La soguería, una tradición y una pasión
Buenos Aires, lunes 21 octubre (Nicolás Colazo es soguero desde que tiene 13, 14 años, cuando las riendas y aperos en los galpones del campo de su abuelo le llamaban la atención. Más de una década después, aquella conexión se convirtió en un oficio que desarrolla en el pequeño poblado cordobés de Colonia Las Pichanas.
Frente al asador, en su casa, Nicolás tiene un tablón en el que pasa largas horas tejiendo tientos milimétricos de cuero, armando riendas y cortando el cuero para hacer alguna vaina. Suenan zambas y chacareras despacio, y el mate humea mientras algún amigo pasa a saludarlo cuando ve que la ventana está abierta, señal de que está trabajando.
La soguería es un oficio artesanal, histórico y tradicional en Argentina, que consiste en trabajar el cuero crudo para crear piezas utilizadas en las tareas cotidianas del trabajo en el campo. En este arte el cuero se obtiene, se prepara, se corta, se vuelve a cortar, se trenza, se teje, se cose. El proceso es largo y complejo hasta convertirse en un rebenque o el cabo de un cuchillo.
Nicolás tiene 29 años y un amor innato que le llegó de chico: “Empecé a los 13 o 14 años y empecé a sentir curiosidad por esto. Iba al campo, me gustaba andar a caballo y, sobre todo, veía cosas viejas colgadas en los galpones de mi abuelo. Había pecheras, arneses, aperos de trabajo, todo para atar las chatas, vagones, arados… para mis abuelos todo eso era cotidiano y necesario para trabajar, porque era todo con caballos, la manea para la vaca, había mucha gente trabajando en el campo, los vehículos eran sulkis, jardineras, volantas. Todo tenía que ver con esto… Así comencé, de a poco, y siempre solo, porque no conocía a gente que lo hiciera. Yo veía las cosas colgadas que estaban ahí, andá a saber desde cuándo, y fui desarmando, viendo cómo estaban hechas, buscando, probando, y así fui aprendiendo… y todo fue por curioso, el que no es curioso no aprende, y el que desarma siempre algo aprende”.
Recuerda que esos primeros años iba a los desfiles gauchos en las fiestas patronales y “se desvivía” por conocer más de ese mundo; ahí, en fiestas criollas y jineteadas empezó a conocer gente. “Pero el momento clave fue cuando un amigo, Marquito Vaudagna, me invitó a una yerra a su casa y me dijo: “Vení que van a venir unos chicos de Arroyito, vamos a hacer la yerra y comer un asado”. “De diez”, le dije yo, era un sábado a la mañana, llovió, el camino a Tordilla no era ripio así que había barro, pero me fui lo mismo. Y ahí en esa yerra conozco a estos chicos que también se interesaban por la soguería y un poco todo surge ahí. Nos conocimos y después encontramos en Córdoba al profesor Sergio Oscar Meolans, oriundo de Santa Fe, que aceptó venir a darnos clases a la casa de la cultura de Arroyito. Las clases eran cada 15 días, 3 o 4 horas la clase y yo ya empecé sabiendo algo, y ahí me perfeccioné, aprendí técnicas nuevas, fui puliendo las que tenía, porque esto se va puliendo con los años… Fueron dos años del curso, y fue esa yerra la que hizo el quiebre, porque si yo no conocía a los chicos o si yo no iba, a lo mejor no se daba la posibilidad de haber tenido un profesor presencial, lo mío hasta ese momento siempre había sido virtual o en libros, pero el estar, ver y preguntar “cómo lo hago”, fue todo… Fuimos 5 o 6 los que terminamos al final, de 20 que empezamos… y en realidad, esto nunca se termina”.
Para llegar a ver unos estribos, unas riendas, un cinto o la vaina de un cuchillo, el soguero necesita materiales que requieren de un proceso largo y preciso de preparación antes de convertirse en arte.
Expoagro (E): ¿Con qué materiales se trabaja en la soguería?
Nicolás (N): Se trabaja con cuero crudo, así tal cual como sale del animal, y se trabaja sin procesos químicos. Por lo general, usamos el cuero vacuno para hacer el trabajo de sogas o la confección de un tirador o una vaina; y para las costuras o tejer, se usa el cuero de yeguarizo, de potro, y a veces también el cuero de chivo, de la cabrillona en realidad, un animal de 18-20 kilos que tiene el cuero más grueso. El animal vacuno tiene que tener de 400 kilos para arriba, por el tema del largo del cuero, para que tengas un cuero ya de 1,80 a 2,20 metros de largo, que sirva como para hacer una rienda, un atador… Una rienda mide mínimo dos metros, por eso se necesita ese tamaño de cueros. Yo utilizo cuero de toro, animales de 500 kilos o un poquito más.
