Mama Antula, patrona argentina de las Misiones

Mama Antula, patrona argentina de las Misiones

El Dicasterio de Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos confirmó ese reconocimiento para santa María Antonia de Paz y Figueroa, con una carta remitida al presidente del Episcopado nacional.

Buenos Aires, jueves 14 noviembre (PR/24) — La Santa Sede aprobó que santa María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como Mamá Antula, sea declarada patrona argentina de las Misiones.

El nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk, confirmó la novedad al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, mediante una carta recibida el 5 de noviembre pasado.

La nota vaticana lleva la firma del secretario del Dicasterio de Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Obras Misionales Pontificia (OMP) también celebró “con inmensa alegría” ese reconocimiento de la Santa Sede.

“Su vida de entrega y su incansable amor por llevar el Evangelio a todos son inspiración para nuestra misión. Que ella nos guíe y fortalezca en el camino de anunciar a Cristo con pasión y fe”, expresaron desde OMP.

¿Quién fue Mama Antula?
María Antonia de Paz y Figueroa nació en Villa Silípica, actual provincia de Santiago del Estero, en el año 1730. Perteneciente a una familia con un alto poder adquisitivo, recibió la educación que se les daba a las mujeres de las familias acomodadas, la cual acentuó en ella su inclinación a la vida religiosa. 

A los 15 años, decidió dar un giro a su vida y abandonó su casa, para acompañar a los jesuitas como “beata” de la Compañía de Jesús, para lo cual hizo sus votos y vistió el hábito correspondiente, consagrándose a la oración y al apostolado. Luego, comenzó a asistir a los ejercicios espirituales en un convento jesuítico, donde aprendió a organizarlos.

Muy comprometida con la evangelización de los pueblos originarios santiagueños -a punto tal de que les enseñó la Palabra de Dios, a leer, a escribir y a perfeccionar técnicas de ganadería y agricultura-, la futura santa fue bautizada por los indígenas como “Mama Antula” (expresión quechua equivalente a “Mamá Antonia”). También, mantuvo un gran compromiso en la defensa de los derechos y la dignidad de las personas afroamericanas, que eran esclavizadas y vendidas como mercancía, luchando también por la dignidad de los otros pueblos y etnias más relegados.

Cuando los jesuitas fueron expulsados de América en 1767, Mama Antula sintió que debía continuar con la práctica de los ejercicios espirituales que ellos realizaban, en pro de la salvación de las almas. Fue entonces cuando empezó su “misión en salida”, para lo cual eligió el nombre de María Antonia de San José y reunió a un grupo de mujeres jóvenes, que pasaron a hacer vida en común, rezando, ejerciendo la caridad y colaborando de forma más bien clandestina con los padres jesuitas.

De hecho, la amistad con los miembros de la Compañía de Jesús la siguió manteniendo a través de cartas, mientras continuaba su tarea evangelizadora en las parroquias de Salavina, Soconcho y Silípica. Su figura ya era familiar, siendo ya popularmente conocida también en su pueblo de origen como “Mama Antula”.

Llevando a Jesús por los caminos
Con autorización del obispo del Tucumán, Juan Manuel Moscoso y Peralta, Mama Antula realizó una gran caminata evangelizadora, predicando por todo el territorio diocesano. Así, recorrió las actuales provincias argentinas de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja. 

En 1777, llegó a Córdoba y, finalmente, arribó a Buenos Aires en septiembre de 1779. La provisión episcopal concedida le permitía solicitar limosnas, pudiendo fundar casas de recogimiento y organizar ejercicios espirituales.

A lo largo de su peregrinación por los caminos y lugares que iba visitando, la actual beata se esmeraba en convocar a los lugareños a realizar los ejercicios espirituales. Como rasgo característico, Mama Antula adoptó un estilo de vida austero y sencillo, adaptándose a las realidades de cada lugar que visitaba, peregrinando descalza y viviendo de limosnas.

Luego de un tiempo en Buenos Aires, logró que las personas de la nobleza y, en general, de alto poder económico y social, no tuvieran que ocultarse para concurrir a los ejercicios espirituales, por ser estos de origen jesuita, También, obtuvo donaciones para poder realizar la construcción de la actual santa Casa de Ejercicios Espirituales, en los mismos terrenos de la avenida Independencia al 1100 donde hoy siguen en pie.

María Antonia falleció, en esa Casa que había fundado, el 7 de marzo de 1799, a los 69 años de edad. Sus restos fueron inhumados en la basílica de Nuestra Señora de la Piedad, de la ciudad de Buenos Aires, por haber sido el primer templo al que entró al término de su larga peregrinación a pie desde Santiago del Estero.

Primicias Rurales

Fuente: AICA

“ El Reino de Dios está dentro de vosotros ”

“ El Reino de Dios está dentro de vosotros ”

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 20-25

 

En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús:
«¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?».
Él les contestó:
«El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí”
o «“Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros».
Dijo a sus discípulos:
«Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis.
Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».

Palabra del Señor

“ Ten compasión de nosotros ”

“ Ten compasión de nosotros ”

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 11-19

 

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor

“ Hemos hecho lo que teníamos que hacer ”

“ Hemos hecho lo que teníamos que hacer ”

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 7-10

 

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo:
“Enseguida ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis más bien:
“Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Palabra del Señor

La curiosa historia de San Martín de Tours, en su día

La curiosa historia de San Martín de Tours, en su día

Buenos Aires, 11 noviembre (PR/24) — Cada 11 de noviembre la Iglesia católica celebra la fiesta de San Martín de Tours, un militar romano que nació en Panonia (en el actual territorio de Hungría) en torno al año 316 y que, siguiendo la tradición familiar, ingresó a los 15 años a la guardia imperial, aunque pronto se convirtió al cristianismo, donde llegó a ser obispo.

