJ no deja gobernar es un estigma del que nadie quiere hacerse cargo, menos aún, si a esta gestión no le va bien.
Ese tema es entendido y apañado por algunos sectores, aunque otros cuestionan a las otrora cabezas de UxP por no estar al frente de la resistencia.
El principal foco de enojo se observa en la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Axel Kicillof busca construir un espacio que exceda al PJ local y lo catapulte a un liderazgo más amplio, a sabiendas de que sin el peronismo no se puede, pero con el peronismo solo no alcanza.
En ese contexto la silenciosa tensión entre Kicillof y el presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner, se incrementa a diario.
La relación entre ambos no logró recuperarse de las jornadas de tira y afloje previas al cierre de listas de finales de junio pasado, y luego el episodio del yate que llevó a la cancelación a Martín Insaurralde -el hombre de Máximo en el gobierno bonaerense- le sirvió al economista para sacarse de encima la influencia del jefe de La Cámpora en su gestión.
“En el peronismo algunos están contentos de que los puteen, porque están borrados y le está aplicando un mazazo fenomenal a la clase media especialmente. Alguien lo tiene que decir”, señaló una fuente bonaerense a NA al hacer un análisis de las críticas de Pablo Moyano a Cristina, Alberto y Massa.
Además, en territorio provincial resaltan el “fastidio grande que hay con Máximo, que desde la campaña está borrado”.
Quien sale favorecido en esta revolución es Kicillof, que si sobrevive sin que la provincia se prenda fuego los próximos tiempos tiene chances -y ganas- de ser el jefe de la oposición y empezar a armar las bases de un nuevo espacio con nuevos actores.
. Un paro y muchos escenarios posibles
.
En ese rompecabezas de oposición y peronismo sin líder, una pieza que habrá que ver cómo encaja es la del paro general que la Confederación General del Trabajo (CGT) anunció para el próximo 24 de enero.
Aunque se critica su inactividad durante los últimos cuatro años, algunos se entusiasman con que la central vuelva a tener el protagonismo que supo tener en otras épocas.
El recuerdo de Hugo Moyano parándole el país al kirchnerismo por el Impuesto a las Ganancias es una época de oro del gremialismo comparada con la actual, donde la batalla es básicamente por no perder derechos laborales y conservar fuentes de trabajo, jubilaciones, etcétera.
Los números del paro del 24 serán clave a la hora de analizar los resultados. Cuánta gente paró, cuánta gente se movilizó al Congreso, cuánta simpatía tuvo esa primera huelga a un gobierno que para ese momento habrá cumplido un mes y medio de gestión.
Los números del lado del Gobierno también serán importantes, es decir, cuántas calles de cortaron, cuánta gente permaneció en la vereda, cuántas personas fueron desalojadas de la calle para evitar piquetes.
Ese protocolo de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, será medido en toda la ciudad y observado con lupa en cada una de las esquinas.
¿Permitirá el gobierno que se corten las calles y avenidas centrales del centro? ¿Podrá el operativo de seguridad contener a los más de 200 mil trabajadores que espera convocar la CGT? ¿Habrá represión e incidentes?.
Preguntas que se contestarán el mismo 24 y que determinarán los resultados positivos o negativos para cada lado de la grieta, siendo una jornada fundamental para el devenir de la escena política y también para la suerte de la ley ómnibus que el gobierno busca aprobar con desesperación, que para ese momento ya tendrá una discusión más avanzada.
“La inflación que venía corriendo al 1,5% diario que significa 45% mensual, si la bajamos al 30% es un numerazo”, es el resumen del discurso económico que Milei creó.
El conjunto de los economistas profesionales coinciden parcialmente con esta apreciación. Reconocen que la inflación de diciembre “no va a empezar con 3” (parafraseando al ex ministro Sergio Massa), pero al mismo tiempo afirman que tampoco había una proyección de 45% para el último mes de 2023.
La estabilidad que se logró a poco de asumir con una serie de medidas de “urgencia” que incluyeron una brutal devaluación comenzó a tambalear con la llegada del nuevo año.
El dólar inició una escalada que más allá de la nominalidad ($1.120) impone zozobra por el ritmo. La brecha que se había hundido a niveles mínimos, al ampliarse, reatroalimenta la incertidumbre de exportadores que dudan en liquidar e inversores. A los importadores el bono que se les ofrece para pagarles la deuda no los convence.
Milei decidió enfrentar este momento con su clásico latiguillo: la culpa es de la política. Quiere el DNU 70/23 tal como fue redactado y la ley ómnibus con retoques de maquillaje. El partido está en pleno juego.
En lo discursivo Milei se inventó un aplauso: pensábamos perder 6 a 0, pero perdimos sólo por tres goles (traducción: hay 30% de inflación pero evitamos la híper). La famosa “derrota digna”.
En el medio de este nuevo relato económico quedó la ciudadanía, atrapada en una serie de decisiones con impacto adverso en lo inmediato y tratando de aguantar de pie hasta que suene la campana.
La devaluación hizo explotar los precios de los combustibles, de los alimentos y la salud, dejando al 90% de los bolsillos al borde del KO. Las piñas borraron las sonrisas y no quedó resto ni ánimo para salir de vacaciones. Las playas lo muestran.