E: ¿Cómo es ese proceso de preparación del cuero para trabajarlo?
N: Tenés que lavarlo, pelarlo, estaquearlo, cortarlo, sobarlo, volverlo a lavar, volverlo a secar…
En realidad, desde el momento en que se carnea el animal comienza el proceso, porque necesitas sacar el cuero del animal sin rayarlo. Cuando se carnea el animal, si vos rayás el cuero con el cuchillo del lado de la grasa, esa raya debilita esa zona, el cuero se vuelve más fino ahí, y a lo mejor, después cortás para hacer una rienda o algo que vaya a hacer fuerza y ahí siempre se te corta, por eso el sacado del cuero del animal es delicado. Según la técnica que usamos nosotros, ahí nomás es el pelado, en fresco, a cuchillo, se llama lonjeado, que es básicamente afeitar el cuero. Una vez que está pelado, el cuero se estaquea en un catre, en una cama, y se deja secar por 15 o 20 días en verano, y en invierno demora más, un mes. Después hay que sobarlo.
El sobado es un proceso que significa que a la fibra interna del cuero hay que romperla, para que el cuero se ablande, se vuelva maleable y así poder manejarlo, porque sino, el cuero seco ya pelado es básicamente como una chapa. El sobado es algo natural, que se hace de manera mecánica o manual; primero el cuero ya seco se corta en lonjas y se lo humecta con una mezcla grasa de pella, la que se saca del asado, que se funde y se mezcla con jabón en pan. Esa grasa que se le pone sirve para que durante el sobado el cuero no se quiebre, ni se le arruine la flor del pelo. La parte de la flor es la parte de afuera, donde estaba el pelo, y se busca que no se arruine para que los trabajos queden bien presentados. Después se vuelve a lavar para sacarle la grasa del sobado, porque si vos lo guardas así se te pone negro, se te mancha.
Yo sé hacer todo este proceso, lo he hecho mucho tiempo, tuve que aprender a prepararlo para entender. La preparación de los materiales representa el 50% de la confección del trabajo terminado.
E: ¿De acuerdo a la zona de dónde es la lonja, es para distintos usos?
N: Exactamente. Cada parte del cuero del animal tiene su uso. La parte del lomo es más gruesa, la de los costillares no es ni fina ni gruesa pero que también salen lindas lonjas, y también tenemos la parte de la panza, las verijas, que es de donde sale el cuero fino del animal, que se utiliza para hacer vainas y billeteras por el tema del espesor.
E: ¿Cómo es el proceso de hacer una pieza?
N: Yo digo que el día de trabajo empieza siempre la noche anterior, cuando me acuesto me pregunto cómo voy a empezar, cómo voy a hacer tal cosa… por ejemplo, si la hoja del cuchillo es de acero inoxidable, no hay problema que los tientos la toquen porque no me los mancha al tejer el cabo, pero si la hoja es de acero negro se va a herrumbrar con el tiempo, entonces hay que ponerle un pedacito de hueso, de guampa, o de cola de quirquincho para que separe los tientos y no se manchen. Para trabajar, se necesitan todas herramientas de mano. En el proceso de la confección no existe la máquina, es todo a mano, se teje y cose con leznas (agujas con mango), se usan pinzas para moldear, el cuchillo que es indispensable, también usamos pegamentos.
Hay distintos tipos de trabajos, un cabo de cuchillo tejido a lezna, se teje con unos 50 tientos o más de potro, que los tientos miden 1 mm de ancho, eso es considerado trabajo en fino, que es como un trabajo de alta costura. Las cosas más rústicas son las de trabajo, o para el caballo: una cabezada, un bozal, ahí sí ya se usan cueros más gruesos. También se hacen cosas finas para el caballo, como el emprendado que es lo que lleva en la cabeza, o el apero, pero son para lujo básicamente. Yo trabajo solamente por encargo, y cuando me piden esto, un cabo, una vaina, son pedidos para darse con el gusto, porque lo querés tener, coleccionar o para lucirlo en una fiesta, entonces yo tengo que tratar de que te guste y te quede para toda la vida.
E: ¿Qué se necesita para ser soguero?