Es el Patrono de Francia, de la Guardia Suiza del Papa y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque prácticamente nadie festeja ni es asueto en la Capital Federal (como sí ocurre con las fechas patronales en cualquier otro lugar y fecha) debido a que fue designado por sorteo y en consecuencia fue resistido desde el momento de su elección.

También dio nombre al municipio misionero San Martín de Tours, cercano a Oberá.

 

El Santo de la capa y la “capilla”

Hacia el año 337, encontrándose Martín con las huestes romanas en Amiens, al norte de Francia, vio a un mendigo recostado junto a la puerta de la ciudad, tiritando de frío. El noble soldado al verlo en esas condiciones, espada en mano, dividió su capa en dos: una mitad la conservó por respeto a quien se la otorgó, el Imperio al que servía, mientras que la otra la usó para cubrir el helado cuerpo del mendigo, dándole cobijo y abrigo.

El gesto dejó atónitos a quienes lo presenciaron, ya que los oficiales romanos, por regla, jamás mostraban compasión o piedad por nadie, menos con los débiles.

Aquel gesto de amor por el prójimo, de desprendimiento y justicia, ha quedado perennizado en el arte, en óleos y frescos, como puede constatarse fácilmente si se revisa la iconografía del Santo. Mención aparte merece la impresionante pintura que hizo El Greco (1541-1614) representando el episodio entre el santo y el mendigo.

Una vez que Martin renunció a la milicia, se unió a los discípulos de San Hilario de Poitiers y adoptó un modo de vida ascético y de oración constante. Lamentablemente, Hilario tuvo que exiliarse y abandonar Poitiers, por lo que Martin decidió también dejar la ciudad y asentarse en Milán. Allí se reencontró con su madre, a quien convirtió al cristianismo aunque no tendría la misma suerte con su padre.

Cuando Hilario regresa a Poitiers, Martin decide ir a su encuentro. De vuelta a la ciudad francesa, se dedicó a impulsar la construcción de un monasterio en Ligugé -el primero en construirse en Europa-. Allí vivió como monje durante una década bajo la dirección espiritual de Hilario, su preceptor espiritual. Este lo prepararía para el diaconado y el sacerdocio. Tras recibir el orden sacerdotal, Martin fue elegido obispo de la ciudad de Tours.

El obispo Martín fundó una comunidad denominada “Maius Monasterium” (monasterio mayor), también conocida como Marmoutier. Además, en su afán evangelizador, dedicó los últimos 25 años de su vida a viajar por las regiones de Turena, Chartres, París, Autun, Sens y Vienne.​

La muerte lo encontró en Candes (actual Candes-Saint-Martin) el 8 de noviembre de 397. La fecha del 11 de noviembre que se le asigna en el Santoral católico es la del día de sus funerales.

Tras su fallecimiento, la media capa que había regalado alguna vez a aquel mendigo fue hallada y puesta en una urna, construyéndose un santuario pequeño para conservarla y que sirviera al mismo tiempo como lugar de culto.

De ahí se cree que nació el uso del término “capilla” para designar a un templo pequeño: como en latín “media capa” se dice “capilla”, aseguran que la gente solía decir: “Vamos a orar donde está la capilla”, en alusión al santuario de San Martín de Tours. La costumbre habría devenido en el uso, más corto y coloquial, de la expresión “vamos a la capilla”.

De esta forma, la palabra “capilla”, mediante su vulgarización, empezó a denotar cualquier edificación o espacio pequeño dedicado exclusivamente a la oración o la liturgia. Fue así, con este significado, como el término quedaría incorporado a muchas lenguas, incluyendo el castellano.

El Patrono “indeseado” de Buenos Aires

En tiempos de la llegada de los europeos a América, la costumbre obligaba a los conquistadores españoles a consagrar todas las ciudades que fundaron a algún santo.

La “Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires” no podría haber sido la excepción. Entonces, los fundadores decidieron barajar nombres y echarlo a suertes. Se confeccionaron las balotas marcadas con los nombres de los candidatos, y se determinó que la ciudad se pusiese bajo la protección del santo o santa que saliese sorteado.

Realizado el sorteo, podía leerse el siguiente nombre en la balota extraída: “San Martín de Tours”. Muchos se mostraron disconformes por tratarse de un “santo francés”, así que decidieron repetir el proceso dos veces más, pero las dos veces siguientes volvió a salir el nombre del santo de Tours.

Los fundadores no presentaron más objeciones y aceptaron el resultado como voluntad divina y de esta forma San Martín de Tours quedaba elegido definitivamente Patrono de la capital del Virreinato del Río de la Plata, hoy República Argentina.

Sin embargo, aunque en su momento sí se consideraba feriado el 11 de noviembre en la ciudad de Buenos Aires, desde hace muchos años posee el extraño merito de no celebrar a su Santo Patrono ni con fiestas populares ni siquiera con un día de asueto.

Esta escultura de Ermando Bucci en la plazoleta de Posadas, Schiaffino y Alvear es uno de los pocos “vestigios” de San Martín de Tours en la Capital Federal

Fuente: ACI Prensa / Primera Edición

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