Aguantar hasta la campana es llegar al rincón (sentarse y estabilizar presupuestos), tomar aire (esperar paritarias, recomposiciones salariales y márgenes de ganancias) y salir de nuevo al “golpe por golpe” con un adversario que tiene potencia (falta aún toda la recomposición tarifaria tanto del transporte como de los servicios públicos).
El grito de “salí de ahí ‘Maravilla’” no cuadra. No hay forma de escaparse. La decisión está tomada y es solo una cuestión de tiempo para el nuevo “massazo”. La serie de medidas adoptadas por el nuevo Gobierno sólo van en un sentido. Nada a favor de la recomposición de ingresos. El Consejo del Salario fue convocado para fin de mes y, por ejemplo, un llamado a reapertura de paritarias general debe haber quedado magullado en algún canil.
La única ventaja es que este escenario adverso no resuelta nuevo. Hay un entrenamiento de base para sortear estos momentos. Hace casi 30 años, un diciembre de 1994, Jorge “Locomotora” Castro, por ese tiempo campeón mundial, se estaba comiendo una paliza histórica contra John David Jackson. Dolía verle el rostro al “Roña”. Todos pensábamos que era “boleta” que caía y no se levantaba nunca más. Su cara estaba irreconocible; como las nuestras ahora con un marcado rictus de preocupación y tristeza. De repente, esquivó un par de golpes, se echó para atrás, sacó un zurdazo, y el “Negrito” no se despertó hasta el otro día. Esta analogía sirve como imagen para dar cuenta del sentir actual de la población: “Resistir una vez más para golpear en el momento oportuno”.
Buenos Aires, jueves 4 enero (PR/24) — Frente a las primeras dificultades que aparecen en el frente judicial y legislativo para avanzar en las reformas propuestas, quizá convenga pasar a subrayar las verdaderas prioridades dentro de la “necesidad y la urgencia”.
Así, podría reordenarse la agenda, para que ésta adquiera mayor consistencia y filo, de modo de robustecer las chances de éxito de la flamante gestión presidencial.
Se ha insistido en estos informes la conveniencia de tomar en cuenta los resultados de las medidas adoptadas en Brasil bajo la presidencia de Michel Temer, entre los años 2016 y 2017. Concentradas en limitar la evolución del gasto y de la deuda del sector público y en rediseñar el funcionamiento del mercado de trabajo, esas reformas explican buena parte de la diferencia de performance de los últimos seis años: Brasil le sacó a la Argentina 13,1 puntos porcentuales de ventaja en el crecimiento acumulado del PIB (10,9 % vs – 2,2%) y 8,0 puntos en la creación de empleo privado formal, dado el incremento de 9,8 % en los puestos de trabajo de Brasil, versus 1,8 % en el caso de la Argentina.
Más allá del resultado de próximas licitaciones, la experiencia con el BOPREAL podría estar convalidando la necesidad de un replanteo más profundo en el funcionamiento del mercado cambiario, teniendo en cuenta además que se están iniciando las negociaciones formales con el staff del FMI en función de mantener la línea de crédito pese a los enormes desvíos incurridos en la gestión anterior.
Las expectativas de devaluación que reflejan las cotizaciones de dólar futuro marcaron un ligero retroceso respecto a los contratos de una semana atrás, pero el mercado seguiría esperando un salto discreto en marzo: la devaluación implícita acumulada para el primer trimestre es del orden del 20%.
En las últimas jornadas la brecha cambiaria osciló en torno al 23%. Sin embargo, hay factores temporarios detrás de ese guarismo, tal el caso de la liquidación del 20 % de las exportaciones a través del CCL (que drena el flujo de divisas a favor del BCRA); las prohibiciones que subsisten para las operaciones “cruzadas” (MULC/CCL) por parte de las empresas; la normativa cambiaria para el pago de importaciones, con un restrictivo cronograma; una demanda de dinero estacionalmente más alta en esta parte del año, fenómeno que habrá de revertirse hacia fin de enero.
Desde mediados de diciembre, el BCRA apunta a un escenario en el que la tasa en pesos resulte positiva en términos de dólares, pero fuertemente negativa en relación a la inflación local. Se recortó la tasa de Plazo Fijo al 9,0 % mensual, en un contexto de aceleración inflacionaria. De esta manera, la licuación de saldos reales ocurre a un ritmo muy acelerado.
El tema es que el objetivo de reducir el “exceso de pesos” todavía no habría sido alcanzado, por lo que la pregunta es cuánto tiempo más de licuación se necesita, con el interrogante adicional de si ese cronograma podrá transitarse sin turbulencias en los mercados financieros.
Apenas asumió Milei el riesgo país bajó a 1820 puntos, valor que no se observaba desde comienzos de 2023. Desde entonces ha experimentado un ligero aumento para ubicarse en 1.940 puntos, casi 500 puntos por debajo del valor previo al ballotage de noviembre último. Este indicador continúa muy elevado en relación a nuestros vecinos, ya que el riesgo país de América Latina considerado como bloque es de 373 puntos. ¡Resta mucho por hacer!
Este libro es el resultado de cuatro viajes de su autora, Matilde Fierro, a la parroquia de Medjugorje, en Bosnia Herzegovina, donde se aparece la Virgen María como la Reina de la Paz desde 1981.
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