N: Se necesita ojo, saber mirar… a la costura hay que darle un buen comienzo y un buen cierre, si no, no está bien. Trabajando todo se pule; cuando empecé, mis trabajos eran feos, tengo un cinto y no me lo pongo, pero me sirve para darme cuenta de la evolución que tuve. Pero a esto, si uno no lo lleva un poquito adentro, creo que sería incómodo de hacer, hay una cuestión de llevarlo en la sangre. Y si te gusta, no es difícil aprender. Hay gente que se destaca naturalmente, que vos ves los primeros trabajos y decís: van a ser buenos. Y hay gente que no, que pueden trabajar toda una vida y no encuentran el detalle, o no son tan detallistas. Ser detallista es importante, yo soy muy perfeccionista; me ha pasado de estar terminando un trabajo que no me gusta cómo queda, y lo tiro y empiezo de vuelta. Pero es algo mío, que si no queda perfecto, no me quedo tranquilo.
Te tiene que gustar también, porque esto es mucho tiempo acá sentado, la postura, mano de obra, se te cansa mucho la vista. Es verdad que esto es mi segundo trabajo, a esto lo hago cuando estoy más desocupado, cuando llueve, o cuando no tengo qué hacer, entonces también lo disfruto de otra forma. Esto es más por amor al arte que otra cosa, pero igual digo: lo tengo que cobrar, porque es mucho el tiempo que me lleva y dejo otras cosas por esto, porque asumo un compromiso cuando acepto hacer un trabajo.
Vainas, cintos, posa mate, materas, estribos, cincha y pegual, cabezadas, riendas, cabrestos, sortijas, maneas para cintos, llaveros, pasadores de orillo, son algunas de las producciones habituales de Nicolás. Una de sus últimas creaciones fue una billetera de mujer que le regaló a su mamá para su cumpleaños número 50.
N: Cumplió los 50 en julio y bueno, siempre me pedía que le hiciera algo y uno siempre parece que está sin tiempo, con otros trabajos, y mi mamá no tiene tanta afinidad con estas cosas o el ambiente entonces yo decía: “¿Qué le hago para que use?” Porque hacerle, le podía hacer cualquier cosa, pero para que después lo tenga guardado y no le de utilidad… así que pensé, pensé, y se me ocurrió una billetera y bueno, ahí surgió la idea. Fue un regalo sorpresa. Y como eran sus 50, quise que fuese un regalo hecho con las manos porque siempre compramos, los regalos se compran en cualquier parte, pero bueno, esto no, esto… Le encantó a mi mamá, le gustó más que a mí, y no se lo esperaba.
Si bien había hecho billeteras de hombre, el nunca haber estado en contacto con billeteras de mujer requirió un estudio extra:
N: Cuando voy a hacer un trabajo lo vengo estudiando… cuando empecé a hacer esta billetera, estuve unos 10 o 15 días mirando perfiles de Instagram, viendo cómo podía hacerla, no para copiarla, siempre hago modelos propios, pero necesitaba ver cómo era la forma, porque había hecho billeteras de hombre, pero nunca para mujer, es la primera que hice. Necesitaba ver el tamaño, los compartimentos, para que le sea práctica… La confección fue un poco menos, habré estado 4 o 5 días. La quería hacer bien así que no me importaba el tiempo que le iba a poner, pero no es un trabajo como un cabo que tenés muchas, muchas horas porque es muy lento.
Alejandra Carpeno, la mamá, cuenta: “Me encantó el regalo, no me lo esperaba para nada, y yo la uso, la llevo a todos lados y la presumo, la tengo adentro de la cartera. Y es cómoda. Él hacía trabajos de este tipo pero nunca vi que hiciese de mujer. No conocía este mundo y cuando él empezó a trabajar yo empecé a interiorizarme. Y empezó de la nada, autodidacta. Él veía las cosas colgadas en los galpones, pero nada más… su bisabuelo de parte del papá hacía algunas cosas y le gustaba, y yo tenía un tío que trenzaba los lazos, pero él nunca los vio, no lo mamó de la casa, es innato de él. Porque que le guste y que lo haga con la paciencia que él lo hace, es increíble”.
N: Yo digo que lo llevo en la sangre, es como una pasión, y siento que en cada cosa que yo hago se va como una parte de mí, de mi vida, porque es tiempo, es un trabajo artesanal. Cada trabajo tiene la marca de uno en algún punto, y yo digo que hasta el ADN queda, porque siempre te cortás un dedo, te pinchas, dejás… dejás todo.
“Esto es parte de mi vida, uno en cualquier trabajo deja parte de la vida”, termina Nicolás, y da la sensación de que él, en la soguería, deja algo más.
Por Natalí Ruatta Contigiani
Fuente: www.expoagro.com.ar
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